Criselefantina 

"Unge tu cuerpo virgen con un perfume arménico,
muéstrame de tu carne juvenil el tesoro,
y ruede sobre el mármol de tu perfil helénico
la cascada ambarina de tus bucles de oro.

Eres divina, ¡oh reina!, tu carne es nacarina,
y tienen tus contornos, olímpicos, los bellos
contornos de una estatua. ¡Oh reina, eres divina,
desnuda bajo el áureo temblor de tus cabellos!

Nuestro tálamo espera bajo un rosal florido,
donde una leve luna trémulamente irradia
aquel claror tan plácido que iluminara un nido
en un vergel recóndito de la amorosa Arcadia…"

Tomás Morales


 Himno al volcán

"Tú presenciaste el triunfo de las antiguas divinidades:
la posesión de Europa por la cornuda bestia bovina
y la asunción radiosa que llenó el orbe de claridades,
al brotar de las olas, como una perla, Venus divina…

Y un día que al ensueño dabas, rendido, la ardiente entraña,
despertado, de pronto, por inaudito tropel sonoro,
viste pasar a Heracles, que coronaba la nueva hazaña,
llevando contra el pecho las encendidas manzanas de oro.

Con mengua de tu aliento fue consumada la audaz quimera,
contra empresa tan loca nada, en desquite, tu esfuerzo pudo:
antes que el vivo arroyo de tu venganza corrido hubiera,
ya el detentor mancebo ganaba el agua, bello y desnudo…

En vano tus enojos vomitan rayos; en vano, ardientes,
dan a los cuatro puntos, agostadoras, tus oriflamas;
las yeguas de tu furia buscan en vano por las vertientes,
lanzando por los belfos enardecidos relinchos-llamas…"

Tomás Morales


La espada

"Yo he forjado mi acero sobre el yunque sonoro,
al musical redoble del martillo potente;
y he adornado, en mis noches de trabajo paciente,
con líricos emblemas su cazoleta de oro.

Su rica empuñadura vale todo un tesoro,
y su hoja, fina y ágil, pulida y reluciente,
al girar en el aire vertiginosamente,
brilla al sol con la ráfaga fugaz de un meteoro…

Yo quise que en mi verso, como en mi espada, hubiera
románticos ensueños y cánticos triunfales
–la gloria por escudo y el amor por cimera–

como aquellos famosos hidalgos medioevales,
que acoplaban los hilos de una gentil quimera
al épico alarido de las trompas marciales…"

Tomás Morales
Las rosas de Hércules, 1919; 1922.



Oda al Atlántico, IV

Es una inmensa concha de vívidos fulgores:
cuajó el marismo en ella la esencia de sus sales
y en sus vidriadas minas quebraron sus colores
las siete iridiscentes lumbreras espectrales.
Incrustan sus costados marinos atributos
−nautilos y medusas de nacaradas venas−
y, uncidos a su lanza, cuatro piafantes brutos
con alas de pegasos y colas de sirenas.
Vedlos: ¡cómo engallardan las cabezas cornígeras!
Ensartadas de perlas vuelan las recias crines,
y entre sus finas patas, para el galope alígeras,
funambulescamente, rebotan los delfines...
El agua que inundara los flancos andarines
chorrea en cataratas por el pelo luciente.
¡Oh, cuán abiertamente
se encabritan y emprenden la carrera, fogosos,
los ijares enjutos, los belfos espumosos,
al sentir en las ancas las puntas del tridente...!

Tomás Morales


Oda al Atlántico, XXIV

"¡Atlántico infinito, tú que mi canto ordenas!
Cada vez que mis pasos me llevan a tu parte,
siento que nueva sangre palpita por mis venas
y, a la vez que mi cuerpo, cobra salud mi arte...
El alma temblorosa se anega en tu corriente.
Con ímpetu ferviente,
henchidos los pulmones de tus brisas saladas
y a plenitud de boca,
un luchador te grita ¡Padre! desde una roca
de estas maravillosas Islas Afortunadas..."

Tomás Morales

Puerto de Gran Canaria

"Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina.

Silencio en los muelles en la paz bochornosa,
lento compás de remos, en el confín perdido
y el leve chapoteo del agua verdinosa
lamiendo los sillares del malecón dormido.

Fingen en la penumbra fosfóricos trenzados
las mortecinas luces de los barcos anclados
mirando entre las ondas muertes de la bahía.

Y de pronto, rasgando la calma, sosegado,
un cantar marinero, monótono y cansado,
vierte en la noche el dejo de su melancolía."  

Tomás Morales Castellano









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