"Entre los francos había sin duda mujeres que cabalgaban en la batalla con corazas y yelmos, vestidas como los hombres; éstas damas cabalgaban en lo más crudo de la batalla y guerreaban como hombres valientes. Aunque también había mujeres compasivas que sostenían que todo eso era un acto de piedad, creyendo que irían al Paraíso después de todo y viviendo de esa forma su existencia. Alabados sean quienes las guiaron hacia semejante y errónea idea que está fuera de los caminos de la sabiduría. En el día de la batalla más de una mujer cabalgaba con ellos como un caballero y mostraba resistencia masculina por despecho a su debilidad femenina; vestidas con solo una sencilla cota de malla no eran reconocidas como mujeres hasta que eran despojadas de sus vestiduras. Aunque algunas de ellas fueron descubiertas antes y capturadas vivas y vendidas como esclavas."

Imad ad-Din
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"Saladino invitó al rey a sentarse a su lado y, cuando entró Arnat (como los musulmanes llamaban a Reinaldo), lo instaló cerca de su rey y le recordó sus fechorías: "¡Cuántas veces has jurado y luego has violado tus juramentos, cuántas veces has firmado acuerdos que no has respetado!". Arnat le mandó contestar al intérprete: "Todos los reyes se han comportado siempre así. No he hecho nada más de lo que hacen ellos." Mientras tanto, Guido jadeaba de sed, cabeceaba como si estuviera borracho y su rostro traslucía un gran temor. Saladino le dirigió palabras tranquilizadoras y mandó que le trajeran sorbete de las montañas que luego le ofreció. El rey bebió y luego le tendió el resto a Arnat que apagó la sed a su vez. El sultán le dijo entonces a Guido: "No me has pedido permiso antes de darle de beber. No estoy obligado, por tanto, a concederle la gracia". Tras haber pronunciado estas palabras, el sultán salió, montó a caballo y luego se alejó, dejando a los cautivos presa del terror. Supervisó el regreso de las tropas y luego volvió a su tienda. Una vez allí, mandó traer a Arnat, avanzó hacia él con el sable en la mano y lo golpeó entre el cuello y el omóplato. Cuando Arnat cayó al suelo, le cortaron la cabeza y luego arrastraron su cuerpo por los pies ante el rey, que se echó a temblar. Al verlo tan impresionado, el sultán le dijo con tono tranquilizador: "Este hombre sólo ha muerto por su maldad y su perfidia"."

Muhammad ibn Hamed Isfahani más popularmente conocido como Imad ad-din al-Isfahani
Tras la batalla de Hattin, y habiendo capturado al Rey Guido de Lusignan y a Reinaldo de Châtillon
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