"Cada escritor tiene la cara de su obra."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"Desde entonces empezaron unos días angustiosos, interminables. Los tres pasaban el día encerrados en el cuarto, sin hablar, sufriendo una especie de reclusión forzosa. Efraín se revolcaba sin tregua, Enrique tosía. Pedro se levantaba y después de hacer un recorrido por el corralón, regresaba con una piedra en la boca, que depositaba en las manos de sus amos. Don Santos, a medio acostar, jugaba con su pierna de palo y les lanzaba miradas feroces. A mediodía se arrastraba hasta la esquina del terreno donde crecían verduras y preparaba su almuerzo, que devoraba en secreto. A veces aventaba a la cama de sus nietos alguna lechuga o una zanahoria cruda, con el propósito de excitar su apetito creyendo así hacer más refinado su castigo.
(...)
Y se lanzó a la calle respirando a pleno pulmón el aire de la mañana. En el camino comió yerbas, estuvo a punto de mascar la tierra. Todo lo veía a través de una niebla mágica. La debilidad lo hacía ligero, etéreo: volaba casi como un pájaro. En el muladar se sintió un gallinazo más entre los gallinazos. Cuando los cubos estuvieron rebosantes emprendió el regreso. Las beatas, los noctámbulos, los canillitas descalzos, todas las secreciones del alba comenzaban a dispersarse por la ciudad. Enrique, devuelto a su mundo, caminaba feliz entre ellos, en su mundo de perros y fantasmas, tocado por la hora celeste."

Julio Ramón Ribeyro
Los gallinazos sin plumas



“El gran error de la naturaleza humana es adaptarse. La verdadera felicidad estaría constituida por un perpetuo estado de iniciación , de sucesivo descubrimiento, de entusiasmo constante. Y aquella sensación solo lo producen las cosas nuevas que nos ofrecen resistencias que aún no hemos asimilado. El matrimonio destruye el amor, la posesión mata el deseo, el conocimiento aniquila el placer, el hábito la novedad, la destreza, la conciencia. Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante, he allí una fórmula para ser feliz.”

Julio Ramón Ribeyro
Cartas a Juan Antonio. París, 28 de enero de 1954



"Empieza a sobrarme un poco de pasado -se queja Luder- . Ya no sé dónde meterlo ni qué hacer con el. Eso quiere decir que me estoy volviendo viejo."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga




"En cada lector futuro, el escritor renace."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"En la sala de conferencias, delante de las bancas reservadas al público, había una mesa con cuatro sillas y en la mesa una garrafa con agua y un vaso. Ludo y los otros tres lectores se acomodaron en ellas, mientras los auditores iban ocupando sus plazas. Como no había asiento para todos, algunos quedaron de pie al fondo de la sala y otros, después de vacilar, prefirieron salir al hall y privarse de la lectura.
Al poco rato el público cesó de hablar. Todos miraban hacia la mesa, donde los cuatro lectores, con sus hojas en la mano, parecían esperar una orden que nadie se creía autorizado a dar. «Corte inglés. Sesenta soles el metro», decía alguien en el hall. Un auditor se puso de pie y cerró la puerta de la sala.
«Sangre en la tierra», exclamó al fin Gregorio Bolta, el primer lector, con una voz estridente. Ludo comprobó con cierto estupor que el inédito de Bolta era apreciablemente largo y que a él le correspondía leer al final. «Sangre en la tierra», repitió Bolta, esta vez con voz engolada y añadió: «Cuento de ambiente serrano, dedicado a mi madre». Mientras Ludo escuchaba el comienzo («El sol iracundo lanzaba sus dardos de fuego sobre el maizal dorado…») observó al público que, con los labios entreabiertos, tenía la mirada clavada en el rostro de Bolta, como bajo el efecto de un pase magnético. El doctor Rostalínez, en primera fila, rodeado de las viejas menopáusicas, se acariciaba el mentón y miraba un punto indefinido del cielo raso. («Y el caminillo subía por la falda del cerro como un zurcido esplendente en el albor matutino…»). Ludo echó una mirada a sus compañeros. Carlos releía el cuento que iba a ofrecer al público, mientras Eleodoro examinaba el vaso vacío con cierta nostalgia. A su vez leyó la primera frase de su cuento: «Hacia el atardecer, Humberto y Luisa» y sintió una súbita vergüenza. ¿A quién diablos podía interesarle lo que sucedía entre Humberto y Luisa? Es verdad que el auditor no sabía hasta el final que eran hermanos, pero de todos modos la historia le pareció arbitraria, falsa, copiada de la copia más mala. («Y los carneros, como un paquete de algodón alborotado…»). Carlos acercó su cabeza. «¿De dónde han sacado a este Bolta?». Ludo le respondió al oído: «Es un descubrimiento del doctor Rostalínez; como nosotros». Ludo volvió a observar al público. En su mayoría eran hombres. Algunos habían empezado a fumar. Las mujeres en cambio seguían la lectura con mayor atención. Al fondo distinguió los rostros de Cucho, de Manolo, los que, al percibir su mirada, le hicieron un signo alentador con la mano. Más atrás, de pie, cerca de la ventana, un hombre corpulento y con lentes parecía mirarlo en forma casi impertinente. Ludo trató de sostener su mirada, pero al pensar que ese hombre, precisamente ése, escucharía luego su lectura, no se atrevió a proseguir el juego."

