hola, tú. Las mujeres se vuelven 
encantadoras con la añoranza.

Carta abierta a las chicas de los soldados

quiero hablar contigo íntimamente – 
sobre la sombra de la guerra que se acerca a nuestro jardín, 
las horas pasadas cautivos frente a la TV,
el contorno de tus brazos y su brazo entrelazados 
como cintas amarillas en el sueño.

por la noche duermes con el muchacho
que durante el día juega a ser soldado.
te despeinó los cabellos,
quizás lloró en el hueco de tu clavícula,
conoces sus torpes dedos,
su torso de buey,
y sabes
que desesperadamente
él quiere ser un héroe.

la noche sin luna en ambos países,
saqueada de sus estrellas. Sólo tus ojos, duros, sin pestañar.
allí, bombas que llueven como truenos y balas, como una dura, dura lluvia. 

no te pediré que llores 
por otras mujeres, que dan vueltas en la cama, 
ansiando la esencia de almendras
de sus propios hombres,
arrojándole plegarias
a un silencioso dios extranjero, 

tu tristeza tiene su propia pequeña órbita – 
un hombre, marchando como una hormiga 
con su pequeño casco
hacia un inhóspito horizonte de polvo naranja, 
en una tierra donde su lengua es polvo, 
donde los planes y los motivos
de su país natal
vuelan a millas de su cabeza. Él está ahí
para cumplir órdenes, para ser un héroe, para tratar de ser un buen hombre. 

¿qué podemos hacer? 
te lo pregunto con las manos vacías. 
te hablo como una mujer
que también ama a un niño soldado, un niño hombre. 

¿qué podemos hacer?
nosotras que esperamos como guijarros –pequeñas, duras, brillantes, 
nosotras cuyas bocas
se quedan sin palabras como páginas desgarradas, 
cuando todo lo que queremos decir es –
deshagan las cintas amarillas 
y las ansias por mayores libertades 
o reinados –detengan la guerra fallida 
y devuélvannos a nuestros hermosos y golpeados hombres,

antes que nuestras vidas se desarmen como sogas deshilachadas, 
antes que la guerra invada el frágil país de nuestra cama. 

tal vez a la noche 
deberíamos tramar una rebelión, 
susurrarle que dispare en otra dirección, 
ocultarse – 

decirle:
no hay vientos y canciones
cuando mueres siendo una leyenda joven.

sí, éste es un poema de amor
disimulado dentro de un poema sobre la guerra

para mujeres, dejadas con mordidas de amor, 
magullones, rosas, bebés, y anhelos desplegados más allá de cualquier bandera. 
para hombres, que guardan nuestras mejores fotos tamaño billetera 
bajo sus cabezas, para que los cuiden, para hundirse en todos sus sueños no dichos. 

para amantes,
que dejan ir cartas como palomas de papel 
que sobrevuelan océanos trazando un arco blanco, para aterrizar seguras en las manos del amante – 
palabras con alas, temblorosas, y esperando ser 
abiertas.

Ishle Yi Park





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