Achill Killeen1

1
Temprano en la mañana.
Las casitas de vacaciones
del otro lado de la bahía están cansadas
de remar toda la noche a través de las olas
y dejan sus remos de lado.

Lejos entre dos rocas el sol abre
una puerta azul y hace pasar lentamente
a un barco pesquero y su tripulación
al resplandeciente ascenso del día.

2
Una mariposa monarca me conduce
donde el oleaje se desenreda
sobre la arena toda.
Es el retazo del mapa perdido
de la isla que el viento transporta de aquí para allá
con alas marrones
y delicados contornos negros.

3
De pie en un campo por encima del mar, esparcidos pedazos
de cuarzo blanco
cada uno marcando la tumba de un niño.

Las piedras son lámparas brillantes
tomadas de la tierra puestas
sobre un altar improvisado:

los antiguos dioses descendieron
desde las montañas
para velar el campo en piedad y silencio.

4
Los niños se deslizaron fuera del alcance
dentro de la tierra tan rápido que
sus nombres no fueron escritos sobre piedra.

Pero los jóvenes padres arrodillados
en la ladera los tenían en el corazón-
dolor se llamaban, pérdida y angustia.

5
Durante todo el día un viento suave rastrilla el pasto
y las nubes apresuran su carga
de pájaros hacia el este.
Durante todo el día mis pies van
de aquí para allá- durante todo el día mi corazón
desea quedarse quieto.

Eva Bourke

1De acuerdo a la poeta, con este nombre irlandés se conoce a las tumbas improvisadas donde se entierran a los niños que al morir muy pequeños no pudieron ser bautizados, y por ende no tienen derecho a ser enterrados en las tumbas irlandesas que son católicas.



La poeta a los 90 escribe una carta

Mis amigos, aquí en esta mesa
con papel y lápiz
quiero contarles lo que perdí
que era todo
y lo que ha vuelto a mí
que también era todo.

De niña aprendí en los días de verano
que el sol habla una lengua incansable
que el pasto quiere vestirlo
todo bajo el cielo
con estrofas verdes
miel para envolver al mundo entero
con su dulce retórica
y su clara marca de agua para escribir sobre las cosas

Pero más tarde a mi lengua le arrojaron piedras
para alimentarse y tierra muerta
en el exilio habló de jarra cuenco pan
nada más quedó en mi mesa.

A su tiempo se curó e hizo amistad con los árboles
a veces fue hasta los confines de la tierra
el viento le mostró el camino.
En la oscuridad y la pena
se puso el vestido de muchachita-

abrió una puerta llamada flor
una puerta llamada estrella
una puerta llamada marea,
las atravesé todas con mi corazón palpitante y vi
a mi madre en un balcón de luz de verano.

Deben creerme
lo único que siempre quise fue pan y rosas
que la sangre de la flor estuviera quieta
para encontrar una palabra clara como un espejo
para enseñarme a mí misma y a ustedes
a tener cuidado con la desesperación.

Eva Bourke
Este poema está dedicado a Stella Rosemberg, de 93 años, poeta judeo- austríaca, que vive en el exilio en Leeds desde 1938 y solo escribe en alemán, muy de vez en cuando, penando por su madre, que murió en Auschwitz.




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