"—Bueno —dijo Matthew—, pues la gente escogió a Azazel para que expiase todos los pecados, porque era diferente y porque le tenían miedo. Aarón puso las manos sobre la cabeza de Azazel, luego un hombre se lo llevó a rastras hasta el interior del desierto atado al extremo de una cuerda y lo arrojó por un precipicio. Todo el mundo bailó, cantó y gritó en hebreo algo así como: “Estupendo, es el final, todos nuestros pecados han sido expiados.” Pero resultó que no era así, porque Azazel sobrevivió. Estaba herido, maltrecho, pero todavía con vida. Y Azazel se pasó veinte años vagando por el desierto como un nómada, como un vagabundo, y durante todo ese tiempo tuvo los pecados combinados de todas aquellas personas, de toda la tribu de Israel, encerrados dentro de él. Sin haber cometido ninguna falta propia, Azazel era la encarnación de la maldad. Mataba ovejas y camellos, violaba a mujeres, a niñas pequeñas, perros, a muchachos; pero no se le puede culpar por ello. Hay que culpar a Dios, hay que culpar a Aarón, porque Azazel había hecho que la tribu de Israel quedara absuelta de toda culpa, fuera lo que fuese. Azazel había asumido todos sus vicios, todas sus perversiones, todas sus culpas."

Graham Masterton
La pesadilla


"Michael llegó al clímax, un clímax bombeante, espeso y blanco, chorro tras chorro. Megan, presa del éxtasis más extraño, dirigió la eyaculación hacia su propia cara: las pestañas, las mejillas, el pelo, los labios. Cuando todo hubo terminado parecía que la hubiesen decorado con temblorosas perlas."

Graham Masterton



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