"El gusano máximo de la vida misma hizo de tripas corazón y se dispuso a la batalla. Chuparle las tetas sí que podía y, en efecto, lo hizo. Pasa que todo tiene su precio en este mundo. Los dos pseudopodios que tuvo que emitir para abarcar los diez kilastros tetíferos eran (obviamente) más grandes que las propias tetas y le quitaban cuerpo (más grande era el pseudopodio, con menos cuerpo central se quedaba el gusano). Por la misma parte: el órgano genital que propagó alrededor de esa tremenda panza contribuyó a enflaquecerlo aún más. Lo peor fue que Dorys era muy exigente. Quería uno para cada uno de sus agujeritos. Qué conchaza tenía la vieja. Fifar como poder pudo, pero a costa de que el gusanil cuerpo quedase reducido al tamaño de un fideo y no de los gordos. Todo lo demás estaba propagado. ¡Exiguo! La verdad, había momentos en que el gusano máximo de la vida misma tenía ganas de meterse directamente adentro de la conchaza (todo él), encender una vela y leer un libro. En busca del tiempo perdido, quizás. Allí, junto al piano envuelto en celofán y al enanito. El enanito, cuento para el que no sabe, era uno vestido con jubón verde. Vivía adentro de la conchaza y tocaba teclas. El romance terminó cuando a la vieja de Qué conchaza Tenía La Vieja se le ocurrió meter adentro de dicha conchaza a un elefantito africano adulto. Por empezar al piano lo hizo mierda del primer pisotón. No necesito decir, supongo, que el enanito huyó despavorido. Pero esto es otra historia y ni sé por qué la cuento. Seguramente por desesperación.
[...]
No nos hemos atrevido a contarlo hasta ahora, pero es nuestra obligación de historiadores marginales no dejar cosa alguna en el tintero por amarga que sea. Los últimos momentos de Dorys no fueron como hubiésemos querido. Ya demenciada por el colapso masivo dijo con ojos turbios: «Fuera, esbirros de Victoria». Terrible, pues a esto lo pronunció ante quienes deseaban ayudarla a bien morir. Cabe la posibilidad, no obstante, de que no lo haya dicho para sus fieles raqueadores sino para los chichis, obvios para un agonizante pero invisibles para el común de los mortales.
Cuando el gusano máximo de la vida misma les dijo a los hombres de raca que se iba, esperó una algarabía de disuasiones y protestas. Cómo se ve que el gusano, pese a ser underground, no conocía el respeto por la libertad de estos hombres. Uno se adelantó y le dijo: «Fuimos muy felices de tenerlo todo este tiempo con nosotros, cumpa. Si alguna vez quiere volver, ya sabe que ésta es su casa».
Se acordaba muy bien de dónde quedaba el ojo de tormenta por el cual había entrado a las cloacas, ya hacía mucho tiempo. Pero no salió por allí sino por otro sitio, por razones simbólicas. Tuvo bastante buena suerte, pues justo cuando salía pasó al lado de la tapa un coche a toda velocidad."

Alberto Laiseca
El gusano máximo de la vida misma



"Estoy harto de los genios. Lo que necesitamos son escritores que sepan escribir."

Alberto Laiseca



"Extraño que, siendo escritor, nuestro amigo de la pensión no supiera que a los libros hay que escribirlos, no vivirlos."

Alberto Laiseca



"Quizás la condición más notoria que constatamos en el devenir del mundo de las artes visuales en los tiempos recientes sea su vertiginosa capacidad de cambio, potenciada por la aparición de nuevos formatos y medios de multiplicación, difusión y expresión.
Ni siquiera podríamos hablar del mundo del arte como un campo estrictamente unitario, cuyos contornos podamos pensar y concebir con precisión. Hay muchos mundos del arte simultáneos que dibujan un plano o un horizonte en el cual podemos sumergirnos sin tener conciencia de adquirir un conocimiento acabado de su realidad.
Irremediablemente estamos impelidos a tener un conocimiento fragmentario, parcial, limitado, de un fenómeno cada vez más extenso y borroso.
A las cuatro disciplinas fundantes —pintura, escultura, dibujo y grabado— se fueron sumando entre otras la fotografía, las instalaciones, los objetos, el videoarte, el arte digital, la robótica y el arte en la red. Paralelamente, la difusión de estas producciones a nivel mundial se multiplicó gracias a la televisión, internet, los medios gráficos y digitales, y la proliferación de espacios específicos como centros de arte, museos, galerías, bienales, etcétera.
La variedad de los formatos trajo inevitablemente una cierta incapacidad de entendimiento si el sujeto espectador no ha sufrido simultáneamente un proceso análogo de aggiornamiento en la adquisición de los códigos de referencia que están involucrados en estos cambios, que en realidad son consecuencia de prácticas sociales y culturales ya instaladas en la contemporaneidad.
Ninguna disciplina artística se ha alejado tanto del público general como aquellas que conforman el difuso mapa de las artes visuales, y ese estado es consecuencia de múltiples factores. La autonomía que fue ganando la pintura en relación al carácter representativo, realista y concreto, que la signó con su impronta hasta el surgimiento de las vanguardias de los siglos XIX y XX, propició un camino de experimentación formal y conceptual rico y complejo. Abiertas esas puertas, la propia naturaleza del arte mutó para siempre."

Alberto Laiseca
El artista



"Solo el sufrimiento rehabilita. Quiero castigarme. Beber cicutas de diversos colores."

Alberto Laiseca



"Y ahora, por fin había llegado su mañana postrera. Ya nadie lo importunaría por no haber esperado a la campanilla de jade. La Cámara Real de Nan estaba casi vacía pero cubierta de azul: tal el cromatismo de las losas del piso y de la seda que ocultaba las paredes. Sólo su cama era roja y parecía una cuevita o la caparazón de una tortuga. Esto es: la cama constaba en la parte superior de una suerte de dosel cóncavo, de madera, como ella, semejante a la defensa de un gliptodonte. En el centro del techo de la cámara, pintado, un fénix de oro: tan diminuto que para distinguirlo hubiera sido preciso treparse a un taburete. El azul descansa, el rojo potencia, el fénix protege. Ahora, en el extremo de su vida, el rey Nan se despertó por última vez."

Alberto Laiseca
La mujer en la muralla





"Ya egipcios, romanos, chinos y japoneses tenían cuentos con fantasmas, seres transformados o magos que envían cocodrilos mágicos a casa de sus enemigos. La vieja pregunta es ¿por qué seguimos leyendo (o pidiendo que nos cuenten) historias terroríficas? En primer lugar porque nos divierten mucho. Es cosa clara. Todo lo que ‘abre puertas’ gratifica. Pero hay todavía una razón más profunda: los monstruos existen en serio y todos lo sabemos..."

Alberto Laiseca


“Yo siempre respeté mucho la realidad: es lo único que tenemos.”

Alberto Jesús Laiseca














No hay comentarios: