" "Al fin y al cabo uno tiene derecho a saber por qué le odian", opinó."

Imre Kertész
Sin destino


"Atención, no escribas nada "objetivo",
nada tiene valor fuera de tus propias ideas falsas."

Imre Kertész



"Creía en la política, y la política lo engañó, como hace con todo el mundo."

Imre Kertész

"Cuando un hombre emprende el camino del éxito, sólo puede tener éxito o sufrir un fracaso, no existe un tercer camino."

Imre Kertész

"Cuando el hombre se dispone a luchar sabe por qué lo hace. De lo contrario no tiene sentido. En general, se lucha contra un poder para llegar uno mismo al poder. O porque el poder reinante supone una amenaza para la vida."

Imre Kertész


"El Estado es siempre el mismo. También hasta ahora sólo ha financiado la literatura para liquidarla. El apoyo estatal a la literatura es la forma estatalmente encubierta de la liquidación estatal de la literatura."

Imre Kertész

"El hombre totalmente reducido o, en otra palabra, el superviviente, decía, no es trágico sino cómico, porque carece de destino."

Imre Kertész


"El mundo no es nuestra representación, sino nuestra quimera llena de sorpresas inconcebibles."

Imre Kertész


“El ser humano debe encontrar el camino de vuelta a sí mismo, debe convertirse en persona e individuo en el sentido radical de existencia que tiene esa palabra. El ser humano no nace para desaparecer en la historia como pieza desechable, sino para comprender su destino, para arrostrar su inmortalidad... para salvar su alma.”

Imre Kertész
Un instante de silencio en el paredón


"En esto consiste la segunda forma de evasión, ¿Quién no ha tenido la tentación, aunque sea una sola vez, de abandonarse?"

Imre Kertész

"Es un hecho demostrado que nuestra imaginación permanece libre incluso en condiciones de privación de libertad."

Imre Kertész


"Existe un grado de insomnio, de rumia del pasado, de sentido histórico en que lo viviente se perjudica y al final sucumbe, trátese de un hombre, de un pueblo o de una cultura."

Imre Kertész



"Existo. ¿Es esto vida? No, mera vegetación. Según parece, sólo puede haber una filosofía después del existencialismo: el no-existencialismo. O sea, la filosofía de la existencia en la no-existencia."

Imre Kertész


"La lectura como droga que difumina agradablemente los perfiles implacables de la vida que nos domina."

Imre Kertész

"La trampa de la personalidad la psicología, las pasiones. ¿Qué relaciones tenemos, de verdad, con nuestras pasiones y cuál es nuestra parte exacta en ellas?"

Imre Kertész

"·¿La Verdad o mi verdad?"

Imre Kertész


"La verdadera genialidad es la genialidad existencial."

Imre Kertész


"Las intenciones de las personas no eran siempre las mismas, por supuesto, pero a partir de cierto punto las diferencias eran sólo cuestión de matices y los resultados eran idénticos."

Imre Kertész



"... Lo principal era no abandonarse; algo siempre pasará porque nunca ha pasado que algo no pasara.."

Imre Kertész


"Los escritores, dijiste, "se sumen a veces en la desesperación más profunda" para dominarla luego y seguir adelante."

Imre Kertész


"Me enferman las atrocidades, aunque hoy por hoy constituyan el orden natural del mundo. ¡Y resulta que quiero actuar!"

Imre Kertész

"No hay nada más fácil que vivir despreocupadamente."

Imre Kertész



"Nunca lo hubiese creído y, sin embargo, es una verdad como un templo; en ninguna otra circunstancia importa tanto llevar una vida ordenada, ejemplar y hasta virtuosa como estando preso."

Imre Kertész


"Ocurrió precisamente el día después del cambio de situación, a partir del cual los guardianes de esclavos fueron sustituidos por libertadores, que salí tambaleando de la Saal, o sea, de la habitación del barracón-hospital donde yacía por esas fechas porque, para expresarlo con suavidad, estaba enfermo, cosa que no era normalmente motivo alguno para estar tumbado en un barracón-hospital, pero gracias a la coincidencia de ciertas circunstancias que asumieron la forma de la fortuna, un poco más sorprendente que las habituales desgracias, yo yacía en el barracón-hospital, salí, digo, de la habitación, me fui tambaleando a los llamados servicios, abrí la puerta y me disponía a seguir adelante, rumbo al lavabo o quizás antes al urinario, cuando me quedé simplemente de piedra, y a decir verdad no encuentro mejor fórmula que esta expresión barata para describirlo, porque un soldado alemán estaba junto al lavabo y, al verme entrar, volvió la cabeza hacia mí; y antes de desmayarme, mearme o hacer quién sabe qué debido al susto, observé un movimiento a través de la niebla negro-gris de mi terror, el gesto del soldado alemán que me invitaba a acercarme al lavabo y también un trapo que el soldado tenía en la mano que me hacía el gesto y vi asimismo una sonrisa, la sonrisa del soldado alemán, o sea que poco a poco me di cuenta de que el soldado alemán sólo estaba fregando el lavabo y que su sonrisa expresaba su disposición a atenderme, es decir, el hecho era que estaba fregando el lavabo para mí, o sea, que el orden mundial había cambiado, o sea, que el orden mundial no había cambiado en absoluto, o sea, que el orden mundial sólo había cambiado en tanto que ayer yo era el prisionero y hoy el prisionero era él, lo cual ya suponía un cambio considerable, y todo esto sólo puso fin a mi terror en la medida en que controló mi sentimiento inmediato convirtiéndolo en una desconfianza duradera e inamovible, dándole madurez y transformándolo en algo así como una cosmovisión, lo cual proporcionó a mi vida posterior en el Lager, pues seguí residiendo bastante tiempo allí como habitante libre, un sabor y un aroma especiales, la sensación incomparablemente dulce y cauta de la vida recuperada, la sensación de que vivía, pero que los alemanes podían volver en cualquier momento, es decir, que aun así no vivía del todo."

