“El mundo no ha de ayudarte, ¡créeme! Si quieres una vida, ¡róbala!”

Lou Andreas Salomé


"En las llamadas «Casas de los Príncipes» de la calle Schelling de Múnich, donde a comienzos de 1897 me había alojado con Frieda von Bülow, había recibido, durante un tiempo, poesías enviadas por un anónimo. Reconocí a su autor por la letra de la primera carta después de la presentación que nos hiciera Jakob Wassermann, en una noche de teatro en primavera. Entonces me leyó más poemas, entre ellos las «Visiones de Cristo»; por lo que dice esa primera carta, debieron de parecerme concebidos en un tono demasiado negativo. Algunos fragmentos tuvieron que haberse publicado a la sazón en la «Gesellschaft», y haber llegado también a manos de otras personas, pero en años posteriores no logramos encontrarlos, a pesar de que la Insel-Verlag también se ha ocupado del asunto; de modo que hay que darlos por perdidos.
No hizo falta mucho tiempo para que René Maria Rilke se convirtiera en Rainer. Él y yo nos pusimos a buscar una casa en las afueras, cerca de la montaña; y una vez allí, en Wolfratshausen, volvimos a cambiar de refugio; a la primera vino con nosotros Frieda; en la segunda, una casa de labranza construida en la montaña, nos cedieron las habitaciones sobre el establo de las vacas; en la fotografía que se hizo más tarde tendría que haber salido también la vaca, pero no quiso sacar la cabeza por la ventana del establo; la labradora, en cambio, aparece delante; y justo por encima del techo puede verse con claridad el sendero, adentrándose en el paisaje; encima de todo flameaba nuestra bandera, de lienzo tosco y pintada «Loufried» con letras negras de un palmo de grandes, confeccionada por August Endell, que pronto hizo amistad con Rainer; nos ayudó también a hacer más acogedoras, con hermosos cojines, mantas y aparatos, las tres cámaras conectadas entre sí. Hacia el otoño se nos sumó por un tiempo mi marido, junto con la perra Lotte; a veces nos visitaba Jakob Wassermann, y también otros; en la primera casita, un ruso (ciertamente de no muy buen recuerdo) que había venido a verme desde San Petersburgo y con quien yo había hecho estudios de ruso.
Rainer, jovencísimo aún, había escrito y publicado ya con sorprendente profusión —poemas, relatos, y editado también la revista Wegwarten—, pero su presencia no hacía preponderantemente el efecto del gran poeta que llegaría a ser, sino que impresionaba por su peculiaridad humana. Y ello a pesar de que desde sus comienzos, casi ya desde la infancia, había presentido la tarea poética como su indisputable vocación y nunca había dudado al respecto. Pero precisamente porque ardía en esta seguridad casi onírica, no sobrevaloraba en modo alguno lo ya logrado: constituía sólo el impulso de renovados intentos de expresión cuyos esfuerzos de técnica, cuyas luchas con la palabra, casi naturalmente se le enredaban con el exceso de sentimientos —la «sentimentalidad» tenía que venir en ayuda de lo que aún no podía cumplirse cabalmente—. Este elemento «sentimental» se delimitaba frente a su ser: quedaba —diríase— dentro de la situación de emergencia técnica. Porque, por encima de ello, surgía precisamente de la enorme y esencialísima seguridad de poderse lograr poéticamente. Si bien su amigo Ernest von Wolzogen, por ejemplo, alguna vez lo invocó en broma, por carta, como «Purísimo Rainer, inmaculada María», no había sin embargo en su situación interior ninguna espera infantil-femenina, sino ya una especie de virilidad: un señorío intangiblemente delicado que le sentaba bien. Lo cual no se contradecía siquiera con su muy temerosa actitud ante lo que pudiera influirle o amenazarle, es decir, lo ajeno: sentía que eso no lo amenazaba a él, sino a aquello que sabía a su cargo y cuya custodia le estaba en todo momento encomendada. De ahí le venía una indivisibilidad de espíritu y sentidos, una vibración recíproca de ambos: el ser humano se fundía sin merma en el artista, y el artista en lo humano. Da igual dónde le sobrecogiera: era un solo sobrecogimiento que todavía no entendía para nada de divisiones y que no conocía en sí ninguna duda, ninguna trepidación y ningún juicio contrario fuera del despliegue, aún inquieto, de sus conquistas poéticas. Aquello que se designa como «gracia masculina» lo poseía por aquel entonces Rainer en alto grado, sin complicaciones en toda su delicadeza, e indestructible en la consonancia de todas las expresiones de su ser; a la sazón podía todavía reír, saberse aún acogido, sin daño y sin sospecha, por las alegrías de la vida. "

 Lou Andreas-Salomé
Mirada retrospectiva


Göttingen, 24 de junio de 1914, miércoles.

