"Estoy segura de que si el diablo existiera, él querría que sintiéramos mucha pena por él."

Martha Stout

"Imagine ―si puede― no tener conciencia moral alguna, ningún sentimiento de culpa o remordimiento sin importar cuáles sean sus actos, ninguna preocupación por el bienestar de desconocidos, amigos o incluso miembros de su familia que lo limite en su accionar. Imagine no luchar contra la vergüenza, ni siquiera una sola vez en la vida, sin importar qué tipo de acto ególatra, perezoso, dañino o inmoral haya cometido.   Y pretenda que el concepto de responsabilidad le sea desconocido, excepto como una carga que otros parecen aceptar sin chistar, como tontos incrédulos.   Ahora añádale a esta extraña fantasía la habilidad de ocultarle a otras personas que su constitución psicológica es radicalmente diferente de la de ellas. Dado que todos simplemente asumen que la conciencia moral es un rasgo universal en los seres humanos, ocultar el hecho de que usted carece de ésta no requiere de casi ningún esfuerzo de su parte.   La culpa o la vergüenza no frenan ninguno de sus deseos, y nunca nadie lo enfrenta por su sangre fría. Para los demás, el agua helada que corre por sus venas es tan extraña, tan ajena a lo que ellos viven, que rara vez sospechan siquiera de su condición.   En otras palabras, usted se encuentra completamente libre de trabas internas, y su libertad desenfrenada para hacer lo que le plazca, sin punzadas de conciencia, juega en su beneficio y permanece invisible al resto del mundo.   Usted puede hacer absolutamente todo lo que se le antoje, y aun así la extraña ventaja con que corre sobre la mayoría de las personas, cuya conciencia moral las lleva a comportarse debidamente, seguramente pase desapercibida.   ¿Cómo vivirá usted su vida?   ¿Qué hará con esa ventaja tan grande y secreta, y con la correspondiente desventaja de los demás (es decir, la conciencia moral)?   La respuesta dependerá en gran medida de cuáles sean sus deseos, porque no todas las personas son iguales. Incluso existen diferencias entre los individuos extremadamente inescrupulosos. Algunas personas ―con o sin conciencia moral― prefieren la tranquilidad de la inercia, mientras que otras están llenas de ambiciones y de sueños desenfrenados. Algunos seres humanos son brillantes y talentosos, otros tienen un intelecto menos agudo, y la mayoría, con o sin conciencia moral, se encuentra en algún punto intermedio. Existen individuos violentos y no violentos, o aquellos que se ven motivados por una codicia sangrienta mientras que otros poseen otras preferencias. […]   Siempre y cuando nadie lo detenga por la fuerza, usted puede hacer absolutamente todo lo que le plazca.   Si nace en el momento adecuado, con acceso a alguna fortuna familiar y con un talento especial para suscitar el odio y el sentido de privación en los demás, puede arreglárselas para asesinar a una gran cantidad de personas sin que éstas lo sospechen siquiera. Si goza de la suficiente cantidad de dinero, puede lograr esto a distancia mientras toma palco en un lugar seguro y observa con satisfacción […].   Esta idea es descabellada y atemorizante, pero real en aproximadamente el cuatro por ciento de la población. […]   Se estima que el índice del trastorno alimenticio denominado anorexia corresponde al 3,43 por ciento, y se lo considera casi una epidemia. Sin embargo, esta cifra es ligeramente inferior al índice de incidencia de la personalidad antisocial. Los trastornos más serios clasificados como esquizofrenia ocurren sólo en aproximadamente el uno por ciento [de la población] ―tan sólo un cuarto del índice de la personalidad antisocial― y los centros destinados al control y la prevención de enfermedades aseguran que el índice de cáncer de colon en los Estados Unidos, considerado “alarmantemente elevado”, es de aproximadamente 40 por cada 100.000 individuos, es decir, cien veces menor que el índice de personalidad antisocial.   La alta incidencia de sociopatía en la sociedad ejerce una gran influencia en el resto de nosotros, que también debemos vivir en este planeta, incluso cuando no hemos sufrido traumas clínicos. Los individuos que componen ese cuatro por ciento agotan nuestras relaciones y cuentas bancarias, y aplacan nuestros logros, nuestra autoestima y hasta nuestra paz en la Tierra.   Aun así, es sorprendente ver que mucha gente no está en absoluto informada acerca de la existencia de este trastorno y que, cuando sí lo está, piensa que se trata únicamente de psicópatas violentos (asesinos, asesinos seriales, asesinos de multitudes), personas que han violado la ley en muchas oportunidades y que, de ser atrapadas, irán a la cárcel o serán condenadas a la pena de muerte por nuestro sistema judicial [4].   Por lo general, no somos conscientes de la gran cantidad de sociópatas no violentos que existen entre nosotros, ni somos capaces de identificarlos. Son personas que, por lo general, no quebrantan la ley de manera evidente, y en contra de quienes nuestro sistema judicial formal proporciona poca protección.   La mayoría de nosotros no sería capaz de imaginar paralelo alguno entre el hecho de concebir un genocidio étnico y el de mentirle a un jefe acerca de un compañero de trabajo sin sentir culpa. Pero esa correspondencia psicológica no sólo existe, sino que además es escalofriante. El vínculo simple y profundo que une estas dos mentiras es la ausencia del mecanismo interno que nos golpea, emocionalmente hablando, cuando realizamos una elección que consideramos inmoral, falta de ética, negligente o egoísta.   La mayoría de nosotros nos sentimos ligeramente culpables si nos comemos la última porción de pastel que quedó en la cocina, por no mencionar lo que sentiríamos si nos dispusiéramos a lastimar a otras personas de manera intencional y metódica.   Aquellos que carecen de conciencia moral conforman un grupo aparte, ya sea que se trate de tiranos homicidas o de simples malhechores.   La presencia o ausencia de conciencia moral es una característica que divide profundamente a los seres humanos, en forma quizá más significativa que el grado de inteligencia, la raza o incluso el género.   Lo que diferencia a un sociópata que vive del trabajo de los demás de un ladrón que roba una tienda de vez en cuando, o de un malandro aficionado de hoy en día ―o a un matón ordinario de un asesino sociópata― no es más que el estatus social, la motivación, el intelecto, las ansias de sangre, o simplemente las oportunidades que se le presenten.   Lo que distingue a toda esta gente del resto de nosotros es un completo vacío en la psique, allí donde deberían encontrarse las funciones humanas más evolucionadas."

Martha Stout
El vecino sociópata
Tomada del libro La ponerología política de 
Andrzej Łobaczewski, página 14






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