Canción de primavera

"Verdes semillas, violetas aromas y
suaves aromas que vertebran la
iridiscente lluvia cuando entono
estas palabras como alabanza a la
primavera."

Ludwig Uhland


"El reposo contempla el rostro amado a través del rumor de la ciudad, acosada por la amenaza de la repentina noche que el tiempo informa a cualquier hora, a medida que su presencia es indispensable como consuelo del corazón consternado, mensajero fiel de la solemne felicidad. La muerte se inclina en tiempo de penuria y el sueño frustrado es un destino hostil."

Ludwig Uhland



La serenata

"¿Qué dulce música, oh madre.
De mis sueños me despierta?
Ve quién tan tarde vendrá
A cantar a nuestra puerta.

Nada escucho, nada veo:
Sigue soñando, mi vida.
Ya no te dan serenatas,
Pobre enferma, hija querida.

No, no es del mundo esa música
Que me embarga de alegría.
¡Son los ángeles! ¡me llaman!
Buenas noches, madre mía."

Ludwig Uhland




Las tres doncellas

"En lo alto de un Castillo,
tres, doncellas la vista vuelven hacia el hondo valle;
su padre en un corcel se acerca a ellas;
ciñe la cota su robusto talle.
-¡Padre y señor, muy bien venido seas!

¿ Qué traes a tus hijas?
Fuimos juiciosas Corno tu deseas.
-Hoy, hija mía de la saya gualda,<
ausente, en ti pensé. Ya no cuan grato
te es el poder lucir tu rica falda;
tus gustos son las galas y el ornato:
del cuello arrebaté, de un caballero,
esta cadena de oro,
y en pago de ella dile muerte fiero-.
Tomó la joya la doliente niña,
y el blanco cuello se ciño con ella.
Fuese al lugar donde ocurrió la riña,
y al muerto halló por la sangrienta huella.
-Aquí insepulto estás Como un malvado,
y eres un caballero,
y en vida te llamé mi dueño amado-.
Entre sus brazo le llevó piadosa
hasta la iglesia del lugar vecino,
y le enterró en la tumba do reposa
su noble estirpe, de 'funesto sino.
Al cuello se estrechó con nudo fuerte
los rojos eslabones,
fiel a su dulce amor hasta en la muerte.
De lo alto de un castillo, dos doncellas
la vista vuelven hacia el hondo valle;
su padre en un corcel se acerca a ellas;
ciñe la cota su robusto talle.
-¡Padre y señor, muy bien venido seas!
¿ Que traes a tus hijas?
Fuimos juiciosa como tu deseas.
-Hoy, hija mía de la blanca saya,
en ti pensé. La caza es tu alegría,
y tu mayor placer, tener a raya
la rauda fiera allá en la selva umbría
Arrebaté de manos de un montero
este venablo agudo,
y de el en pago dile muerte fiero-.
De manos de su padre la doncella
tomó el venablo con su diestra fuerte;
al monte se partió la niña bella,
gritando por doquier. ¡dolor y muerte!,
y de los tilos en la parda sombra,
entre sus perros fieles,
halló a su amante sobre roja alfombra.
-Al verde dio acudo y a la cita, como te prometí, mi amado dueño-.
Clavada en el venablo, cual marchita
silvestre flor, cayó en eterno sueño.
Juntos yacieron, y la brisa arroja
sobre los dos amantes
su blando aroma y la caída hoja
De lo alto de un castillo, una doncella
vuelve los ojos hacia el hondo valle;
su padre en un corcel n acerca a ella;
ciñe la cota su robusto talle.
-¡Padre y señor, muy bien venido seas!
¿Que traes a tu hija?
juiciosa he sido como tu deseas..
-Hoy, hija mía de la blanca saya,<
en ti pensé. Tu gusto son las flores,
y mas te agrada su corola gaya
que de costosas joyas los fulgores.
Quitéle a un atrevido jardinero
esta flor candorosa,
y en pago de ella dile muerte fiero.
-¿Cual fue su desacato, padre mío,,
que te movió severo a darle muerte?
Cuidar las flores en el huerto umbrío
era su afán. ¡Cuan triste es ya su suerte!
-Quise negarme con palabra osada la flor de mas valía,
que destinaba al pecho de su amada-.
'tomó la flor -la niña candorosa
y ornó con ella su virgíneo seno;
bajó al jardín do un tiempo tan dichosa
pasado había tanto rato ameno.
En el jardín se alzaba una colina,
sembrada de azucenas;
sentada en ella, el rostro al suelo inclina.
-¡Dichosa yo, si, al par de mis hermanas,
pudiera darme desastrosa muerte!
Pero las hojas de la flor galanas
herir no saben de tan fiera suerte-
Con yerta faz, mirando la flor bella,
vio cual se marchitaba,
y cuando se agostó, murmuró con ella."

Ludwig Uhland


Las viejas palabras

"No digas que la cercana noche
es para mí dulce vida, pues la
amargura que invita al dolor
es dulce muerte."

Ludwig Uhland












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