"Lavar no es todo lo que hacemos: Al igual que ustedes, cambiar de Trabajo muchas veces debemos. De la suciedad del peltre nuestra Ama se queja y debemos limpiarlo hasta que limpio quede…¡Ay! Nuestras Tareas no tienen fin: En el latón y el hierro nuestras Fuerzas dejamos, con nuestras cansadas manos y dedos raspamos y rasgamos; Todo esto con Paciencia soportamos y Teñidas de Polvo y Mugre terminamos." 

Mary Collier
The Woman's Labour 


“Una mañana de invierno, las mujeres de la aldea se despiertan temprano y, como está previsto, van a la “casa grande” para el lavado (“nuestro trabajo asignado”). No pueden entrar porque la empleada doméstica está agotada con el “trabajo del día anterior” y lleva tiempo despertarla. El lavado (“cambricks y muselinas […] cintas de raso y puntillas […] camisas de Holanda, volados y flecos”) lleva todo el día, ya que la revolución del consumidor ha cambiado la naturaleza del trabajo del sirviente. La dueña de casa aparece al mediodía, tal vez con un tazón de refresco para todas las mujeres, pero principalmente para quejarse y retarlas sobre que tienen que tener cuidado con los volados y las cintas de raso,  con el uso del fuego y el jabón, y para quejarse sobre artículos perdidos en los lavados anteriores. Las mujeres trabajan hasta el atardecer, a veces teniendo que “terminar el día de verano a la luz de vela”; para este momento “la sangre corre y gotea por/Nuestras muñecas y nuestros dedos”. Este lavado estacional pagaba “seis peniques u ocho peniques.”

Mary Collier
The Woman's Labour 

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