"Me impresionó mucho una conversación que tuve con (...), Edward G. Robinson. Su conversación, (...) fue íntima y sincera y, durante ella, Robinson nos pintó un cuadro asombroso de la industria cinematográfica americana. «Aquí, en América, la industria cinematográfica la maneja un puñado de millonarios inhumanos. Lo único que les importa es el beneficio. Para ellos, auténticos caciques del cine, la forma de ganar millones es secundaria. Todo vale, con tal que se gane varias veces el coste de una película, una vez que se distribuye. Esa gente no sabe lo que es moralidad ni justicia social. Puede que yo no sea un experto en economía o finanzas, pero, desde luego, he observado un descenso en las normas morales que se muestran en las pantallas.» Estaba algo agitado y se veía que era un tema doloroso para él. «Más de una vez —prosiguió-- me he preguntado si, desde mi punto de vista moral, debía aceptar un papel. No puedo decir que siempre haya acertado al hacer mi elección. Algunas veces no me he sentido satisfecho de mis actuaciones, en lo que al género de vida que muestro en la pantalla se refiere y al personaje al que doy vida. Sin embargo, me he resistido la mayoría de las veces a las condiciones impuestas por los amos de Hollywood.» «Las películas americanas están sobrepasando el límite de vulgaridad y corrupción —se lamentó—. Se le llama naturalismo y lo más triste es que a los espectadores los están educando con este producto y que les gusta. Así, pues, los productores se esfuerzan por satisfacer la demanda que ellos mismos han creado. Es difícil luchar contra ellos y, de todas formas, ¿quién iba a hacerlo? La lucha es desigual.» Yo le pregunté: «¿No hay ningún grupo de actores conocidos, como usted mismo, y quizá de productores, que pudieran intentar influir en el cine de forma más positiva?» «No hay grupos organizados de ese tipo —contestó él—. Y tampoco durarían mucho en los Estados Unidos. Cualquier actor que lo intentara no tardaría en morirse de hambre.» (...). «Eso es lo que les sucede a muchos actores de cine —dijo, finalmente—, que a diario tienen que exhibir un comportamiento que es un insulto para todo lo bueno y decente del ser humano»."

Andréi Gromyko
Memorias (1988) pp. 88, 89 y 90



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