"Bob Dylan, un judío de familia burguesa, criado en el frío y la montaña, era una esponja. Cuando se fue de su casa, casi imberbe y con la única compañía de de una guitarra de palo y una armónica, aprovechó su periplo errabundo para apalancarse en los sofás de casas ajenas y formarse por su cuenta. Pero elegía: deglutía las blibiotecas ajenas, de Rimbaud a Dylan Thomas, pasando por Von Klausewitz o Sun Tzu, lo que cayese. Machacaba, hasta memorizarlas, vetustas grabaciones del cancionero tradicional de discotecas de caseros y amigos. […] Pero su plan era mucho mayor: lo mezcló todo en las neuronas privilegiadas que bullían bajo sus rizos y creó un compuesto nuevo."

Luis Ventoso Castiñeira
(ABC, «El invierno de Dylan», 16-11-2013)



"El inglés empieza a latinizarse, deja que afloren un poco sus sentimientos."

Luis Ventoso 



"En esta época incierta, oscura, debemos recoger el profundo sentimiento de la espera. Y si el destino nos es adverso, aceptar con resignación la poca importancia que puede haber tenido nuestra aportación al arte. Nunca en vida lo sabremos y, en cierta medida, es bueno sentir, en los instantes de la muerte, la posibilidad de que nuestro destino haya podido ser inútil.
Olvidemos el mito que, desde el Renacimiento y en posteriores épocas, ha ido alimentando al artista superior de pedestal de barro, del artista que hay que llevar de oro y de falsas medallas.
No olvidemos que el mundo es una gran colectividad y no seamos necios ni ingratos. Si tenemos una vocación, si se sobrevive, si ofrecemos algo digno, olvidemos lo demás y dejemos para simuladores estúpidos esos rastros de suficiencia y banalidad."

Luis Ventoso 












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