Carta a un enemigo
               
Integra tierra que acoge
firmemente
el pie del que busca aposento
¿por qué hostilizas
con tu dureza rocosamente certera
el aire tenue, indeciso, que apenas se opone a tu vida?

No. No  me comprendes. Dirás: «Lo que dices
son cosas apenas humanas. Explica. ¿Qué quieres?»
                                                                                Y luego diré:
«Es la estrofa
primera de una trágica canción, titulada:
Diálogo
entre el aire y la tierra.»

Y si aún me dices: «No comprendo»,
te diré la segunda estrofa,
la respuesta de la tierra dolorida, expuesta a los vientos que
          asaltan
sin piedad
sus flores más entrañables, sus más tiernos capullos.
Y si aún me dices: «No comprendo»,
no me atreveré a decirte
la desnuda verdad todavía, el humano dolor que te acecha
cuando  yo me siento feliz, la tristeza que invade
cual aguda cuchilla mi pecho, cuando tu pecho
dulcemente se envuelve
en el calor de la dicha, del amor adeudado, cual si fuese un
          abrigo de rosas
auténticas.
No  me atreveré a decirte lo que siento
con pecho transparente y palabras
sin doble fondo alegórico,
y te diré,
simplemente,
la estrofa tercera:
El viajero avanza,
migratorias raíces, sus pies que se empapan
de la cálida tierra,
sostenidos por la roca paterna y sus feudos seguros.
                                                                                Pero su pecho
con dicha en el aire respira, se dilata, se ensancha,
aún alienta con gozo...

Y si aún me dices: «No comprendo»,
te miraré sin hablarte, y verás en mis ojos
un límpido claror sin odio, una lágrima tenue...

Angelica Becker


Me siento morir a veces...
               
"Me  siento morir a veces, o deseo la muerte.
Alguien me obliga a desvestirme lentamente de mis extremidades,
de mis brazos y piernas, de mi vientre y mi pecho. Una a una,
caen todas mis prendas personales en un gesto muy dulce.
Me  siento polvo, ceniza, polen de flores, viento que levemente
aún existe, llenando el espacio con su ser poco tenso.

Pero luego me veo en el espejo, veo poderosas formas humanas
que se concentran en cuerpo, en brazo, en muslo, en pecho,
          en cabeza que se alza
hermosamente  sobre el hombro, en un cuello esbelto. Veo
          vida que vive,
que respira, que incrédula toca
la fría carne del espejo, y la otra, tan cálida,
que duramente  existe e, íntegra,
desafía, con valor y perennidad, a la muerte."

Angelica Becker


Relato
               
Naciste sin quererlo.
Tu primer grito pregunta fue, y desafío
a la vida
y esa vida
te contestó con su silencio quedo.
Gris la pared amarga de la niñez entre paredes sin colores,
          entre rostros
escasamente dulces, siempre ajenos.
Ay, tu estar primero en esa frágil
madera quebradiza del vivir,
¡cuan doloroso!
Estar primero,
mustio estar en la noche.
Tu madre fue la ausencia de raíces,
tu gran amor, la soledad, la nada.
Sin conocer la luz, tus ojos ciegos,
jamás distinguen entre luz y noche,
y la mudez de aquellos labios fríos que guiaron
tus iniciales vacilantes pasos,
cerraron tus oídos al zumbante
son de la vida alegre, oh alma muda,
oh sordo corazón, sin pluma leve de un ave leve y blanca,
viajera.
Tu grave convivir con esa noche
abrió a tu sentir nocturnas sendas
de turbia y súbita subida al monte turbio
del yo, en el desierto de tu alma.
Cerradas las ventanas y las puertas, se protege
tu vulnerable ser
con sombras de la sombra.
La sola mano amiga que encontraste,
suaves los dedos de pequeño hermano, señero como tú, y
          presa
de buitres y cornejas como tú, manjar de hormigas,
te le arrancara el viento del destino.
Buscó tu soledad la compañía
y siempre halló la soledad en compañía, buscando en com-
          pañía, soledad.
Volviste a encontrar a tu hermano
en otro rostro, en otro cuerpo suave, y su ternura
fue dulce pasto de esa boca herida.
Mas  esa luz tan sólo fue prestada.
Y  sueño tan hermoso causó en tu vida acerbas pesadumbres.
Preso de tu sentir, y prisionero
de tu severo corazón sin alas, sufres
y con desdén destierras el dolor cual mala hierba, y sufres.
Hijo de la nocturnidad, engendras noche. Del dolor hijo,
el dolor regalas, suprema nada, nada dolo rosa.
Pero a la vida,
tú das las gracias, pues recibes
de ella un rotundo presente
que, pobre, da su resplandor:
                                                            ausencia.

Angelica Becker


Tenía un roscón de Reyes

"Tenía un roscón de Reyes llamado La Vida,
del que comía a todas horas, buscando el regalo escondido
en su masa tan dulce.
Es bella la vida, decía, mas yo
no la hubiera elegido,
y seguía comiendo
de su roscón de Reyes, que casi despreciaba.
Mas a veces
le quedaba un pedazo pequeño en la mano,
que deshacía
con ávidos dedos: ¿Quién me lo dio? ¿Qué contiene?
Pero tan sólo
veía la dorada superficie de dulces migas sin fondo
misterioso, sin contenido
oscuramente profundo que hubiera podido indicarle
una verdad.
(No quiso
utilizar el microscopio que a mano tenía para tales
experiencias.
Temía las verdades profundas porque son
peligrosas.)
De modo
que seguía comiendo el dulce pan de sus días,
preguntando siempre
a la vida por su regalo,
sin hallarlo jamás entre el fino pastel sabroso."

Angelica Becker






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