Adiós, Bristol, inmunda ciudad de ladrillos
Amantes de la riqueza, adoradores del engaño,
Rechazaron a puntapiés al niño que divulgó
viejas acusaciones,
Y que por querer aprender pagó con una fama vacía.
No permitas que me equivoque.
Ten misericordia, Cielo, cuando deje de vivir.
Y perdonen este último acto de miseria.

Attila József



Junto al Danubio

"Sentado en la piedra más baja del muelle,
vi como navegaba una cáscara de sandía.
Apenas escuchaba, sumergido en mi suerte,
el rumor de la superficie y el silencio del fondo.
Como si de mi corazón arrancara su curso,
era turbio, grande y sabio el Danubio.

Igual que los músculos cuando el hombre trabaja,
limando, martillando, cavando, levantándose un techo,
saltaban, se estiraban y enervaban
cada movimiento y cada ola.
Y, como mi madre, el río me mecía, me contaba cuentos
y lavaba todas las ropas sucias de la ciudad.

De pronto empezó a lloviznar
y, como si todo diera igual, escampó.
Tal como aquel que mira la lluvia prolongada
desde una cueva, contemplé el horizonte:
como una indiferente, eterna lluvia, iba cayendo
el pasado ya descolorido.

Corría el Danubio. Y como un nino en el regazo
de una madre fértil y abstraída,
jugaban graciosas las olas
y llegaban sonrientes hasta mí.
Así se estremecían en la corriente del tiempo,

como las tambaleantes lápidas de un cementerio."

Attila József


Mi madre

"Tomó en sus manos el tazón
un domingo al atardecer,
sonrió en silencio
y se sentó un rato en la penumbra.

En una olla pequeña trajo a casa
la ración que le dieron los señores,
y al acostarnos yo pensé
que ellos se comen la cazuela entera.

Mi madre era menuda, murió pronto
porque las lavanderas mueren pronto;
la carga hace temblar sus piernas
y la cabeza les duele de planchar.

¡Qué paisaje el montón de ropa sucia!
y el vapor como un juego de nubes sosegante.
Y para la lavandera
cambiar de aire era irse al desván.

La veo, se detiene con la plancha.
El capital desvencijó su frágil estatura
cada vez más delgada
¡Piensen en ello, proletarios!

De tanto lavar su espalda se encorvó.
Yo no sabía que mi madre era tan joven.
En su sueño llevaba un limpio delantal,
y el cartero entonces la saludaba."


"Mi maestro me guía desde dentro."

Attila József


“¡No hago pactos! ¡Déjenme ser feliz!”

Attila József



Oda
(fragmento) 

3.
Te amo como a su callada madre el niño,
como las grutas a sus profundidades,
como las salas a la luz,
como el espíritu a la llama y al descanso el cuerpo.

Guardo tus sonrisas, tus vaivenes, tus palabras
como la tierra guarda los objetos que en su seno caen.
En mis instintos he grabado,
como los ácidos en el metal,
tu dulce imagen:
colma allí tu criatura todas las cosas esenciales.

Los instantes ruidosamente pasan,
pero tú quedas, muda, en mis oídos.
Las estrellas se encienden y descienden,
pero tú te detienes en mis ojos.
Como el silencio en una gruta
tu sabor flota cálido en mi boca,
y tus manos, alzando un vaso de agua,
sobre ellas su fina red de venas,
recomponen el alba por momentos.

Attila József


¡Oh, máquinas, pájaros, frondas, y estrellas!,
nuestra estéril madre pide a gritos parir.
Querido amigo, cariñoso amigo, 
puede resultarte terrible o maravilloso, pero 
no soy yo quien grita, es la tierra que ruge.

Attila József



Saludo a Thomas Mann

"Como el niño que ya quisiera descansar
y ha llegado a la calma del lecho del hogar
y todavía pide: “¡No te vayas y cuenta!”
(que así la oscura noche no lo asirá violenta),
mientras su corazón palpita atormentado
sin saber qué prefiere, si estar acompañado
o escuchar que le cuenten historias formidables,
nosotros te pedimos que te sientes y hables.
Háblanos como ayer, aunque no lo olvidamos.
Di que estás con nosotros y nosotros estamos
contigo, todos los que respetamos tu nombre
y tenemos problemas a la altura del hombre.
Tú que sabes muy bien que el poeta no miente,
háblanos de la luz que brilla en nuestra mente
y, allende lo real, muéstranos la verdad.
Así juntos podemos vencer la oscuridad.
Has que, como Hans Castorp, que veía a través
del cuerpo de madama Chauchat,
podamos escrutarnos en esta noche.
Por tu hablar melodioso no pasa el ruido.
Háblanos de lo malo y hermoso,
que del luto al anhelo pueda el pecho ascender.
Al pobre Kosztolányi (3) enterramos ayer
y, como abrió en su cuerpo el cáncer un abismo.
Estados-Monstruo roen sin tregua al humanismo.
¿Qué más vendrá, inquirimos –las almas de horror plenas-,
de dónde nos azuzan nuevas ideas-hienas?
¿Hierven nuevos venenos que quieren infiltrarnos?
¿Y hasta cuando habrá un sitio en que puedas hablarnos?
Queremos que, al oírte, no nos abandonemos
y que todos los hombres como tales quedemos,
y que nuestras mujeres sean libres y hermosas
-todos seres humanos- pues ahora estas cosas escasean.
Maestro, siéntate y haz tu cuento.
Te escuchamos. Y algunos estarán muy contentos
no más que de mirar, aquí frente a estos bancos,
a un europeo entre los blancos."

Attila József


"Yo te quiero mucho porque a tu lado encontré la forma de volver a quererme."

Attila József




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