A la Pasión

"Oh dulcísimo Jesús,
ya eres varón de dolores
que apura sangre vertida;
que amas mucho se conoce.

Si de tu pasión sagrada 
contemplando sus rigores,
no te rindiese la vida,
más dura seré que el bronce.

Tus amorosas finezas
siempre pago con traiciones,
que en mi proceder villano
es la moneda que corre:

¡ese bellísimo rostro
que selló con sinrazones
mano aleve y atrevida,
pero yo descargué el golpe!

Por cinco abiertas ventanas
quiere tu piedad que logre
el entrar a contemplar,
Dios mío, tus aflicciones.

Para saber estimar
tus afrentas y dolores
será el camino más breve
tu imitación más conforme."

Marcela de San Félix


A unas ansias amorosas

"Pues no puedo callar
ni hablar tampoco puedo,
entre callar y hablar
desahogarme intento.

Y callando lo más 
y diciendo lo menos,
podré cumplir en parte
con estos dos afectos.

Yo me abraso de amores,
sin duda yo me quemo, 
que me ha llegado así
un infinito fuego.

De cerca pudo herirme
si bien estaba lejos,
y en calor tan activo 
se deshizo mi hielo.

Es el amante mío
fino por todo extremo,
y agora, por mi dicha,
ha dado en estar tierno.

Causan efectos tales
sus regalos del cielo,
que cuando me da vida,
me la quite deseo.

Yo no entiendo sus obras, 
y sólo decir puedo
que con razón le llaman
artífice de enredos.

No sabré encarecer
lo mucho que padezco 
ni lo mucho que gozo,
todo en un mismo tiempo.

Para matar de amores
y hacer otros excesos,
sus gracias sólo bastan, 
que es hermoso y discreto,

liberal y apacible,
caricioso y risueño,
y también le hace gracia
un poquito de ceño.

Éste se quita al punto
en un abrazo estrecho,
y queda serenado
todo el hermoso cielo.

No pudiera decir, 
si el tiempo fuera eterno,
cuánto sé de su amor
y lo que yo le quiero.

Vivo con imposibles,
porque un amor inmenso 
para amarte, bien mío,
quisiera por lo menos.

Tú eres, dulce Señor
y regalado dueño,
a quien me dio el amor 
por excesivo precio.

Naciste para mí,
moriste en un madero,
quedaste en comida
de gustos verdaderos.

Este fue el non plus ultra
de tu poder inmenso;
pudo llegar aquí
de tu amor el exceso.

Más no pudo pasar 
ni hacer mayor empeño,
que en fineza tan grande
echaste todo el resto.

¿Cómo no me deshago
en agradecimiento 
comiendo tantas veces
este manjar del cielo?

Sin duda este bocado,
de bien y gloria lleno,
me hechiza y enamora 
y hace perder el seso.

Y mientras más le como,
más apetito tengo,
que aunque me sacia el alma,
la aviva por extremo.

¡Qué enamorado estabas,
querido por quien muero,
cuando, por obligarme,
te diste todo entero!

¡Qué engañados que viven 
los miserables necios,
que apartados de ti,
piensan vivir contentos!

¿Quién les comunicara
la dulzura que siento
y el deleite que gozo
teniéndote en mi pecho?

Mi bien, porque te amaran,
te diera cuanto tengo
de tus dulces regalos, y 
pasara sin ellos.

¡Oh si pudiera yo,
a costa de tormentos,
hacer que te sirvieran
cuantos te ofenden ciegos!

¡Oh si también pudiera,
con abrasado celo,
dar una voz terrible
en todo el universo

diciendo: amad a Dios, 
mirad que él sólo es bueno,
él sólo satisface
y da consuelo entero!

¿Qué utilidad sacáis
de tan viles empleos 
que os llevan tan aprisa
a un precipicio eterno?

Felicidad infame
son vuestros pasatiempos,
y gloria imaginada 
que conduce al infierno.

Volved, Señor piadoso,
esos ojos serenos,
y a tanta ingratitud
no castiguéis severo,

que esta mía mayor
con razón considero,
pues que debiendo más,
os pago tanto menos.

Pero volviendo ya 
a tratar del incendio
que causa en mí tu amor,
se templará este afecto.

¿Sabes que me imagino,
y aun lo tengo por cierto, 
que estás flechando el arco
cuando dices requiebros?

Presumo que saetas
arrojas a mi pecho
cuando con tus caricias 
se derrite de tierno.

Acaba de enfermarme
o matarme, te ruego,
pues el morir de amor
es sólo mi remedio.

Y en tanto, vida mía,
que tanto bien merezco,
no dejes de aliviarme
con avivar el fuego.

¡Oh si creciera tanto
la llama de este incendio
que abrasara en tu amor
a todo el mundo luego!

¡Oh si viesen mis ojos
que con afecto tierno 
te amasen cuantos viven
en este vil destierro!

No quiero que me des
otra gloria ni premio
sino ver que te busquen 
y aspiren a tu reino."

Sor Marcela de San Félix


Romance al buen empleo del tiempo

"¡Oh cuánto pierde quien pierde
el preciosísimo tiempo!
¡Oh cuánto gana quien gana
sus instantes y momentos!

Toda la plata y el oro 
y diamantes de más precio
no valen lo que un instante
que se gasta para el cielo.

¡Oh tiempo, riqueza suma
a quien te estima! Yo creo 
que ni un solo respirar
no le exhale sin provecho.

¡Oh infelicísima vida
la que he gastado sin miedo
de la cuenta que he de dar 
del instante más pequeño!

Las coronas y las mitras,
y aun las tiaras, es cierto
que son la misma desgracia
si desperdician el tiempo.

¡Oh si licencia les dieran
a los que gastaron, necios,
el tiempo, sin granjear
que volviesen a sus cuerpos!

Con provechosa codicia, 
divinamente avarientos,
guardarían los instantes
como antes los dineros.

Para adquirir y ganar
vivimos este destierro, 
y nuestros censos y juros
son los espacios del tiempo.

Depende una eternidad
de solo un instante incierto:
¿Pues cómo se pasa instante 
sin dar pasos a lo eterno?

¡Oh si me diesen a mí
tiempo en que llorar el tiempo
que tan sin cuenta he gastado
todo lo mejor del tiempo!

De mi tiempo mal gastado,
Dios mío, [a] aquel tiempo apelo
que dispuso tu piedad
el que yo llegase a tiempo.

A sus vanas alegrías 
llama el malo pasatiempos,
y tiempos que así se pasan
traerán tristeza a su tiempo.

¡Oh si todos entendiesen
el que no es ahora tiempo 
de gozar! Que al padecer
sea dedicado este tiempo."

Sor Marcela de San Félix



"Todo cuanto el mundo ofrece
en sus vanas esperanzas
apenas son apariencias
pues al comenzar acaban."

Sor Marcela de San Félix







No hay comentarios: