Compuerta

"Corre’l tren retumbando por los jierros
de la via. Retiemblan
los recios arcornoques qu’esparraman
al reor del troncón las hojas secas.
Juyen las yuntas cuando´l bicho negro
silvando traquetea.
S´esmorona un terrón y el jumo riñe
con las ramas d´encinas que l´enrean…

Vusotros que´ajuís pa no sé onde
no queändo’n los jierros ni las juellas;
vusotros qu´asomaos a las ventanas
quipaís las foscas y arrogantes jesas
y las jondas colás con sus regachos
y la tierra e labor onjuta y seria
donde rumian su pan unos gañanes
del coló de la tierra.

Vusotros qu´atendéis a las lerturas
y séis tan sabijondos en las cencias
que quizás sus larguéis de carrerilla
y en romances jazañas extremeñas
que los nuestros ejaron sin contaglas
endispués de jaceglas.

Vusotros, los que váis drento del bicho
que juyendo retumba y traquetea,
¿no sentís al pasá junto por junto
al mesmo corazón de nuestras tierras
argo asín com´argun juerte deseo
que s´eschanguen del chisme toas las rueas
pa queäros aquí, junt´a nusotros
pa endurzá una mijina nuestras penas,
pa rumiá nuestro pan y p´ampaparos
en la sal del süor que nus chorrea?

Vusotros vais corriendo, mu corriendo,
sin queär en los jierros ni las juellas,
qu´asina como ´l tren vais por la vida,
retumbando y depriesa…

Si n´os podéis pará, meté pal bolso
este cacho e libreta
y al pasá por aquí mirá pal cielo,
y endispués pa la tierra.
y endispués de miranos con cariño,
precipiar a leegla;
porqu´ella sus dirá nuestros quereles,
nuestros guapos jorgorios, nuestras penas,
ocurrencias mu juertes y mu jondas
y cosinas mu durces y mu tiernas.

Y sus dirá tamién como palramos
los hijos d´estas tierras,
porqu’icimos asina: ─jierro, jumo
y la jacha y el jigo y la jiguera.

Y sus dirá tamién que semos güenos,
que nuestra vida es güena
en la pas d’un viví lleno e trabajos
y al doló d´un viví lleno e miserias;
¡el miajón que llevamos los castúos
por bajo e la corteza!

Porque semos asina, semos pardos
del coló de la tierra,
los nietos de los machos que otros días
triunfaron en América."

Luis Chamizo



“… Esos ojos qu’otros días me miraban
chiqueninos, entornaos, zalameros…”

Luis Chamizo



La nacencia

I
Bruñó los recios nubarrones pardos
la luz del sol que s´agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d´un coló de naranjas se tiñeron.

A bocanás el aire nos traía
los ruídos d´alla lejos
y el toque d´oración de las campanas
de l´iglesia del pueblo.

Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.

Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirrïando por el cielo,
y volaban pal sol qu´en los canchales
daba relumbres d´espejuelos.

Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.

¡Qué tarde más bonita!
¡Qu´anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!...
- No pué ser más- me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervete de priesa con l´agüela,
la comadre o el méico -.

Y bajó de la burra poco a poco,
s´arrellenó en el suelo,
juntó las manos y miró p´arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.

¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com´un perro,
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d´arriba d´un guapero,
con sus ojos roendos
nos miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola!
¿pero yo de qué sirvo si me queo?

La burra, que rroía los tomillos
floridos del lindero
carcaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¿Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamiento?

Me juí junt´a mi Juana,
me jinqué de roillas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m´enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p´hacé memoria de los rezos...
¿Quién podrá socorregla si me voy?
¿Quién va po la comadre si me queo?

Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¿Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo?

No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s´aplacaron,
s´asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, roändo, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!

M´arrimé más pa ella;
l´abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la luz de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.

Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d´un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Qué bonita y qué güena!
¿quién pudiera sé méico?

Señó, tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu´estamos bien casaos,
Señó, tú qu´eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu´echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos...
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?...

¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!

II

Toito lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo dambos, hijo nuestro...
Ella me le pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu´estaba
llorando y sonriyendo!

Venía clareando;
s´oïan a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d´agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
"bautizando" a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.

Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj´una encina
del camino nuevo.

Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.

Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pegó aquel beso...
¡Qué saben d´estas cosas
los señores aquellos!

Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino:
¡no podía por menos!

Luis Chamizo


"Pocos meses hace que vino a verme un pariente queridísimo e ilustre en quien admiro el entendimiento y la virtud: el jurisperito y notario de Don Benito, D. Victoriano Rosado Munilla. El objeto de esa visita era presentarme a un poeta recién nacido en las artes por espontáneo impulso del propio brío. Este poeta había escrito poesías muy bellas y había tenido un acierto singularísimo: el de hallar en el lenguaje de los extremeños de la provincia de Badajoz palabras, giros, temas de energía y de originalidad asombrosos. No ocultaré que temía encontrarme con una de estas glorias locales que pocas veces fructifican.
Comenzó el joven a recitar, y a los pocos momentos se había apoderado de mi ánimo, porque en verdad os digo que el novel ingenio posee dos cualidades eminentes y dominadoras: la originalidad y la vehemencia expresiva, y aumentaba el interés de estas composiciones el estar escritas en el decir, un tanto bárbaro y fiero, de la gente de Extremadura, el de haberse adueñado el compositor del estilo arrogante y bravo de sus pasiones, el haber inventado, en fin, un nuevo modo de belleza en las letras. Y la emoción fue aumentando según recitaba más y más poesías el poeta. También me dijo canciones a la moderna, en puro estilo castellano, pero yo preferí las otras, las en que nuestro idioma ha sido troceado por una raza que, hallándose entre Castilla y la Bética, participa de ambas modalidades étnicas y dice lo que siente con energía poderosa y siente lo que ha dicho con violencia amenazadora. Esa condición extremeña está prodigiosamente representada en estas poesías de Luis Chamizo, que es el poeta de quien hablo.
Los idiomas van modificándose según los grados geográficos. Apenas viajéis unas horas hallaréis las diferencias. Quien se meta en el tren expreso de Andalucía para ver la primera luz matutina en Despeñaperros, ya encuentra en el modo de vocear el mozo de la estación o los viajeros acentos distintos de los de Castilla la Nueva. Y así va el vocablo cambiando de sonoridad y tal vez de sentido.
Nada tan curioso como este estudio de la palabra a través de los kilómetros de una expedición. Diríase que no es el hombre el que habla, sino la tierra, el medio ambiente. La tradición, las costumbres, el paisaje... Así que el que intentara reducir todas las formas idiomáticas a un solo concepto, erraría gravemente, porque ni el amor, ni el odio, ni el negocio, ni la amistad, ni la polémica, ni la concordia, se expresan de igual suerte en Valladolid que en Sevilla. Y ello no es sino la prueba de que la naturaleza se impone y de ella surge todo, quieran o no quieran los doctos.
En lo que atañe a los extremeños, es evidente que ellos han cambiado el decir buscando dos modalidades diversas; la energía y la delicadeza. Para dar a la palabra fuerza sustituyen unas consonantes por otras. Para darle suavidad mimosa y tierna operan del mismo modo. Y así el vocabulario se enriquece, adquiere matices inesperados y produce la impresión que importaba. Maravilla del ingenio de los pueblos, que de tal manera saben vestir su pensamiento con la indumenta que conviene. Sobran aquí las casacas bordadas y los vuelillos de encaje, lo que hace falta es la ruda zamarra, el calzón de estezado, la polaina de piel de cabra, la monteruca hirsuta y todos los demás detalles del labriego, del venador, de los que guardan piaras en la montanera. Haría falta en quien estudiase lo que apenas indico y casi ni esbozo, una competencia lingüística extraordinaria y una agudeza de observación por la que se interese y nos interese a los demás de qué modo se realiza esta mudanza. Es que el hombre troquela nuevamente la palabra, recorta un podadlo de la moneda, imprime en ella una nueva figura para que circule entre la aceptación común de la raza."

Luis Chamizo
El miajón de los castúos


"Porque semos asina, semos pardos,
del coló de la tierra,
los nietos de los machos que otros días
triunfaron en América."

Luis Florencio Chamizo Trigueros



"Zarzamora que curas cuartanas,
padrejón, patatús y trancazo,
y revuelta con flores de luna,
mal de ojo, tiricia y embargo.
¡Ay, zarzamora;
bien podías jacer un milagro!"

Luis Chamizo Trigueros
Extremadura







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