"Ningún filósofo versado en los escritos herméticos ignora cuán importante es Saturno, hasta tal punto que debe ser preferido al oro común y natural, y que es llamado oro verdadero y la materia sujeto de los filósofos. Transcribiremos sobre este punto el testimonio aprobado de los filósofos más notables. »Isaac el Holandés dice en su Obra vegetal: Sabe, hijo mío, que la piedra de los filósofos debe hacerse por medio de Saturno, y cuando ha sido obtenida en estado perfecto, hace la proyección tanto en el cuerpo humano —en el interior como en el exterior—, como en los metales. Sabe, también, que en todas las obras vegetales no hay mayor secreto que en Saturno, pues no encontramos la putrefacción del oro más que en Saturno, donde está oculta. Saturno contiene en su interior el oro probo, en lo que convienen todos los filósofos a condición de que se le retiren todas sus superfluidades, es decir, las heces, y entonces queda purgado. El exterior es llevado al interior, el interior manifestado en el exterior, de donde proviene su rojez, y tenemos entonces el oro probo. »Saturno, por lo demás, entra fácilmente en solución y se coagula del mismo modo. Se presta de buen grado a dejarse extraer su mercurio. Puede ser sublimado con facilidad, hasta el punto de que se convierte en el mercurio del Sol, pues Saturno contiene en su interior el oro que Mercurio necesita, y su mercurio es tan puro como el del oro. Por estas razones digo que Saturno es, para nuestra Obra, preferible con mucho al oro, pues si deseas extraer el mercurio del oro, necesitarás más de un año para obtener este cuerpo del Sol, mientras que puedes extraer el mercurio de Saturno en veintisiete días. Los dos metales son buenos, pero puedes afirmar con mayor certidumbre todavía que Saturno es la piedra que los filósofos no quieren nombrar y cuyo nombre ha sido ocultado hasta hoy. Pues si se conociera su nombre, muchos que corren tras su obtención la hubieran hallado, y este Arte se hubiera convertido en común y vulgar. Este trabajo resultaría breve y sin gran gasto. También, para evitar tales inconvenientes, los filósofos han escondido su nombre con gran cuidado. Algunos lo han envuelto en parábolas maravillosas diciendo que Saturno es la vasija a la que no es preciso añadir nada extraño, excepto lo que viene de ella, de tal manera que no hay hombre por pobre que sea que no pueda ocuparse en esta Obra, ya que no necesita grandes gastos y que son precisos poco trabajo y pocos días para obtener de él la Luna y, poco después, el Sol. Hallamos, pues, en Saturno todo cuanto necesitamos para la Obra. En él está el mercurio perfecto; en él están todos los colores del mundo que pueden manifestarse; en él está la verdadera negrura, la blancura, la rojez y también el peso. »Os confío, pues, que después de esto puede comprenderse que Saturno sea nuestra piedra filosofal y el latón del que pueden ser extraídos el mercurio y nuestra piedra, en poco tiempo y sin grandes dispendios, mediante nuestro arte breve. Y la piedra que se obtiene es nuestro latón, y el agua aguda que está en ella es nuestra piedra. Y tales son la piedra y el agua sobre las que los filósofos han escrito montañas de libros. »Teofrasto Paracelso, en el Canon quinto de Saturno, dice: »Saturno habla así de su naturaleza: los seis (metales) se han unido a mí e infundieron su espíritu en mi cuerpo caduco. Añadieron aquello que no querían en absoluto y me lo atribuyeron. Pero mis hermanos son espirituales y penetran mi cuerpo, que es fuego, de tal manera que soy consumido por el fuego. De modo que ellos (los metales), excepto dos, el Sol y la Luna, son purgados por mi agua. Mi espíritu es el agua que ablanda todos los cuerpos congelados y dormidos de mis hermanos. Pero mi cuerpo conspira con la tierra, al igual que lo que se une a esta tierra se hace semejante a ella y se involucra en su cuerpo. Y no conozco nada en el mundo que pueda producir esto como puedo yo. Los químicos deben, pues, abandonar todo otro procedimiento y limitarse a los recursos que pueden obtenerse de mí. »La piedra, que en mí está fría, es mi agua, por medio de la cual puede coagularse el espíritu de los siete metales y la esencia del séptimo, del Sol o de la Luna y, con la gracia de Dios, aprovecha tanto que al cabo de tres semanas se puede preparar el menstruo de Saturno, que disolverá inmediatamente las perlas. Si los espíritus de Saturno son fundidos en solución, se coagulan en seguida en masa y arrancan aceite animado al oro. Entonces, por este medio, todos los metales y las gemas pueden ser disueltos en un instante, lo que el filósofo reservará para sí en tanto lo juzgue conveniente. Pero yo deseo permanecer tan oscuro sobre este punto como claro he sido hasta aquí."

Johann Daniel Mylius
Basilica Philosophica. Francofurti, apud Lucam Jennis, 1618. Consejo décimo. Teoría de la piedra de los filósofos, tomo III, libro 1, p. 67
Tomada del libro Las Moradas Filosofales de Fulcanelli, página 453















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