"¿Acaso pretendes castigarme de nuevo al consentir que haya retenido en mi corazón durante tanto tiempo estas ínfulas de amor, vertidas en mi corazón como si fuera la pócima de un terrible veneno, que me cautive a través de un sueño embriagador hasta que la realidad se antepone a mi ensoñación arrojando sobre mí todo este onirismo como una capa de helado sudor?
¿Acaso adormecerás de noche a mi alma con la bonhomía de una felicidad celestial para luego cubrirla con lágrimas de sangre?"

Xavier Forneret
Caressa


"¡Cuánta claridad hay en la noche!"

Xavier Forneret


Un pobre vergonzante

La sacó
de su bolsillo roto,
la puso bajo sus ojos
y la miró bien,
diciendo: "¡Infeliz!".

La sopló
con su boca húmeda,
casi sentía miedo
de un pensamiento horrible
que le partía el alma.

La mojó
con una lágrima helada
que cayó por casualidad.
Agujereado era su cuarto
más que un bazar.

La frotó
sin calentarla;
apenas si la sentía.
Pellizcada por el frío,
ella se apartaba.

La pesó
como se pesa una idea,
sosteniéndola en el aire.
Y luego la midió
con un hilo de hierro.

La tocó
con sus labios arrugados.
Ella gritó
con un frenético espanto:
"¡Adiós, bésame!"

Él la besó.
Y luego la cruzó
sobre el reloj del cuerpo,
que, ya casi sin cuerda,
mala, pesadamente latía.

La palpó
con una mano resuelta
a hacerla morir:
-Sí, es un bocado
como para alimentarse.

La dobló,
la rompió,
la ubicó,
la cortó,
la lavó,
la llevó,
la asó,
la comió.

Cuando aún era niño, le habían dicho:
"Si tienes hambre, cómete una de tus manos"

Xavier Forneret



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