"Aquellas manos estaban heladas, yertas; no era la frialdad del mármol ni de la nieve, era la frialdad de la carne helada, la frialdad de la muerte.
Ella quiso esquivarlo, pero él la enlazó por el talle y la apretó entre sus brazos. Parecía vencida, dejaba caer la cabeza sobre su hombro, los cabellos ceniza cosquilleaban la mejilla de Fernando, semejantes a una lluvia de copos de nieve que le daban una sensación agradable. Besó el rostro helado, iluminado por la luz fría de los ojos de esmeralda y la luz de la luna, que lo hacía un poco cárdeno, poniendo manchas violáceas en las sombras de las facciones. La besaba loco, apasionado, como si quisiera darle calor y vida con sus besos, mientras que sus manos corrían apreciando febriles las magníficas curvas del busto de estatua.
Los ojos se habían entornado, elevando hacia arriba la pupila, que brillaban como un hilo de luz encendida a través de la pequeña abertura: luz de su alma. Bebía él con sus labios aquella luz fría, rostro con rostro, sin lograr darle calor. No sentía el aliento de Blanca. Era como si no respirase… Decidido a consumarse en la pasión, unió sus labios a los suyos… Sus brazos se abrieron, se apartó de ella, que cayó desfallecida en el banco, y se apoyó en el tronco de un eucalipto para enjugar el sudor que corría por su rostro.
En aquel beso de amor había percibido claramente el vaho frío y pestilente de un cadáver.
Cuando se recobró, quiso disimular su impresión. Al mirarla tan bella, tan blanca, abandonada como en éxtasis, sin haber pronunciado una palabra ni hecho un movimiento, se arrepentía de aquel arranque, hijo de una impresión falsa, seguramente. Era preciso hacerle creer en su caballerosidad, ya que, contagiado de frío, no podía volver a encontrar los ardores de su pasión."

Carmen de Burgos
La mujer fría


“Detesto la hipocresía y como soy independiente y libre y no quiero que me amen por cualidades que no poseo, digo siempre todo lo que siento y me antoja. Así los que me quieren, me quieren de veras. Los que me detractan por la espalda, se quitan el sombrero delante de mí. Jamás pensé en el medro personal a costa de mi libertad o de abjurar de mis convicciones.”

Carmen de Burgos y Seguí


"El progreso verdadero de los pueblos está en la ética."

Carmen de Burgos







“El mal social proviene de la ignorancia y del oscurantismo, la salvación está en la educación y en el trabajo. La regeneración de España se sostendrá en una existencia sana, en armonía con la naturaleza, ilustrada, luminosa y tolerante”. “Mis aspiraciones son que sobre los cimientos de esta sociedad arrasada, se levante la sociedad del porvenir… De hombres libres y buenos… Sin más código que el espíritu de justicia grabado en sus corazones, ¿es una utopía?. Espero que no, el progreso verdadero de los pueblos está en la ética, nada de ñoñeces ni de convencionalismos; leyes humanas basadas en la misma naturaleza, amor de hermanos para todos; que los derechos individuales se acaben en donde principie el dolor ajeno.”

Carmen de Burgos


"… En algunos momentos, ella sola, frente a la hostilidad de todos, llegaba a convencerse de que era exigente, demasiado, inadaptada, romántica, que era culpa suya el no saber acomodarse al gusto de su marido y crear mayores simpatías. Rompía todos los modelos asignados a la mujer, no sólo en los estrechos límites de su ciudad, sino en los de la sociedad de su tiempo. Su actitud no podía ser entendida, generaba perplejidad y desconcierto, y comenzó a ser censurada."

Carmen de Burgos
La malcasada


"Hay que vivir en el paisaje interior de nuestras almas."

Carmen de Burgos



"La guerra, fiera monstruosa, voraz, insaciable, siempre con las fauces abiertas, se lo tragaba todo Se necesitaban hombres, hombres, más hombres; la victoria había de alzarse sobre un montón de cadáveres."

Carmen de Burgos
Pasiones



"La mujer no puede continuar siendo una masa inerte al lado de la actividad social masculina, sino que aspira a compartir con el hombre obligaciones al mismo tiempo que derechos; en una palabra, quiere tornarse la criatura consciente y digna llamada a colaborar y preparar un porvenir dichoso."

