El buzo

"Valga fosforescencia luminosa
entibiaba
la curva superficie de las ondas.

Llamaba el mar,
y yo solté mis manos de la borda
y comencé a bajar…

Lento era el baño de la luz. Absorta
mi alma se cubría de oro y sol.
Antes pesaba el cuerpo, pero ahora
el mar volviómelo ligero,
tal como el aire y la canción.

Llamaba el mar,
y yo seguía… hundiéndome
cada vez más y más…

De Repente apagáronse las luces
como lámparas eléctricas rotas.
Sentí la detonación en mis oídos
amarga, contenida y sorda.

Llamaba el mar.
La cuerda se alargaba y yo seguía
bajando más, bajando más…"

Enrique González Rojo



"La filosofía, como la ciencia y el saber fenoménico, es una modalidad de ésta, lo que la convierte en un tipo de práctica teórica que una vez nacida, una vez puesta en marcha, no puede tornar a su prehistoria. En esto, funciona de igual modo que la ciencia. Es cierto que tanto en la ciencia como en la filosofía puede haber tergiversaciones, incomprensiones, etc., pero estas alteraciones empírico-subjetivas no dañan en nada el carácter de conquista racional  de la práctica basada en la conciencia verdadera."

Enrique González Rojo


LOS CUATRO MARES

1. MAR DEL AMANECER

Alegre, tranquilo,
acaricias La nave.
Tan sereno

como el monte,
tu guardián eterno.

La leve música del agua,
se confunde con el silencio.
Claro murmullo,
como el lento
pasar de pájaros
en vuelo.

La espuma de tus ondas
bañan la luz y el fuego
del sol, que las adorna
con los colores del espectro.

Una banda de peces voladores,
como una procesión de puntos negros,
te arroja su mancha de tinta…
Al golpe, repentinamente ciego
chocas contra los flancos de la nave,
que regocijas con tu juego.

Mar del amanecer, mar que eres niño,
rosado por la aurora, movido por el viento.
cantado por los hombres
V acari-ciado por el pensamiento!…

II. MAR DEL MEDIODIA

El sol tocó las aguas y acrecentó su canto.
Esta ola viajera
despavramó su música
sobre la arena.

La brisa y el calor mueven las hojas
de la palmera.
Los pájaros marinos
vallan, abochornados, sus confidencias.

Una familia de tortugas
sale a tomar el fresco a la ribera.
Y tú, delfín que asomas
entre la espuma la cabeza,
escuchas el rumor de dos mares
aspiras el olor de la floresta?

III. MAR DE LA TARDE

Lo que antes era fino concierto,
hoy es una sinfonía:
cobre de los intrumentos
en las cuerdas de oro del día.

La marcha heroica de la tarde
los sones del mar harmonizan;
mas la batuta del sol desaparece
y la confusión se inicia
con sonidos falsos de rocas-oboes
y apresuramiento en las olas flautistas.

Bajo el incendio de las nubes
el desorden se precipita,
y la vanguardia de las sombras
calla ¡los cantos y rompe la lira.

IV. MAR BAJO LA LUNA

Bajo la noche, de la nave
han salido las mismas preguntas:
—¿Acaso sabemos hacia dónde vamos?
—¿Nos habremos equivocado de ruta?

Hace tiempo que dejamos la tierra,
y por el mar de la aventura
arribaremos esta noche
a la capital de la luna…

Enrique González Rojo



 MAR DE LAS QUIETAS LATITUDES

"En el mar de las quietas latitudes,
navegábamos
sobre las ondas azules
y en compañía de los pájaros.La mañana era clara y el pensamiento claro
en el mar de las quietas latitudes,
porque era nuestro el canto
de la brisa, y el perfume
delas ondas, y el espectáculo
de las luces.
Como las horas inútiles,
no se marcaba nuestro paso
en el mar de las quietas latitudes,
y nuestros deseos fantásticos
morían contra las inmunes
corazas de los trasatlánticos,
contra el vuelo apacible de las nubes
y contra los rayos
del sol de octubre,
descoloridos y románticos…"




Mendrugo de sol

"Los desencuentros eran rutinarios.

El pan amargo de cada día.

En una ocasión

con la carne viva torturada por la intemperie

no pude más.

Salí a buscarte.

Antes de que amaneciera

cuando el pico de los gallos aún se hallaba

rodeado de bruma

llegué al pie de tu departamento y me instalé bajo su ventana.

.

Tenía tanto pero tanto frío.

Me castañeaban los dientes

y tiritaban todas

mis vivencias.

Al gélido ambiente habría que añadir

la corriente helada que provenía

de tu ventanal cerrado.

Las persianas empeñadas en su negativa

no dejaban entrar ni salir

el menor mendrugo de sol.

Se abrió de pronto la ventana.

Mi corazón dio un pequeño vuelco

y se mudó de sitio.

.

Tú sacaste la mano e hiciste un ademán

que ordenaba el mundo

y mi inmediato acercamiento.

Corrí hacía ti.

Salvé los escalones como si no existieran.

Volé hacia mi debilidad

con alas de Mercurio

en mi talón de Aquiles.

Dí con tus brazos

y en posición fetal

entré al calor inmarcesible del regazo.

Todo el frío -el exterior y el interior-

fue sólo una remembranza sometida

a abrupto desmoronamiento

cuando viví la felicidad arropado

con tus senos."

Enrique González Rojo



Mi estrella –óyela correr-
se apagó hace años.
Nadie sabría ya de donde llega su luz,
entre los dedos de la distancia.

Enrique González Rojo



Prehistoria del puño

"En un tiempo yo fui, lo que podría
llamarse una persona
decente

Buena educación.
Eructos clandestinos.
Modales aprendidos con metrónomo.
Y un cajón rebosante de dieces en conducta.

Pero un día,
antes los golpes de culata,
las ráfagas de párpados vencidos,
el furor lacrimógeno,
me nació un inesperado
“hijos de puta”.

Se trataba de mi primer arma,
de un odio que a dos pies
cargaba la sorpresa de su propio nacimiento.

A partir de entonces,
dentro de mi gramática iracunda,
dentro del diccionario en que mi cólera
se encontraba en un orden alfabético,
disparaba palabras corrosivas,
malignas expresiones que eran áspides
con la letra final emponzoñada.

Pero yo me encontraba insatisfecho.
Ningún hijo de puta
corría hacia su casa ante mi grito,
para zurcir el sexo de su madre.
Mis alaridos eran inocentes,
inofensivos eran
como besos que Judas ofreciese
tan sólo a sus amantes.

Ante eso,
pasé de un insatisfecho “cabrones”
-pólvora humedecida por mi propia saliva-
a una pequeña piedra,
el pedestal perfecto de mi furia,
la lápida mortuoria que encerraba
la pretensión guerrera de mi lengua.

Y ahora, en la guerrilla,
mientras limpio mi rifle,
recuerdo cuando yo era, camaradas,
lo que podría llamarse una persona
decente."

Enrique González Rojo








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