Dédalo

¡Fiebres jaldes, fiebres del icor, del lentor,
fiebres del telúrico puerperio,
sobre la tierra monda, aguazal de míseros,
corrupto,
donde aún sobrenadan las siete densidades del
hombre,
es decir, la enjundia de la creación, indeleble!
No hay más, apenas; la resurrección de la carne,
que bosteza ahítos de diluvio sin término
(deidad fecunda y húmeda, mujeres por doquier,
como algas)
bajo la calentura verdinegra de los pantanos
que suben sus mosquitos hacia el desdén de los
cielos incorruptibles.
(…)
Edesia: los pastores crióforos saben que
en nuestros vientres anida una alcahazada
de inexorables buitres
que no conocen la saciedad: como la pituitaria,
nunca ahíta
de los ásperos olores cabríos:
efluvios que enajenan y enloquecen la
voluptuosidad carnívora del anfitrión
que se monda los dientes con el dérmatoesqueleto
de un insectillo acicular.

Juan José Domenchina Moreu


Destierro

"Es la noche sin fin, la desvelada 
noche, que con sus filos de cuchilla 
implacable recorta en amarilla 
muerte, nuestra silueta enajenada.

Vivir, cuando vivir no vale nada, 
equivale a sembrar, con la semilla 
infecunda, el dolor, que tanto humilla; 
de una existencia rota y postergada.

Y el insomnio repite inexorable 
el paso de la vida irrevocable, 
que, sin dejarse de sentir, se aleja.

¿Dónde nos llevará, tan sin camino, 
tan juguete irrisorio del destino, 
nuestra razón destartalada y vieja?"

Juan José Domenchina Moreu


Distancias

"Distancias.
En la vida hay distancias.

El hombre emite su aliento,
el limpio cristal se empaña.

El hombre acerca sus labios
al espejo...
pero se le hiela el alma.

(...Pero se le hiela el alma.)

Distancias.
En la vida hay distancias."

Juan José Domenchina


Doncel póstumo

"Caliente amarillo: luto
de la faz desencajada;
contraluz que atributo
y auge de presunta nada,
¡muerte! Por la hundida ojera
se asoma la calavera,
ojo avizor de un secreto
que estudia bajo la piel
su salida de doncel
póstumo: don de esqueleto."

Juan José Domenchina


En las cenizas de mi voz apuro (20 de diciembre)

"En las cenizas de mi voz apuro
un rescoldo de lumbre que no es mío.
Estoy al sol y solo con mi frío
de sombra deslizada por un muro.

Pendo, como de un garfio, de mi duro
perfil, que el sol incrusta en un baldío
rencor de cal y canto. Allí porfío,
perfil de voz, con mi perfil oscuro.

¡Cenizas de mi voz, que no persuaden!
Evasivos rezagos que se evaden
de mí, y por mí, dejándome cautivo.

Ya mi voz a sí propia no se alcanza,
y su acento es apenas añoranza
-sobreagonía- de mi acento vivo."

Juan José Domenchina



El encaramado

Junto al árbol viril, su sombra en celo,
como mujer para el amor tendida
de espaldas, se le ofrece, ya movida
pasión o ansia de esposa, sobre el suelo.

Erguido, el árbol, con la savia en vuelo,
no quiere derramarse en su caída
mitad, que es superficie, estremecida
al ras de tierra por un bajo anhelo.

La tarde canta en alto tras el velo
de su azul, para darse, bien subida,
en tálamo de nube, por el cielo.

Glorioso encaramado, tu caída
de copa lacia al fin, será el consuelo
de tu mitad de sombra, resentida.

Juan José Domenchina



Hastío

"Hastío -pajarraco
de mis horas-. ¡Hastío!
Te ofrendo mi futuro.

A trueque de los ocios
turbios que me regalas,
mi porvenir es tuyo.

No aguzaré las ramas
de mi intelecto, grave.
No forzaré mis músculos.

¡Como un dios, a la sombra
de mis actos -en germen,
sin realidad-, desnudo!

¡Como un dios-indolencia
comprensiva-, en la cumbre
rosada de mi orgullo!

¡Como un dios, solo y triste!
¡Como un dios, triste y solo!
¡Como un dios, solo y único!"

Juan José Domenchina




"La ocena de esta mujer me solivianta el estómago. Su aliento huele a adipocira."

Juan José Domenchina














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