Carmen de Burgos


"Los arrieros, con las bestias ya aparejadas, advirtieron la necesidad de partir. El sol iba bajo y una espesa niebla que se levantaba del valle subía hasta más de la mitad de los montes.
Era un paisaje nuevo y extraño el que se les ofrecía. Los valles y los barrancos quedaban ocultos, llenos de aquel blancor lechoso, fluido como una hube. Era como un mar, y los picos de los montes figuraban un arrecife de cimas peladas e imponentes. El sol tornaba los vapores grises en púrpura y rosa, incendiándolos con sus oros. Parecía como un gran globo rojizo iluminando un mundo nuevo.
Aquellas cimas tomaban esas figuras extrañas de las cumbres de las montañas en la perspectiva; uno de los montes, más allá del Paño, que quizás pertenecía ya a Francia, parecía un obispo con el báculo al lado y la mitra en la cabeza, dejando recortarse en el rostro sobre el fondo del cielo la aguda barbilla y la gran nariz aguileña, como sobre un monumental sepulcro gótico.
Don Julián, con su empeño de dar a conocer a los forasteros aquella hermosa tierra, les contaba la historia de la carretera que cruzaban. Se le debía a uno de los antiguos y famosos contrabandistas que pasaban por lo más abrupto de aquellas montañas las cargas de contrabando. Era en los tiempos, que ya parecían fabulosos, de Femando VII. Lo llamó un general de la época y le dijo: «Si nos dejas tranquilos te haré capitán de miqueletes». Pero el contrabandista tuvo un rasgo de diputado: «Me contento con que se abra la carretera que necesita mi pueblo». El general le escribió al rey, la carretera se abrió y el contrabandista, retirado y viejecito, paseaba por la carretera todas las tardes, como si fuera el más bello jardín aquel camino tan largo, tan largo, que se abrió por su influencia y que había respetado, renunciando al contrabando, con la misma pena que los marinos al mar.
Pero la mayoría de los expedicionarios, dominados por el cansancio y la pesadez de la digestión, no prestaban atención a las palabras de don Julián ni a la belleza del paisaje.
El regreso continuaba lento, silencioso, pesado. Domingo trató muchas veces, exponiéndose a rodar un barranco, adelantar su cabalgadura para caminar al lado de Aurelia. Pero la joven parecía tan hermética, tan incomprensible, que lo desesperaba. Hubiera querido ver en ella un movimiento de simpatía, algo espontáneo, en vez de aquel disimulo. Llegaba a dudar si su indiferencia no sería fingida, sino verdadera."

Carmen de Burgos
Los espirituados




"Me siento invadida de una tristeza profunda. El soldado en campaña inspira un sentimiento de respetuosa ternura, que no sentimos al contemplarlo en tiempos de paz. Todos los días, al verlos salir con el convoy, morenos, sudorosos, llenos de polvo, experimento algo semejante a la tierna piedad que parece desprenderse del ambiente de amor y lágrimas con que los rodea el recuerdo de las madres y las amantes lejanas. La despedida de dos amigos va envuelta en la incertidumbre de volverse a ver. No hay seguridad en estos momentos."

Carmen de Burgos



"Muero feliz porque muero republicano. Griten , amigos, conmigo: ¡Viva la República!"

Carmen de Burgos
Según el diario “El Sol” fueron sus últimas palabras



"—No seas tonta, Dolores, y no te abatas así —solía decirle—. Yo comprendo que es triste que tu marido no te atienda como tú te mereces y ande por ahí con querindangas. Pero no sabes tú lo que hacen otros. Después de todo nada te falta en tu casa, y no se mete contigo. Créete que lloras sólo con un ojo.
Dolores asentía. ¿A qué quejarse? No pudiendo ser dichosa se conformaba con verse libre de las caricias de su marido. Era aquello lo que buscaba con el divorcio. Le bastaba con poseer el dominio de su cuerpo, con no tener que envilecerse en una unión sin amor; con no verse obligada a cumplir aquella obligación que las damas devotas llamaban el débito conyugal.
Era aquello la mayor monstruosidad con que emporcaba el matrimonio. Al verse libre de ella, pensaba en que verdaderamente era feliz."

Carmen de Burgos
La malcasada


"Se quiere comparar a toda mujer solo con los hombres de genio, y no se compara nunca a los ineptos y mediocres con las mujeres geniales."

Carmen de Burgos y Seguí
Tomada de la exposición Invitadas del Museo del Prado 2020



"Una de las cosas que preferentemente deben llamar la atención de la sociedad, por su gran importancia y necesidad, es la cultura y educación de la mujer, de la que depende la civilización y el progreso de los pueblos. Ocuparse de la educación de la mujer es ocuparse de la regeneración y progreso de la humanidad."

Carmen de Burgos y Seguí también conocida como Colombine
Párrafo extraído de la "Memoria" que acompaña al programa de gramática, filología y literatura castellana que presentó al Tribunal de oposiciones que la examinó en Almería el 20 de julio de 1899


"Yo era una mujer armada sólo con un bloc de notas  y un lápiz que quería recoger los testimonios de los soldados en el frente  de guerra. Fue una larga noche la que pasé con ellos, una noche en las estrechas galerías llenas de arena, fango, suciedad y desesperación que es con lo que están hechas las trincheras. Nos mantenían despiertos los disparos de las ametralladoras  y los cañonazos a pocos metros de nosotros. Los soldados españoles fueron muy amables conmigo, me prepararon  té y me lo sirvieron sobre una caja de municiones y luego  me contaron sus vidas, su miedo a la muerte, la  nostalgia de su hogar , de la patria y de sus mujeres."

Carmen de Burgos
Palabras extraídas del documental "Carmen de Burgos ¡el Soldado Colombine!"


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