Carta a mí misma 

"Recuerdas
cuando era el teléfono un pájaro
cantando en el alambre...?

Nunca creíste
que solo se trataba de un vil artefacto.

Eras insoportable.
Por eso hasta quisiste un lunes
regalarte.

Tenias la mirada llena de barcos.
Dabas de comer
a los perros del parque
y te sabias de memoria el numero
de arboles,
a fuerza de ser viento,
de ser hoja,
de husmear
no se que estrella entre las ramas.

Eras
un raro espécimen,
una degeneración futura,
un grifo siempre yéndose,
ya ni se que decirte,
eras
algo bastante feo que me gustaba.

Te pregunto,
por preguntarte,
porque si
porque llueve
y algún entremetido te ha empuñado;
Que harías si te dejara libre,
si de un manotón quitara la montana?

De ley
irías refugiarte en la ternura,
a estrellarte en el bordo de un retrato.
A escavar en el suelo un sucio anillo
del que nacieron rosas,
lombrices,
telarañas.

Tu ,
siempre seras tu.

No habrá abracadabra que te cambie.
No habrá

reencarnación que te libre del lado de los suenos.
No habrá forma
de librarse de ti
ni estrangulándote.

Oye:
no vayas
a suicidarte.
Me es indispensable tu presencia:
triste,
desafiante.

Terminada en punta
-como una hoja-
detrás de la ventana."

Ana María Iza


Invasión 

"En perfectas escuadras de belleza
los pájaros invaden la tarde con sus alas.
La cintura del viento
se retuerce
en los brazos fornidos de los árboles
y suspiran las hojas débilmente
por los besos que crujen en las ramas.
Es sábado.
No me hace falta más para sentirme libre
en un mundo de esclavos."

Ana María Iza









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