Julio Ramón Ribeyro
Los geniecillos dominicales




"En la salud lo que me conduciría a la muerte y en la enfermedad lo que me mantiene vivo."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"Era lo último que podría esperar: vivir en esa pensión burguesa de las afueras de Francfort, en ese barrio industrial rodeado de chimeneas, de tranvías y de gente atareada, madrugadora, eficiente, que ponía al descubierto con su ajetreo mi pereza y mi inutilidad. Una pensión de gente de paso, además, vendedores, hanseáticos, propagandistas, circunspectos de algún turbio producto, que no asomaban nunca en pijamas por los corredores, incapaces de interesarse por ese pensionista exótico que erraba resbalándose por el linóleum inmaculado, inseguro de sí, pensando disparates, triste en el fondo, como un camello extraviado en el continente polar."

Julio Ramón Ribeyro
Los cautivos



"Es curioso -dice Luder- En el fondo de los ojos de las personas extremadamente bellas hay siempre un remanente de imbecibilidad."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"Es necesario dotar a todo niño de una casa. Un lugar que, aún perdido, pueda más tarde servirle de refugio y recorrer con la imaginación buscando su alcoba, sus juegos, sus fantasmas."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga




"Escribí "Crónica de San Gabriel" cuando me encontraba viviendo solo en Múnich (Alemania), sin saber alemán y en una pensión en donde era imposible comunicarse por desconocer el idioma, tampoco salía a la calle por el frío polar imperante...comencé pues a escribir para salirme del entorno en el que vivía e imaginar todo el tiempo pasando unas plácidas vacaciones en la sierra peruana. Claro que no sabía entonces que escribía una novela, sino me divertía recordando algo ameno para olvidar algo adverso."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"Falta de tradición, poca capacidad introspectiva, conciencia inmadura de la propia persona, menosprecio de un tipo de obra cuya repercusión es generalmente póstuma y, en último término, ¿por qué no? Concepción machista de la literatura, que hace considerar la redacción de un diario como cosa de señoritas."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"La naturaleza humana reclama la estabilidad. La estabilidad en el amor, en la residencia, en el pensamiento. Hay en nosotros una pesada carga de sedentarismo que nos obliga a vivir en un sitio, querer a una mujer, pertenecer fiel a una ideología. Y esto es terrible pero necesario. Necesario porque tiene sus compensaciones, y porque hace posible, además, la vida social. El nomadismo, como lo concibo -geográfico o intelectual- produciría una sociedad anárquica y primitiva, construida por hombres egoístas y dispersos."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga


