Amor bajo la luz de la luna

A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación
a otra persona, a eso lo llaman
alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma.
(Lo que significa que para entonces adquirieron una.)
Afuera, la tarde de verano, todo un mundo
arrojado a la luna: grupos de formas plateadas
que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín
donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo,
la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio
transformada en aleación de luz de luna,
forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma
llena de ese fuego que en realidad es luz de luna,
tomada de otra fuente, y brilla
unos instantes, como brilla la luna: piedra o no,
la luna sigue estando más que viva."

Louise Glück


Amor terrenal

Las convenciones del tiempo
los mantuvieron unidos.
Fue una época
(muy larga) en que
al corazón, que antes se entregaba libremente,
se le exigió, como formalidad,
que renunciara a la libertad: una consagración
conmovedora y condenada al fracaso.

En cuanto a nosotros,
por suerte nos apartamos
de esas exigencias,
como solía recordar
cuando mi vida se hizo añicos.
Así que lo que tuvimos tanto tiempo
fue, más o menos,
algo voluntario, vivo.
No fue hasta mucho después
que empecé a pensar de otro modo.

Todos somos humanos:
nos protegemos
lo mejor que podemos,
incluso llegamos a rechazar
la claridad, a engañarnos
a nosotros mismos. Como en
la consagración de que hablaba.

Y sin embargo, en este engaño
hubo verdadera felicidad.
Así que creo que repetiría
esos errores del mismo modo.
Tampoco me parece que sea
crucial saber
si esa felicidad
se basa en una ilusión:
es real, a su manera.
Y en cualquier caso, acabará.

Louise Glück



"El gran hombre le da la espalda a la
     isla.
Su muerte no sucederá ya en el
     paraíso
ni volverá a oír
los laudes del paraíso entre los olivos,
junto a las charcas cristalinas bajo los cipreses.
     Da

comienzo ahora el tiempo en el que oye otra vez
ese latido que es la narración
del mar, al alba cuando su atracción es más
     fuerte.
Lo que nos trajo hasta aquí
nos sacará de aquí; nuestra nave
se mece en el agua teñida del puerto.

Ahora el hechizo ha concluido.
Devuélvele su vida,
mar que sólo sabes avanzar."

Louise Glück
La decisión de Odiseo



El iris salvaje

"Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:

del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina."

Louise Glück


El umbral

Yo quería quedarme como estaba,
quieta, a diferencia del mundo,
no en medio del verano sino en la fase previa
al brote de la primera flor, el momento
en que nada es pasado aún -

no en medio del verano, intoxicante,
sino a fines de la primavera, cuando el césped no es alto todavía
al borde del jardín, cuando los tulipanes precoces
empiezan a brotar -

como un niño que ronda un umbral, observando a los demás,
los que entran primero,
tensa fusión de brazos, atento a los
fracasos ajenos, las vacilaciones ajenas

con la brutal confianza infantil de un inminente poder
preparándose para vencer
esas flaquezas, para sucumbir
a la nada, el tiempo directamente

previo a la floración, la época de la maestría

antes de la aparición del don,
antes de la posesión.

Louise Glück



El vestido 

Se me secó el alma.
Como un alma arrojada al fuego,
pero no del todo,
no hasta la aniquilación. Sedienta,
siguió adelante. Crispada,
no por la soledad sino por la desconfianza,
el resultado de la violencia.
//.
El espíritu, invitado a abandonar el cuerpo,
a quedar expuesto un momento,
temblando, como antes
de tu entrega a lo divino;
el espíritu fue seducido, debido a su soledad,
por la promesa de la gracia.
¿Cómo vas a volver a confiar
en el amor de otro ser?
//.
Mi alma se marchitó y se encogió.
El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado
grande
para ella.
Y cuando recuperé la esperanza,
era una esperanza completamente distinta.

Louise Glück



Mañana lluviosa

 No amas el mundo.
Si amaras el mundo habría
imágenes en tus poemas.


John ama el mundo. Tiene
un lema: no juzgues
si no quieres ser juzgado. No


discutas este punto
con la teoría de que no es posible
amar lo que uno renuncia
a comprender: renunciar


al discurso no significa
suprimir la percepción.


Fíjate en John, fuera en el mundo,
corriendo incluso en un día miserable
como hoy. Que
elijas no mojarte se parece a la patética
preferencia del gato por cazar aves muertas: completamente


consistente con tus dóciles temas espirituales,
el otoño, la pérdida, la oscuridad, etc.


Todos podemos escribir sobre el sufrimiento
con los ojos cerrados. Deberías mostrarle a la gente
algo más de ti misma; mostrarles tu clandestina
pasión por la carne roja.

