“Dando pasecitos fáciles al pecho no vas a ganar un millón de dólares.”

Pete “Pistol” Maravich

“Desde que tenía siete años la gente me decía: gana todo lo que puedas. Gana, gana, gana… llega a lo más alto, ya seas el presidente de una compañía o una superestrella. Mira, Pete, una vez llegues a eso, una vez tengas todo el dinero, las grandes casas, los coches, los yates; una vez tengas el poder… puedes sentarte junto a tu piscina y agitar los dedos de los pies en el agua mientras sostienes una bebida en la mano diciendo: ‘qué gran vida’. Y bien, amigos míos, eso es lo que yo hice. Y era tan desgraciado. Tan desgraciado. Subía en mi Porsche y lo conducía a 200 Km/h atravesando el puente. Tantas veces me venía la idea del suicidio a la cabeza. Todo lo que tenía que hacer era simplemente girar el volante unos diez grados… y ya está, sería historia. Todo el mundo diría: ‘vaya accidente, ¿no es terrible lo que le acaba de ocurrir a Pistol Pete?’. Pero no pude hacerlo. No tuve suficientes agallas. (…) Era como aquel día cuando tenía diecinueve años y estaba tendido en un aparcamiento, después de haber sido golpeado con porras por la espalda. Una chica vino hacia mí, yo estaba todo ensangrentado, tumbado en mi propio charco de sangre, medio inconsciente. Y ella cogió una pistola, la puso en mi boca, colocó las manos sobre el gatillo y dijo: ‘Pistol Pete, estás muerto’. Y recuerdo estar pensando: ‘Dispara. Hazlo. Ya no tendré nada de lo que preocuparme. Habrá solamente paz. Me habré ido, eso será todo: borrado de la existencia’. Pero Dios intervino y la pistola no funcionó.”

Pete Maravich



"El amor nunca falla, el carácter no renuncia, y con paciencia y persistencia los sueños se hacen realidad."

Pete Maravich


”Es duro cuando tu propio padre es también tu entrenador. Nunca sabes dónde acaba el uno y dónde empieza el otro.” 

Pete Maravich


“Fama, popularidad, prestigio. Los tuve. Poder. Lo he tenido. Eso no me cambió. No me cambió. Intenté decirme a mí mismo que eso sí me cambiaría. Pero cuando miraba al espejo seguía siendo yo. No era mejor que nadie más. Eso es sólo una etiqueta que la sociedad le pone a alguien.”

Pete Maravich



“Fui a la Universidad del Estado de Louisiana e hice lo que sé hacer. Todavía acumulo unos cuarenta o cincuenta récords. Hice más de 44 puntos por partido. Por aquel entonces eso era un montón de puntos. Es increíble la popularidad que tenía y que seguía creciendo constantemente. Todo, lo tenía todo. De hecho, en 1970 firmé el contrato más grande en la historia del deporte. El récord sólo duró unos treinta días; entró en el libro Guinness y después algún jugador de fútbol europeo consiguió más dinero que yo. Pero había cumplido un sueño. Recuerdo estar sentado en la conferencia de prensa con Howard Cosell, con cuarenta y dos micrófonos delante de mí, diciendo: ‘ya he llegado’. He llegado. Ahora todo lo que necesito es ese anillo. Cuando consiga ese anillo, conseguiré mi felicidad, todo en la vida, el éxito total. Seré feliz el resto de mis días sobre la Tierra. Eso es lo que decía de puertas afuera. Eso es lo que seguí diciéndome a mí mismo. Pero mi vida fue gradualmente de mal en peor.”

Pete Maravich


“Me gustaría finalizar con una pequeña historia. Ya sabéis lo que alguien dijo una vez: el dinero te permitirá comprar un buen perro, pero sólo el amor hará que agite la cola. El amor. Ir a correr ha sido una fiebre en América durante la última década y el año pasado hubo una carrera de los 10.000 metros en Colorado. Todos los corredores estaban allí, cientos de ellos, esperando a que sonara la pistola para salir. Y vino un niño pequeño, un niño negro, en una silla de ruedas. No tenía brazos ni piernas. Conducía la silla otro niño pequeño, que era hispano. Estaban al final de la multitud y cuando la carrera comenzó el niño hispano empezó a empujar la silla de su amigo. Al final de la carrera todas las miradas estaban centradas en los ganadores. Cuando los ganadores rompieron la cinta de llegada se sintieron muy bien, o como dirían ellos: ‘¡Sí, el ganador soy yo!’. Cien metros más adelante de la meta había cámaras, se estaban realizando entrevistas, y todo porque no habían llegado los últimos. Mientras tanto, el niño hispano apareció, dejó de empujar la silla de ruedas a unos cien metros de la línea, le quitó el cinturón de sujeción a su amigo, lo levantó, y con él en brazos empezó a caminar. A unos cincuenta metros de la llegada, dejó a su amigo en la carretera, sobre el asfalto. Luego se acostó a su lado… y ambos se arrastraron por el suelo hasta atravesar juntos la línea de meta. Sin bombos ni platillos. ¿Lo veis, amigos míos? Eso se llama amor.” 

Pete Maravich



"Me siento genial."

Pete Maravich
Fueron las últimas palabras que dijo antes de morir






"Mi padre pensó que yo había nacido para jugar al baloncesto. Cuando tenía siete años, me sentó y dijo : Pete, estoy ganando noventa y seis dólares a la semana. No hay manera de que pueda pagarte la universidad. Pero si me dejas que te enseñe a jugar al baloncesto, obtendrás una beca. Quizá algún día jugarás al nivel profesional como yo lo hice. Quizá estarás en un equipo que gane el campeonato ¡y entonces te darán un gran anillo!" 

Pete Maravich


“Mi vida no ha tenido mucho sentido, sólo he encontrado pequeñas fases de satisfacción, como si todo hubiera girado siempre en torno al baloncesto.”

Pete Maravich


“No soy una persona avariciosa. No me preocupa tener diez anillos. Sólo quiero uno.”

Pete Maravich


“Si hoy en día quieres superar su récord, dado que entonces no había tiros triples, todo lo que has de hacer es encestar quince triples por partido, en todos y cada uno de los partidos de tu carrera universitaria. Pero nadie va a conseguirlo jamás.”

Pete Maravich



“Una noche me fui a la cama. Eran las doce de la noche. Era como cualquier otro día, como cualquier otra noche. Miré la televisión. Me senté, abatido, quejumbroso; viviendo en mi casa de 300.000 dólares. Mi hijo ya se había dormido y también mi mujer. Así que me fui también a la cama. Me quedé allí tumbado. No podía dormir. Era casi como si hubiese palillos sujetando mis párpados, a causa de todas las cosas que repentinamente empezaron a venirme a la cabeza. Cosas que le había hecho a la gente, cosas que me había hecho a mí, los abusos a los que sometí a otros y a mí mismo. La rebelión contra mi padre, contra mi madre y contra otras personas. La rebelión contra el respeto y la autoridad. Todo aquello continuaba viniéndome a la cabeza. No podía entenderlo. Nunca me había pasado algo así antes. No podía escapar de mis propios pensamientos. Aquello me estaba volviendo loco. Estuve despierto toda la noche. Me di la vuelta. Me puse de espaldas. No podía huir. Y finalmente, a las 5:40 de la madrugada, cuando la mañana aún era oscura, grité en mi espíritu a un Dios que no conocía. Salí de la cama entre lágrimas. Era un hombre espiritualmente roto. No tenía ningún otro sitio a donde dirigirme. No había nada más, absolutamente nada, que pudiera hacer por mí mismo. Dije: ‘¡Oh Dios! ¿Puedes salvarme? ¿Puedes salvarme? ¿Puedes perdonar las cosas que he hecho? ¿Puedes?’. Yo no sabía nada sobre ello, no había leído la Biblia. Dije: Dios, si no me salvas… no estaré aquí dentro de una semana.”

Pete Maravich



“Yo era un jugador alcohólico. No consigo que nadie se lo crea. Ya veis, nunca fui a clínicas. No fui a Alcohólicos Anónimos. No acudí a psiquiatras. Porque el alcohol llegó a mi vida de forma muy sutil, porque esa es la manera en que el enemigo hace las cosas. Primero te hace una llave de judo. Después te pone un cepo en la pierna. Después te hace prisionero en una fortaleza. Cuando tenía dieciocho años ya estaba muy interesado en al alcohol, en las fiestas, en el sexo opuesto. De repente, toda la disciplina que mi padre había intentado enseñarme, me abandonó. Seguí jugando apoyado únicamente en el talento, en la habilidad que Dios me había dado.”

Pete Maravich









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