"El hecho de que los territorios de la Atlántida hayan representado una realidad geográfica vinculada al equilibrio isostático existente, durante el último período glacial, entre las masas continentales de Europa, de América y de Groenlandia por una parte y el área de la cuenca del Atlántico por otra, puede ser confirmado por la particular conformación actual del fondo del propio Atlántico, que presenta —a lo largo de toda su parte media— una dorsal que se extiende durante miles de kilómetros de norte a sur, un verdadero relieve submarino que actúa como un balancín, un contrapeso surgido para equilibrar a través de su movilidad las diferentes fuerzas de presión ejercidas por las masas continentales y por la cuenca oceánica sobre la capa fluida inferior; y fue precisamente el alzamiento de esta dorsal el que hizo aflorar los infortunados territorios de la Atlántida, cuyos últimos restos pueden reconocerse en los cuerpos insulares de las Azores y de las islas Canarias, que en aquellos tiempos constituían las partes más altas de todo el archipiélago."

Silvio Valeri
Tomada del libro Atlántida de Roberto Pinotti, página 71, Editorial: Ediciones Luciérnaga


"La desaparición de las enormes masas de hielo acumuladas sobre los territorios de Europa y de América septentrional provocó, como consecuencia directa, el hundimiento de las islas de la Atlántida por la ruptura del equilibrio tectónico existente entre la zona oceánica atlántica y las dos masas continentales de Europa y de América, ambas sujetas, durante el último período glacial, a las enormes presiones ejercidas por el peso de la inmensa acumulación de hielo que se había depositado sobre los dos continentes durante aproximadamente setenta mil años, un inmenso conglomerado cuya altura oscilaba entre los 2.000 y los 3.000 metros: un verdadero e impresionante sistema montañoso que se extendía desde el polo Ártico a lo largo de miles de kilómetros en dirección sur hasta latitudes que rondaban los valores medios de 50 grados."

Silvio Valeri
Tomada del libro Atlántida de Roberto Pinotti, página 116







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