La ofrenda

"Embelleces con tus manos indómitas los pretextos de ofensiva
Que en el frente de las interrogantes se aglutinan
En el despertar de tus ojos se concentra
La lengua que anuncia el puño de la rebeldía
Y se venga en tus asesinos
Cada noche el pulmón sangra
Y se inyectan las costillas del calor de la pila de la sangre
Para hendirse las garras de los lobos
Que levantan el polvo en su temor al puño
Cada vez que los zorros violan
Los pasillos del caldero de la memoria
Con el aullido de la derrota

¿Quién eres?
¿Un infeliz que atraviesa el filo de ciclones inmolados?
¿Divino que vigila los bordes de los volcanes
para que los buitres montaraces
recojan la lava de la primera alarma?
¿Poeta salido del terciopelo de un rebaño
que va asustando a los peregrinos cada vez que se derraman
hacia un ateneo que alborota
con sus ceremonias de clemencia?
¿Ángel descendiente de su Beatitud el Demonio?
¿Cármata que sobrepasa el cetro de la Historia
y se yergue frente a la lejanía blandiendo la vergüenza
de las tribus ubicadas en la jaima de la inmolación
y de las limosnas asesinadas?
El defensor que arremete en el combate de las palabras
Ante una justicia que opta por el tributo de la fuerza
Y apuesta por la prosternación de la fetua
O el puñal que esculpe el esqueleto terrestre
Desgarrando el hueso del trono
Antes de alcanzar la funda de la garganta.

¿De dónde has venido?
Todas las cuestas desconocen el manto de tus andares
Y el polvo de tus valerosos soldados
Todos los puertos no han probado la energía de tus brazos
Cuando se arrojan el uno al otro
El ardor de los cuernos de caza
Cuando una tempestad que anhela la certeza del polvo, viniste
¿Estás aquí
para morar una cueva que cerca los cercos
con la madera que congrega al roble de la sospecha
y caminar arrugado con pétreos pies de ascuas
atravesando lagunas y aceras de ciudades
preparadas para rechazar pezuñas y cascos?
¿O estás
para escribir cada tarde
sobre la mortaja de los muertos cercanos a ti:
“Aquí ruge el horror que no tiene morada”?

¿Estás solo
o acompañado por una mujer que no perdona?
La espuma de tus ojos la encontró en el portal del mar
Mientras prendía fuego a sus prendas
Como velas de naves ahogadas
Y se curtía el cuero cabelludo –ese límite externo de lo profanado-
Para poder coser con sus canas
Palanquines para las princesas del viento.
O quizás se unió a ti, cual cachorro lactante
Insumisa a los consejos de los suyos
Mientras alisaba sus garras rebeldes
Sobre el pedestal de tus rodillas.

Aquí estás,
Pueblo en una bandera enfurecida que tú clavas
En el hombro asesino que vigila el hálito del agua,
Y no demoras el castigo
De los señores del momento.
Fascinado por las extrañas riberas selladas con lanzas
Seduces a tus manos
Y te vas lejos, muy lejos,
En un viaje ajustado al deseo de las alas."

Fawzia Al-Sindi
Traducción del árabe al español: Laroussi Haidar







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