cuerpo

cuerpo

que te sea leve el peso de las estrellas

y de tu boca irrumpa la inocencia desnuda

de un lirio cuyo tallo se extiende y

ramifica más allá de los cimientos de la casa


abre la ventana mírate

deja que el mar inunde los órganos del cuerpo

fuego se propaga en la punta de los dedos y toca

levemente lo que debe ser preservado


miro mis manos y leo

lo que el viento norte escribió sobre las dunas

 me levanto del fondo de ti humilde llama

y en un sollozo de la respiración sé que estoy vivo

soy el epicentro del mundo

Al Berto



EL PEQUEÑO DEMIURGO


escribo barco y una quilla hiende el vastísimo mar
y los árboles crecen de los espacios de niebla
entre mirada y mirada se mueven
animales presos a la tierra con sus plumajes de hierro
y de rocío de oro cuando la luna se eclipsa
comunicándoles el celo y la nómada alegría de vivir

pienso otoño o invierno
y el fuego resinoso de los pinares se escurre sobre el rostro
sobre el cuerpo en tímidos gestos
éste es el tiempo
del capricornio reducido al escondrijo tatuado
en el ala mineral del ave en pleno vuelo y digo nubes
relámpago hierba aguas
hombre
escalofrío océanos sal exhaustos cuerpos
trashumantes pasiones digo
y surge irrumpe se escurre se yergue se mueve vive
muere
mas que nadie piense que es sencillo nombrar
colocar y desordenar el mundo

para que no se apague esta trémula escritura
necesito el sueño y la pesadilla
la proximidad vertiginosa de los espejos y
pernoctar en el fondo de mí con las manos sucias
por el arduo trabajo de construir los gestos exactos
de la alegría que por descuido dios abandonó al cansancio
al fin del séptimo día

fueron breves y espantosas las noches de amor
y regresar de aquella intimidad le deshilachaba el cuerpo
habitado aún por titubeantes manos

estaba desnudo
sin agua y sin luz que le enseñase cómo era
o cómo podría construir la perfección

los días se fueron consumiendo color de plomo 
en la búsqueda incesante de otra amistad
que le prolongase la vida

y una vez despertó
caminó lentamente por encima de la edad
tan lejos como pudo
a donde fuera posible inventar otra infancia
que no le dañara el corazón

Al Berto



"Escribo con un solo fin: el de salvar cada día."

Alberto Raposo Pidwell Tavares, adoptó el seudónimo de Al Berto



"La tempestad, la del alma que se apaga, y la que precipita el relámpago entre las nubes de plomo, surge de la pared. Visión del cuervo fulminado, visión de Samarcanda ardiendo. Queda, última, en el interior de tu propio cuerpo.
¿Qué vemos desde la cima del espiral interrumpida? 
¿Qué paisaje suspendido al precipitarse desde un lugar sin fin?
Una fuente corre, incesante, hacia el laberinto de la memoria. Hay en ti un silencio donde alguien dejó caer un sol, una resonancia de pasos que se alejan, una espera... porque la permanencia de la muerte, y la vida entera, están adormecidas en el exiguo espacio del cuerpo.
Y en este abandono tatué un rostro, un rostro de ceniza que busca el cántico del corazón, e injerté un tronco de luz. Sustituí tu cabeza y tus manos por una corriente de aire. Después te dejé flotar en una órbita alrededor de mi pensamiento.
Te abrí los ojos con la punta de un cuchillo, y en el fondo de ellos, quemé la lengua. 
Coloqué una rosa seca en el lugar de la pasión.
Pero si navegaras por la ruta de los grandes sueños, no encontrarías nada. Sólo arena - donde tus antiguos pasos marcaron a sangre la desolación de los días, las inútiles travesías de las ciudades y de los continentes."

Al Berto



Oficio de amar

 ya no te necesito

tengo la compañía nocturna de los animales y la peste

tengo la semilla enferma de las ciudades erigidas en el

umbral de otras galaxias y el remordimiento


un día presentí la música estelar de las piedras, me

abandoné al silencio

es muy lento este amor que avanza con el latir del corazón

no, no necesito más de mí

poseo la enfermedad de los espacios infinitos

y los secretos pozos de los nómadas

asciendo al conocimiento pleno de mi desierto

he dejado de estar disponible, perdóname

si cultivo regularmente la añoranza de mi propio cuerpo

Al Berto
Versión de Cidália Alves Dos Santos y Javier García Rodríguez



y al anochecer

 y al anochecer adquieres nombre de isla o de volcán
dejas vivir sobre la piel a un niño de fuego
y en la fría lava de la noche preparas el cuerpo
para la paciencia el amor el abandono de las palabras
el silencio
y el difícil arte de la melancolía

Al Berto




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