Después de dos días de ausencia (para ir a hablar con alguien) estoy de regreso hoy, e íntegramente con tus palabras y a solas con ellas ante este «viraje decisivo» que lo es y sin embargo ya no lo es, pues se preparaba desde hace mucho tiempo, casi realizado ya: tu cuerpo lo sabía, por decirlo así, antes que tú mismo, pero claro, del modo en que los cuerpos pueden saber —con una fidelidad, una rectitud infinitas, de manera que ello debía conducir a un nuevo malentendido con el espíritu por algún tiempo. ¿Sabes en qué podía reconocerse? En los ojos, ellos, que miran, que conquistan la figura única de mil matices que «todavía no había sido amada»; los ojos que querían amar transgredieron el límite que les fue impuesto y (¿te acuerdas de lo que me habías dicho?) los ojos celebraron nupcias en una mirada, no sólo en sentido poético sino, a decir verdad, en el sentido más corporal, hasta la agitación de la sangre, como si en aquellos momentos se hubiese producido mucho más que una simple mirada. (Así fue en el caso de la muchachita que se miraba en tus ojos como en un espejo, mientras se arreglaba; así, en otros casos más personales).Pero, en cuanto a los ojos, abandonados al esfuerzo de su búsqueda, más allá del límite de lo que habitualmente sólo debieran llevar al espíritu, en su ver sólo podían hacerse cada vez más corporales y, en cierto modo, aprovechándose de confusiones con hechos acaecidos (procesos subterráneos que no se realizaban en la superficie del cuerpo, dispuesta hacia lo exterior), solo podían conocer extraños tormentos; pues la «labor del corazón», al contacto con lo que no había sido más que un ver artístico, sólo podía realizarse a partir del fondo más interior. Así fue cómo ocurrió que, por ejemplo, la sangre afluyera a los ojos en forma de congestión, determinando dolorosas presiones; como si este flujo tendiera, por error, a transformar los ojos en órganos genitales, a transformarlos en aquello mismo de lo que proceden los milagros corpóreamente generadores; y sufrían, en la lucha de su sincero esfuerzo, que sólo los conducía a una disensión con el cuerpo, en lugar de procurarle la calma. Hasta que el corazón se puso a latir al ritmo del gran amor en el cual lo exterior y lo interior se unen, el amor que, de repente, se da cuenta de todos sus tesoros y los examina como a las novias.
Lo que hace el amor de este modo es obscuro, grave y magnífico, y se sitúa del lado de la vida; ¡quién osará descubrir sus primeros frutos! Por lo demás tú mismo los vivirás. No sin interrupciones ni dudas, ciertamente. Querido, mi querido viejo Rainer, creo que no debiera escribirlo aquí —por lo demás no hay nada aquí que pueda verdaderamente escribirse—, tengo la impresión de que estamos, en alguna parte, estrechamente el uno al lado del otro (poco más o menos como en Dresde cuando, consultando el indicador, de repente nos entraron ganas de volver a Múnich), apretados el uno contra el otro como niños que se cuchichean mutuamente algo doloroso o tranquilizador.
Y me gustaría seguir escribiendo, decir y seguir diciendo: no porque sepa verdaderamente muchas cosas, sino porque los acentos de tu corazón, esos acentos profundos, nuevos, los percibo en lo más profundo de mi alma (aunque de muy distinto modo que tú por el hecho de que, en cuanto mujer, una se halla enraizada, en cierto modo, en este dominio).
Si tienes que ir a Leipzig, ¿no podríamos, no deberíamos, no querríamos vernos antes, en caso de que tú quisieras, a mitad de camino, a la orilla del Rhin? Lou.

Lou Andreas Salomé
Correspondencia





"La primera rememoración inmediata de mis viejas y tempranas guerras de fe me llegó, cuando tenía 17 años.  […] Tampoco ahora le estaba yo exigiendo mucho: bastaba con que su boca muda dejase pasar un par de palabras entre sus invisibles labios. Pero el que no se aviniera a hacerlo significó una catástrofe. […] De la pérdida de Dios se derivó, por lo pronto, un efecto inesperado: en lo moral –porque con ella, en efecto, me hice bastante más buena, más obediente probablemente porque el abatimiento actuaría como un freno para todas las barrabasadas. Pero también por un motivo más positivo: por una especie de inevitable compasión por mis padres, a quienes no podía darles guerra, después de haber sido tan golpeados como yo: porque también ellos habían perdido a Dios, solo que no lo sabían."

Lou Andreas Salomé


“La sexualidad ha de entenderse como una necesidad puramente fisiológica, como el comer o el beber, una necesidad arraigada en procesos corporales estrictamente vegetativos, una fuerza animal, aunque en el ser humano se añada, en ocasiones, una idealización romántica que puede convertir el sexo en amor, pero donde lo que late en el trasfondo es el deseo de prolongar las sensaciones sexuales.”

 Lou Andreas-Salomé



"La vida humana –qué digo, la vida en general– es poesía. Sin darnos cuenta la vivimos, día a día, trozo a trozo. Pero, en su inviolable totalidad, es ella la que nos vive, la que nos inventa. Lejos, muy lejos de la vieja frase ‘hacer de la vida una obra de arte'; no somos nuestra obra de arte."