Louise Glück


Medianoche


"Por fin la noche me rodeó;

floté en ella, quizás dentro de ella,
o me llevó como un río lleva
a un bote, y al mismo tiempo
se revolvió sobre mí,
plena de estrellas, pero, aun así, oscura.
Estos eran los momentos por los que vivía.
Fui, me sentí, misteriosamente elevado sobre el mundo
y como esa acción fue, al fin, imposible
hizo que el pensamiento no solo fuese posible sino ilimitado.

No tuvo fin. Sentí que no
tenía que hacer nada. Todo
se haría por mí, o para mí
y si no se hacía, no era
indispensable.

Estaba en mi terraza.
Con la mano derecha sostenía un vaso de whisky
en el cual dos hielos se derretían.

El silencio había entrado en mí.
Fue como aquella noche, y mis recuerdos…fueron como las estrellas
porque estaban fijos, aunque claro
si uno pudiera verlas como lo hacen los astrónomos
uno vería que son fuego sin fin, como el fuego del infierno.
Coloqué el vaso en la barandilla de hierro.

Abajo, el río destellaba. Como dije,
todo brillaba… las estrellas, las luces del puente, los importantes
edificios iluminados que parecían detenerse en el río
y luego continuar, el trabajo del hombre
interrumpido por la naturaleza. Ocasionalmente veía
a los botes recreativos nocturnos; y como esa noche hacía calor,
todavía estaban repletos.

Esta era la gran excursión de mi niñez.
El corto trayecto en tren para terminar en una tarde de té en el río,
después lo que mi tía llamaba nuestro paseo,
después el mismo bote que iba de un lado para otro sobre el agua oscura…

Las monedas de la mano de mi tía pasaban hacia las manos del capitán.
Me daban mi billete, cada vez un número nuevo.
Después el bote entraba en la corriente.

Sostenía de la mano a mi hermano.
Mirábamos los monumentos pasando uno tras otro
siempre en el mismo orden
de manera que avanzábamos al futuro
mientras experimentábamos recurrencias perpetuas.

El bote viajaba a lo largo del río y regresaba de nuevo.
Se movía a través del tiempo y después
a través de una reversión del tiempo, a pesar de que nuestro rumbo
siempre era hacia adelante, la proa abría
continuamente, un camino en el agua.

Era como una ceremonia religiosa
en la cual la congregación quedaba
expectante, contemplando,
y eso era de lo que se trataba, de la contemplación.

La ciudad yéndose a la deriva,
una mitad por el lado derecho, la otra por el izquierdo.

Mirad qué hermosa es la ciudad,
nos solía decir mi tía. Porque
estaba iluminada, espero. O quizás porque
alguien lo había dicho en el folleto impreso.

Después cogíamos el último tren.
A veces me dormía, incluso mi hermano se dormía.
Éramos niños del campo, no estábamos acostumbrados a esta intensidad.

Estáis agotados, chicos, decía mi tía,
como si toda nuestra niñez tuviera
una exhausta naturaleza.
Fuera del tren, el búho ululaba.

Qué cansados estábamos cuando llegábamos a casa.
Yo me acostaba con los calcetines puestos.

La noche era muy oscura.
La luna salió.
Vi la mano de mi tía sujetando la barandilla.

Con gran emoción, aplaudiendo y vitoreando,
los otros subieron a la cubierta superior
para ver a la tierra desaparecer dentro del océano…"

Louise Glück

Prisma. 20. Una noche de verano...

Una noche de verano. Sonido de tormenta de verano.
Las grandes placas se mueven invisiblemente y cambian-

Y en la habitación oscura, los amantes duermen uno en brazos del otro.

Somos, ambos, el que despierte primero,
el que agite el fuego y mire, a la luz primera del alba,
el extraño.

Louise Glück
Versión de José Luis Justes Amador


Regreso al hogar

Había un manzano en el patio --
esto habrá sido
hace cuarenta años -- y detrás,
solo praderas. Montones
de crocus en el pasto mojado.
Yo me paraba junto a esa ventana:
fines de abril. Flores
de primavera en el patio vecino.
¿Cuántas veces el árbol floreció,
de verdad, para mi cumpleaños,
el día exacto, no antes,
ni después? La sustitución
de lo inmutable
por lo que cambia, por lo que evoluciona.
La sustitución de la imagen
por la tierra implacable. ¿Qué
es lo que sé de este lugar?
El papel de ese árbol confundido por
décadas con un bonsai, las voces
subiendo desde las canchas de tenis –
Los campos. Olor a pasto crecido, recién cortado.
Lo que se espera de un poeta lírico.
Miramos el mundo una sola vez, en la infancia.
El resto es memoria.

Louise Glück






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