A Dafnis

Oh cuco, que nos cantaste y volaste,
donde sea tú vagues, en cualquier orilla
te entretienes ahora, todos los hombres presagian tu muerte,
dicen que nuestro cuco no volverá más.

Ah, dejémosle volver otra vez, no debe morir,
dejémosle volver con la primavera que vuelve,
y retraed todas las canciones que él solía cantar.

¿Pero volverá otra vez? No lo sé.
Temo que el negro mar rompa contra su cabeza,
capturado en el remolino, muerto debajo de las olas,
pena para mí, si aquél dios enfermo de vino
lo ha hundido en la profundidad en la que las cosas jóvenes encuentran su tumba.

Pero si el vive todavía, seguramente vendrá,
de vuelta al amable nido, desde fieros cuervos.

¿Cuco, qué tomaste del lugar de nidificación?
¿Pero volverá otra vez? Ningún hombre sabe.

Si amas el cante, cuco, entonces vuelve otra vez,
vuelve otra vez, vuelve otra vez, rápido, rezo para que vuelvas.

Cuco, no tardes, date prisa hacia tu hogar otra vez,
Dafnis, que te ama para sí, te añora para sí mismo.

Ahora la primavera está aquí otra vez, despierta de este sueño.

Alcuino, el hombre viejo, piensa mucho en ti.
A través de los verdes prados va el ganado paciendo;
sólo falta el cuco. ¿Dónde está?

Clamad por el cuco, en todas partes invocadlo,
alegre nos dejó, ¿sufrirá al volver?
Dejémosle volver sufriendo, pero si él quisiera volver otra vez,
sí, lloraríamos con él, gemido para su gemido.

A no ser que una roca te aplaste, tú querrás llorar con nosotros.

¿Cómo no te acuerdas de esto mismo?
¿No llorará el padre al hijo que perdió,
hermano por hermano seguirá estando apenado?

Una vez éramos tres, pero con un solo corazón entre nosotros.
Dos atemorizados estamos, ahora que el tercero es ido.

Voló, voló, pero la aflicción permanece;
amargo el lamento, para una cabeza tan querida.

Enviad una canción detrás de él, enviad una canción de tristeza,
canciones traen al cuco a casa, o eso cuentan...

Aún así, se feliz, donde sea que vagues
recuérdanos a veces, amor; y que te vaya bien.

Alcuino


 La morada es pequeña, y también pequeño el que la habita.
    Lector, no desprecies el pequeño nardo contenido en ese cuerpo,
    Porque el nardo en su planta espinosa exhala un precioso perfume.
    La abeja lleva para ti en su pequeño cuerpo una miel deliciosa.
    Mira, la pupila de los ojos es bien poca cosa,
    Y a pesar de ello dirige los actos del cuerpo y lo vivifica.
    De este modo el pequeño Nardo dirige toda esta casa.
    Lector que pasas, di: «A ti, pequeñísimo Nardo, ¡salud!»

Alcuino
Poema en honor de Eginardo


"No perdonéis ni lecciones ni cuidados por formar a la juventud estudiosa en la santa disciplina y en la ciencia católica. Recomendad a los adolescentes la limpieza del cuerpo y del corazón, la confesión frecuente, la constancia en el trabajo de manos y en el esfuerzo intelectual. Que se sometan sin murmurar a los ejercicios del cuerpo, y se entreguen sin vanagloria a los ejercicios de la inteligencia."

Alcwin o Alcuino de York









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