"Sari era un buen hombre con aspiraciones espirituales sinceras y se había propuesto llevar a cabo una larga peregrinación a Benarés para bañarse en el Ganges. Antes de partir, se encontró con un maestro que le preguntó:
—¿Para qué quiere ir allí?
—Para ponerme en contacto con Dios —repuso.
El maestro le ordenó:
—Dame ahora mismo todo el dinero que llevas para el viaje.
Sari le entregó el dinero, el maestro se lo guardó en el bolsillo, y dijo: —Sé que habrías acudido a Benarés y te hubieses lavado en el Ganges. Pues bien, en lugar de eso, lávate con el agua que llevo en mi cantimplora.
Sari tomó el agua y se lavó la cara y las orejas.
El maestro, satisfecho, declaró a continuación: —Ahora ya has conseguido lo que te proponías. Ya puedes regresar a tu casa con el alma serena, aunque antes quiero decirte algo más. Desde que fue construido Benarés, Dios no ha morado allí ni un solo minuto. Pero desde que fue creado el corazón del hombre, Dios no ha dejado de habitar en él ni un solo instante. Ve a tu casa y medita. Y, siempre que lo necesites, viaja a tu propio corazón."

Cuento hindú
Tomada del libro El arte de no amargarse la vida de Rafael Santandreu, página 180

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