“A mí me dieron el papel de inglés, quizá por lo alto y delgado. Me vistieron como tal: me sentía muy raro, con pantalones arremangados, un sombrero de caza y una cámara de cartón… Yo tenía que tirarme al ruedo y hacer como que filmaba. Con una bicicleta y una manta simularon el toro con los cuernos. La obra tuvo éxito; los alemanes se rieron mucho.”

Francisco Bernal



“El invierno en Ebensee era muy frío. Los presos iban a los túneles y trabajaban muy duro sin apenas comida. Los que estábamos entonces fuera de las obras, como yo, que era el zapatero del campo, el relojero y pocos más, repartíamos las sopas de mediodía, un pan para varios y un poco de margarina.”

Francisco Bernal


“En Ebensee había un comandante de las SS terrible”, recuerda Bernal. “Un día mató a tiros a 31 presos, entre ellos un español. Por capricho, solo por capricho. Siempre estaba paseándose con el látigo en la mano, una trenza de cuero que llevaba en el centro una varilla fina de acero flexible. Como yo era el zapatero, lo tuve en mis manos varias veces para arreglarlo.”

Francisco Bernal


“Había bastantes polacos, que nos tenían manía y decían de los españoles: ‘Ateo, caput’. Yo les decía que había hecho la primera comunión, igual que ellos…”

Francisco Bernal


“Nos engañaron. El viaje duró 35 horas. Un compañero que miraba a través de la pequeña rendija del vagón dijo: ‘Me parece que, en vez del paraíso terrenal, vamos al infierno porque nos esperan los SS con una calavera en la solapa de los uniformes y llevan cuatro perros lobos”. Los recibió Bachmayer, el jefe del campo. “Cuando llegamos los primeros españoles, dijeron: ‘Los abogados, que levanten la mano…’. Nadie. ‘Los bélicos, que levanten la mano…’. Uno. ‘Médicos…’. Alguno. ‘Y ahora, albañiles y carpinteros…’. Casi todos. ‘¡Pero quién es esta gente que me han traído aquí!’. Delante de la masa proletaria, estaba muy cabreado.”

Francisco Bernal













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