“Bailly, el gran astrónomo orientalista, colocó el origen de las ciencias todas en cierto pueblo antiquísimo del lago Baikal, a los 50 grados de latitud, el de Khalkhas, desde donde ellas pasaron a los atlantes; de la Atlántida, a los etíopes, y muchos siglos más tarde a las cuatro naciones más antiguas del mundo: India, Persia, Caldea y Egipto.”

Cesare Cantú
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 410


“Cuantas menos necesidades tengáis, más libres sois.”

Cesare Cantú


"El dinero consagrado a la beneficencia no tiene mérito si no representa un sacrificio, una privación."

Cesare Cantú


"El dolor tiene un gran poder educativo; nos hace mejores, más misericordiosos, nos vuelve hacia nosotros mismos y nos persuade que esta vida no es un juego, sino un deber."

Cesare Cantú


“El hombre vulgar que no puede granjearse la estimación, busca la conmiseración.”

Cesare Cantú



“El pan más sabroso y la comodidad más agradable son los que se ganan con el propio sudor.”

Cesare Cantú



“La peor prodigalidad es la del tiempo.”

Cesare Cantú


 “Los esfuerzos individuales nos traerán el progreso general.”

Cesare Cantú


"No puede dudarse de que bajo el nombre de pelasgos estaban comprendidos muchos y diversos pueblos, y de aquí proviene el distinto aspecto con que se han presentado, apareciendo en Italia como propagadores de las artes y de la civilización, mientras que en Grecia nos los pintan como gentes de extremada rudeza, a quienes Feroneo, hijo de Inaco, fue el primero que enseñó a fabricar casas, hacer uso del fuego y regirse como hombres racionales. Sin embargo, los hechos, usando un lenguaje muy diferente, demuestran que los pelasgos, raza tan benéfica como despreciada, llevaron a Grecia no ya este o el otro arte, sino un sistema completo de enseñanzas religiosas, artes y literatura. La áspera lengua de esta raza, más análoga al latín que al griego, se conservó en el dialecto eolio. Enseñaron también los pelasgos un método de escritura, cuyo uso era común antes de la llegada a Grecia del fenicio Cadmo. Establecidos en la Tesalia, la cultivaron del modo más sabio, y, prácticos en metalurgia, trabajaron las minas en Samotracia, en Lemnos y en Macedonia, como hicieron los cíclopes del Peloponeso, Tracia, Asia Menor y Sicilia, los cuales penetraban en las entrañas de la tierra con una luz en la frente, luz que originó la fábula de que tenían un solo ojo. Su ocupación y ciencia especial era abrir canales de desagüe, construir diques para contener las inundaciones de los ríos y dar salidas subterráneas a los lagos. Levantaron también muchas fortalezas, que en su —idioma se llamaron larisa, nombre apelativo que después vino a ser propio, y en la Arcadia, Argólide, Ática, Etruria y el Lacio se observan restos de sus construcciones, que acaso sean las mismas que las ciclópeas. Dieron, asimismo, cierta forma de culto a los pueblos que no tenían más que prácticas groseras de religión, sin tradiciones mitológicas. En Dodona tenían el bosque sagrado, donde, desde lo alto de una columna, profetizaba la paloma, o donde pronunciaban oráculos las encinas. El centro de sus ritos era Samotracia, consagrada al culto de lo Cabires. Los beneficios que hicieron se descubren aún a través del velo de la fábula. En las pendientes del Olimpo, del Helicón, del Pindó, en aquella Arcadia en que la raza pelásgica se conservó pura y exenta de invasiones conquistadoras, ponían los griegos el origen de la religión, la filosofía, la poesía y la música. En las márgenes del Peneo apacentaba Apolo sus ganados y Orfeo amansaba a las fieras, y en Beocia fabricaba Anfión con su lira las ciudades, o lo que es lo mismo, ponía en ejercicio las artes de la imaginación para extender la cultura, la cual dio a la Grecia aquel carácter que jamás hubo ya de perder. Así, Oleno, Tamiris y Lino, procedentes de aquella raza y país, fomentaron con sus cánticos el sentimiento religioso, celebraron las primeras hazañas de los helenos, les disuadieron de los sacrificios humanos y de los odios hereditarios, instituyendo ceremonias en honor de los dioses y divulgando ideas superiores a los intereses materiales. Los reinos de Argos y de Sicione, los más antiguos de Grecia, fueron fundados por pelasgos; pelásgicas eran las dinastías de Tebas, de la Tesalia y de la Arcadia, y a ellas debieron su fundación Tirinto, Micenas y Licosura, reputada por la ciudad más antigua de Grecia y de las islas. El mismo Dardano, fundador de Troya, era originario de Samotracia, isla santa de los pelasgos tirrenos. Pero a los pelasgos les sucedió lo que a muchos hombres que parecen destinados a ser infelices. Orfeo es despedazado por las mujeres de Tracia; los habitantes de Aquilla apedrean a los focenses prisioneros; las mujeres de Lemnos asesinan a sus maridos; luego, los helenos que les suceden, después de vencerlos los quieren difamar; y, guerreros como son éstos, desprecian a aquella raza agricultora e industrial, le atribuyen falsamente ritos sangrientos y sacrificios de víctimas humanas para alimentar el fuego, adorado por ella como misterioso agente de las artes todas; la Tesalia, la Licia, la Beoda, son tenidas por asilo de magas, y su ciencia, por misterios torpes y espantosos. Arrojados los pelasgos de la Tesalia, quedaron reducidos a la Arcadia, llamada también Pelasgia, y al pequeño territorio de Dodona, desde donde algunos pasaron a Italia, otros se dirigieron a Creta, para allí experimentar nuevos desastres, y los que quedaron en el país se confundieron con los vencedores y perdieron su nombre”. Igual, punto por punto, acaeció con los reales o aretes pelasgos del Apenino, a los que alude Tito Livio, unos, como montañeses, de orus, montaña sagrada, y otros, como procedentes de la Arcadia, llevados por Hércules. Estrabón los clasifica en oscos, aruncios, sabinos o sabeos, umbríos y ausones. Sófocles canta a todos estos jaínos, en una tragedia perdida, como enotrios, ligures, y tirrenos. Sus ciudades ciclópeas más célebres fueron Mefila, Sama o Luna, Vésbola, Trébula, Velabrum, Palatium, Issa, Tiora, Tauria, Córsula, Lista, Marruvium y Orvimum; y la Etruria italiana, en honor de ellos, se denominó “tierra saturniana” o “tierra jaína”.

Cesare Cantú
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna


“Gasta siempre una moneda menos de lo que ganes.”

Cesare Cantú


“La generosidad sufre con las desgracias ajenas, como si ella fuera la responsable.”

Cesare Cantú


“La maledicencia torna peor al que la usa, al que la escucha y, a veces, incluso al que es objeto de ella.”

Cesare Cantú


"Sólo pensar en traicionar es ya una traición consumada."

Cesare Cantú





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