"La vida no podía ser esa cosa que se nos imponía y que uno asumía como un arriendo, sin protestar. Pero ¿qué podía ser?... Debía haber una contraseña, algo que permitiera quebrar la barrera de la rutina y la indolencia y acceder al fin al conocimiento, a la verdadera realidad."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"Lo fácil que es confundir cultura con erudición. La cultura en realidad no depende de la acumulación de conocimientos incluso en varias materias, sino del orden que estos conocimientos guardan en nuestra memoria y de la presencia de estos conocimientos en nuestro comportamiento. Los conocimientos de un hombre culto pueden no ser muy numerosos, pero son armónicos, coherentes y, sobre todo, están relacionados entre sí. En el erudito, los conocimientos parecen almacenarse en tabiques separados. En el culto se distribuyen de acuerdo a un orden interior que permite su canje y su fructificación."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga
Prosas apátridas



"Lo que seremos está allí, en su configuración y sus objetos. Nada en el mundo abierto y andarín podrá reemplazar al espacio cerrado de nuestra infancia, donde algo ocurrió que nos hizo diferentes y que aún perdura y que podemos rescatar cuando recordamos aquel lugar de nuestra casa."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"Los amigos desarrollan en nosotros nuestras virtudes potenciales. Cada amigo crea en nosotros una zona de contacto, un campo propicio al desarrollo de un determinado tipo de amistad. Es por ello que podemos tener dos amigos íntimos que no lleguen jamás a comprenderse entre sí. Perder un amigo significa muchas veces neutralizar un sector de nuestra personalidad."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga


"Nada me impresiona más que los hombres que lloran -dice luder- . Nuestra cobardía nos ha hecho considerar el llanto como cosa de mujercitas. Cuando solo lloran los valientes: por ejemplo, los héroes de Homero."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga


"No concibo mi vida más que como un encadenamiento de muertes sucesivas. Arrastro tras de mí los cadáveres de todas mis ilustraciones, de todas mis vocaciones perdidas."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga




"No hay que exigir en las personas más de una cualidad. Si les encontramos una, debemos ya sentirnos agradecidos y juzgarlos solamente por ella y no por las que les falta."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga




"Pienso a menudo que así como la literatura de algún autor es la hechura de su propia vida, así también la vida de un autor es lo que uno escribe."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga


"¿Por qué escribo? Para crear, sin otro recurso que las palabras, algo que sea bello y duradero."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga


"Quién sabe, sin embargo, si esto será lo mejor. Por lo menos cada uno sería feliz -lo creo al menos- y ésta es ya una razón suficiente."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga


"Se sueña solo en primera persona y en presente indicativo - dice Luder. A pesar de ello el soñador rara vez se ve en sus sueños. Es que no se puede ser mirada y al mismo tiempo objeto de mirada."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga


"Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante: he allí una forma para ser feliz."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga


"Un amigo es alguien que conoce la canción de tu corazón y puede cantarla cuando a ti ya se te ha olvidado la letra. Los amigos desarrollan en nosotros nuestras virtudes potenciales. Una persona sin amigos corre el riesgo de no llegar jamás a conocerse. Cada amigo es un espejo que nos refracta desde un ángulo distinto. Cada amigo crea en nosotros una zona de contacto, un campo propicio al desarrollo de un determinado tipo de amistad. Es por ello que podemos tener dos amigos íntimos que no lleguen jamás a comprenderse entre sí."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"Un amigo irrumpe en su casa para anunciarle que ya se firmo el armisticio. - ¡Bah!- comenta Luder. Ya te darás cuenta que la paz solo consiste en cambiar la guerra de lugar."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"Una casa: ya sé que se deja, se destruye, se pierde, se vende, se abandona. Pero al niño hay que dársela porque no olvidará nada de ella, nada será desperdiciado, su memoria conservará el color de sus muros, el aire de sus ventanas, las manchas del cielo raso y hasta "la figura escondida en las venas del mármol de la chimenea". Todo para él será atesoramiento."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga



"Una cualidad que te envidiamos es haber logrado siempre evitar las discusiones - le dicen a Luder. No veo por qué -responde-, entrar en una discusión es admitir por anticipado que tu contrincante puede tener la razón."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga


"Una persona sin amigos corre el riesgo de no llegar jamás a conocerse."

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga













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