Imre Kertész
Kaddish por el hijo no nacido



"Pero escribía... Porque era su único medio de expresión. Sin embargo, el verdadero medio de expresión del hombre es la vida."

Imre Kertész



"Puedo decir que con el tiempo uno se acostumbra hasta a los milagros."

Imre Kertész


"Se reclinó en el asiento; todo parecía indicar que había de renunciar a su propósito. Le ardían los ojos por el esfuerzo; los entornó para darles un descanso al tiempo que apoyaba la nuca en el reposacabezas; luego volvió a abrirlos sin más, sin pensar en nada, solamente porque tornaba a sentirse más descansado, y se enderezó asombrado: ahora que no contaba con nada, he aquí que, de súbito, la ciudad empezó a hablar. ¿Qué había ocurrido? En ese momento, el enviado apenas supo explicárselo. El error residía, evidentemente, en el método, en el método que había seguido hasta entonces con tesón y terquedad, al considerarlo el más adecuado para su objetivo. Sólo se había concentrado en las esquinas, en los cruces, en partes de la calles, deseoso de extraer algo determinado de componentes indeterminados, de conseguir un conjunto sólido a partir de detalles fugaces: el fracaso tenía que producirse, pues, con la lógica propia de lo necesario. No le tendieron una trampa: él cayó en ella, y jamás lo habrían inducido a error si él mismo no se hubiera equivocado. Debería haber previsto que los detalles se ponen al mismo tiempo la máscara de la intemporalidad y la del instante fugaz, sonriente y cotidiano, y que la mirada empeñada en conseguir su objetivo se desliza impotente por esa superficie resbaladiza. En el momento, sin embargo, en que ya no esperaba nada, en que la mirada desanimada recorría sin meta alguna y, por así decirlo, distraídamente los pisos superiores de los edificios, en ese momento, con la ayuda del ángulo de incidencia de la luz y de la impresión de un color dominante que habían olvidado cambiar o que no podía variar, alcanzó de pronto la meta. ¿Qué color era ese? Emanaba de todos los edificios de manera tan uniforme, era tan inmenso, sólido y evidente, que el enviado casi tuvo que hurgar en busca de su nombre: amarillo. Pero ¿decía este nombre algo respecto al color? ¿Se acercaba la serie convencional de sonidos, el adjetivo tan abstracto como vacuo, a esta revelación explosiva y, sin embargo, inasible y fugaz? El enviado contemplaba, inmóvil y fascinado, el color; de hecho, no lo miraba, sino que lo absorbía como una fragancia volátil, lo rastreaba con todos los sentidos y lo atrapaba con cautela, pero también con decisión, para sacarlo de allí y apropiarse de él. No cabía la menor duda de que ese color envuelto en resplandor era intemporal; sin embargo, únicamente el instante cotidiano lo volvía asible; un instante del todo diferente, empero, que sólo podía encontrar bajo la presión implacable del engañoso presente y que no tenía ninguna representación en el mapa, ningún equivalente en el inventario de objetos que pudieran ofrecer la necesaria certeza. La fortuna le había llegado traída precisamente por aquello que había intentado desechar mediante un trabajo sistemático: el azar, ese elemento nunca previsto en las pesquisas y, sin embargo, imprescindible. No necesitaba, pues, el frío cálculo sino la sorpresa inesperada; se había dedicado a investigar aquello que le ocultaban cuando, de hecho, debería haber intentado captar lo visible; consciente o no, siempre perseguía lo que siempre desatendía: ese amarillo, ese conocimiento salvaje, estremecedor; y con el conocimiento que era obra del instante presente surgía al mismo tiempo otro momento buscado en vano hasta entonces, el momento de la ciudad que se había ocultado ante él, que se reservaba para él y al que sólo él podía insuflar vida; y he aquí que todo era irrefutable, comprobado y dolorosamente cierto."

Imre Kertész
La bandera inglesa



"Si existe la libertad entonces no puede existir el destino, por lo tanto, nosotros mismos somos nuestro propio destino."

Imre Kertész



"Sólo creo en una revolución seria: ¡La de los policías!"

Imre Kertész


"Sólo por nuestras historias podemos saber que nuestras historias han llegado a su fin."

Imre Kertész

"Yo había vivido un destino determinado; no era mi destino pero lo había vivido. No comprendía cómo no les entraba en la cabeza que ahora tendría que vivir con ese destino, tendría que relacionarlo con algo, conectarlo con algo, al fin y al cabo ya no bastaba con decir que había sido un error, una equivocación, un caso fortuito o que simplemente no había ocurrido."

Imre Kertész
Sin destino




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