Moldear/mujer

Así fue moldeado el objeto:
para la sumisión.
Tiene ojos para ver y apenas
entrevé. No va lejos
su pensamiento cortado
por el herrumbre
de las tijeras. Es un mito
sin alas, condicionado
a las faenas en torno a la chimenea.
Como un cántaro de barro habituado
a movimientos incipientes
bajo tutela.
Alza la cabeza por instantes
y pronto desfallece por la fuerza
de siglos pendientes.
Al remover cachivaches
lleva espinas en la carne.
Será quizás escaso un milenio
para que por justicia
ella tenga vida integral.
Pues el modelo debe ser
indefectible según
las leyes del propio moldear."

Henriqueta Lisboa
Traducción de Ester Bastián


“El maestro deja una huella para la eternidad; nunca puede decir cuando se detiene su influencia.”

Henriqueta Lisboa


Idilio

Señor, perdona que yo no te procure
en tus días de abundancia y de púrpura.
Perdona que yo no esté presente
en tus rituales de luz e incienso.
Perdona que no me una a la turba
cuando eres aclamado en las plazas públicas.
Y que nunca haya sido
Quien proclame de sus insignias.
No es que me avergüence de Ti, Señor,
Fuiste Tú mismo quien me diste este pudor
por las cosas que se ofrecen en la claridad.
No sé cantar en altas voces.
No sé expresarme en gestos largos y notorios
No sé hacer uso de colores fulgurantes.
Amo en el silencio, como las monjas,
En penumbra, como los que aman sin esperanza.
Con extremas delicadezas,
como si mi amor estuviera por morirse…
En la tristeza y en la obscuridad,
cuando los hombres se distraigan de Ti
y se vayan para la faena o para el ocio
dejando tus templos vacíos,
entonces, Señor,
mi hora habrá llegado.
Entraré despacio en tu santuario,
encenderé con manos temblorosas tu lámpara de aceite
y me sentaré en el suelo, junto a tu tabernáculo,
inmersa en pensamientos inefables.
No rezaré, quizás, Señor.
Mis labios no saben pronunciar en vano
aquellas fórmulas
que el tiempo desfiguró en mi imaginación.
Mis labios quedaran inmóviles.
Mas habrá en todo mi ser
tanto abandono,
tanta afinidad de mi actitud con tu ambiente,
que sentirás mi corazón latir
dentro de tus manos.
Seré entonces feliz, feliz dulcemente
como una enamorada tímida
a quien se le adivina

Henriqueta Lisboa
Traducción de Ester Bastián


Restauradora

"La muerte es limpia.
Cruel pero limpia.

Con sus delantales de lino
—  como mucama – friega los vitrales
tiene puños ágiles y esponjas. 

Abre las ventanas, el aire se precipita
inaugural hacia las salas.
Había huellas digitales en los muebles,
granos de polvo en el intersticio de las cerraduras.

No obstante todo volvió a ser como antes de la carne
y su desorden."

Henriqueta Lisboa





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