Lou Andreas Salomé




"Los más de ellos se fueron a la guerra. El profesor Freud, que tenía en el frente a "sus tres hijos y a un yerno, me escribió una vez, haciendo alusión a mi buena opinión de los hombres en general: “¿Qué me dice usted ahora de los hermanos? ¿Y podrá usted, con su jovial confianza, volver en adelante a estar alguna vez completamente alegre?” desgarrada entre los pueblos en lucha, en conflicto conmigo misma y en la más profunda soledad, sólo pude responderle: “ No”."

Lou Andreas Salomé
Mirada retrospectiva




“Me imagino que su muerte debió ser el voluptuoso coronamiento de verse a la vez convertido en agresor y víctima...”

Lou Andreas-Salomé
Sobre el suicidio de Viktor Tausk


"No es posible cambiar nada a través de la facultad del pensamiento, por mucho que se la ejercite, sino solamente por medio de una revolución del pensamiento para la cual el conocer se torne reconocer."

Lou Andreas Salomé


"No se puede dejar de predicar libertad y más libertad, y se deben derribar todos los armarios y rincones para conseguir más espacio, incluso para descubrir las voces de anhelo en personas aun cuando las expresen de forma falsa bajo la expresión de teorías hechas y justificadas."

Lou Andreas Salomé



"Nos referimos al arte o la creación artística en general, al proceso poético orientado a la práctica en el que podrían atisbarse juicios de valor narcisistas. Únicamente se necesita tiempo para recorrer esta senda a lo largo de toda una vida, siendo necesaria la lógica adaptación a las diversas experiencias e incidentes. Las huellas de la memoria han de trazar recorridos en ese mismo sentido inconsciente, actuando y derivando en ideas, palabras y pensamientos, no sólo en meras convenciones comunicativas ajustadas a la memoria estándar. La precisión extrema es sin duda el mejor triunfo de la memoria, en relación inversa a la viveza de las impresiones efectivas dirimidas en la conciencia a lo largo del periplo vital. La razón por sí misma sólo es una mera imagen poco artística, pueril, que fantasea con la realidad. Podríamos imaginar que la memoria es capaz de visualizar lo pretérito, influyendo básicamente en el carácter subversivo de la totalidad abarcada. En cierto modo el recuerdo es una pieza poética constantemente renovada en la obra lírica, convirtiéndose así la poesía en el recuerdo perfecto."

Lou Andreas Salomé



"Quiero ser libre e independiente, algo imposible con marido e hijos."

Lou Andreas Salomé


"Quizás no sea ni una casualidad ni la voz de un pajarito mágico que nos lo cuenta prodigiosamente, sino la costumbre de muchos siglos, los goces de generaciones de mujeres esclavizadas que nos susurran algo que resuena dentro de nosotras mismas. Es un idioma que ya no conocemos y que solamente podemos entender en los sueños, en los estremecimientos, en las vibraciones de las células nerviosas."

Lou Andreas Salomé
Una divagación


“Sigue siendo el narcisismo el punto del que se derivan incluso las elaboraciones más espirituales y universales, él, el nacido del cuerpo, vuelve a tener, aunque de otro modo, un suelo real bajo sus pies: la objetividad es el glorioso fin humano que, en definitiva, le hacen señas, al narcisismo como desde los sueños de la infancia, en sus condición de Eros transformado y puesto al servicio de la investigación o del progreso, del arte o de la cultura.”



Lou Andreas Salomé


“Sólo con la carga de objeto se destaca la libido como algo para sí, sólo en los contornos del objeto se perfila, por tanto, para nosotros, libidinosamente.”

Lou Andreas Salomé
El narcisismo como doble dirección



"Vamos a ver si no resulta que la mayoría de las llamadas barreras insuperables que el mundo traza vienen a ser inofensivas rayas de tiza."

Lou Andreas Salomé


"¿Y por qué los sueños deberían ser inteligentes? Creo que nuestros pensamientos sensatos contribuyen muy poco al tejido de los sueños. Todos estos pensamientos sensatos que adquirimos poco a poco, todas estas opiniones ilustradas y razonables no son casi nunca contenido de nuestros sueños. En el sueño nos valoramos de otra manera, a nosotros  y a las cosas, tal vez incoherente y confusamente, pero en todo caso con mucha sinceridad."

Lou Andreas Salomé
Fenitschka


- Yo, tal como estoy aquí, acabo de abandonar el estudio y los libros como al peor de los trabajos esclavos. Y usted, una mujer, se subyuga voluntariamente.
- ¿Y eso, por qué habría de ser un trabajo esclavo? […] ¿Eso que nos amplía el horizonte, nos abre el camino a la vida, nos hace autónomas? ¡No! Si algo se asemeja a una liberación lo es la preparación intelectual […] Para nosotras no significa ningún ascetismo ni tampoco una existencia de escritorio. ¡Qué absurdo pensar eso! ¡Justamente así nos metemos en medio de la lucha –por nuestra libertad, por nuestros derechos-, en medio de la vida! ¡Aquellas de nosotras que se dedican al estudio no lo hacen sólo con la cabeza y la inteligencia sino con toda la voluntad, con todo el ser!

Lou Andreas Salomé
Fenitschka














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