"Originalmente, Ulfilas, su obispo, no tuvo opiniones distintas de aquellas de la Iglesia católica; pues durante el reinado de Constancio, aunque él tomó parte, yo estoy convencido que irreflexivamente, en el concilio de Constantinopla, en unión de Eudoxio y Acacio, aún no se desvió de las doctrinas del concilio de Nicea. Más tarde, según parece, volvió a Constantinopla y, se dice, entró en disputa sobre asuntos doctrinales con los jefes de la facción arriana; y ellos le prometieron elevar sus demandas ante el emperador y apoyar el objeto de su embajada si él se acomodaba a sus opiniones. Forzado por la urgencia de la ocasión o, posiblemente, pensando que era mejor aceptar tales interpretaciones concernientes a la naturaleza divina, Ulfilas entró en comunión con los arrianos, y se separó con todo su pueblo de cualquier vínculo con la Iglesia católica. Como él había instruido a los godos en las primeras nociones de la religión y gracias a él habían empezado a llevar una vida tranquila, ellos tenían absoluta confianza en sus consejos, y estaban firmemente convencidos que nunca haría ni diría nada que fuese malo. Él de hecho había dado muchas pruebas de la grandeza de su virtud. Se había expuesto a numerosas pruebas en defensa de la fe durante el período en que los mencionados bárbaros se entregaban al culto pagano. Les enseñó el uso de las letras y tradujo las Sagradas Escrituras en su propia lengua. Fue de este modo como los bárbaros de la ribera del Danubio siguieron los dogmas de Arrio. En el mismo período hubo muchos seguidores de Fritigerno que testificaron a Cristo y fueron martirizados. Atanarico, resentido de que sus seguidores se hubiesen hecho cristianos por la persuasión de Ulfilas, y porque habían abandonado el culto de sus padres, sometió a gran cantidad de individuos a muchos castigos; algunos los llevó a la muerte después de que hubiesen sido arrastrados ante tribunales y hubiesen confesado noblemente la doctrina, y otros asesinados sin que se les permitiese pronunciar una sola palabra en su defensa."

Sozomeno
Historia Eclesiástica VI, 37

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