De noche

"Camino en la noche silenciosa,
Deslizase la luna cautelosa
A veces de entre las oscuras nubes
Y a un lado y otro del valle
Despierta el ruiseñor,
Luego todo gris y en calma.

¡Oh, magnífico canto de la noche!:
A lo lejos el paso de los ríos,
Suave temblor en los oscuros árboles -
Tú me confundes las ideas,
Mi canto confuso es sólo
Como un clamor del mundo de los sueños."

Joseph Freiherr von Eichendorff



Descansa una canción en todas las cosas
Que sueñan incesantemente.
Y el mundo comienza a cantar
Si tan sólo das con la palabra mágica.

Joseph Freiherr von Eichendorff
Tomada del libro La vida no termina nunca de Willigis Jäger, página 3



"El viejo, mientras tanto, había iluminado todos los costados del carruaje y gruñó negando con la cabeza al no encontrar ninguna maleta u otro utensilio de viaje. El cochero, sin tan siquiera pedirme propina, condujo el coche hasta un cobertizo habilitado para ello. La vieja me pidió que la siguiera utilizando todo tipo de señas. Con sus dos velas me guió por un largo y estrechísimo pasillo, después subimos una escalera de piedra. Cuando pasamos ante la cocina, algunas criadas jóvenes sacaron sus cabezas por la puerta entornada y me miraron extrañadas, haciéndose señas entre ellas como si en su vida hubieran visto un hombre. Una vez arriba, la vieja abrió una puerta y me quedé atónito. Se trataba de una gran habitación preciosa y señorial. El techo estaba decorado con ornamentos dorados y de las paredes colgaban hermosos tapices con todo tipo de figuras y grandes flores. En el centro de la habitación vi una mesa puesta y mi corazón dio un vuelco de alegría: había asado, tarta, ensalada, fruta, vino y dulces. Entre las dos ventanas colgaba un enorme espejo que llegaba del techo al suelo.
Tengo que decir que todo esto me satisfizo mucho. Me estiré un par de veces e iba de un lado para otro a grandes pasos. No pude resistir mirarme por lo menos una vez en el gran espejo, y observé que la ropa nueva que me dejó don Leonhard me sentaba estupendamente. Además, desde que estaba en Italia, la mirada de mis ojos había adquirido cierta chispa. Por lo demás no había cambiado gran cosa, seguía siendo el mismo barbilampiño de cuando estaba en mi casa, con un poquito de vello en el labio superior.
La vieja, entretanto, movía su boca desdentada de tal forma que parecía morderse la punta de su larga nariz. Finalmente me obligó a sentarme, me acarició la barbilla con sus largos dedos, diciéndome poverino (pobrecito), me miró con ojos picaros mientras su cara se convertía en una mueca y, dedicándome una gran reverencia, desapareció por la puerta.
Me estaba sentando a la mesa cuando entró a servirme una atractiva muchacha. Inicié alguna conversación galante, pero ella no me entendió. Se limitaba a mirarme de reojo admirando mi buen apetito. La comida estaba buenísima. Cuando no quise comer más y me levanté, ella cogió una lámpara de la mesa y me condujo a otra estancia. Allí había un sofá, un espejito y una enorme cama con cortinas verdes de seda. Mediante señas le pregunté si era para mí. Afirmó que «sí» con la cabeza, pero me pareció imposible porque ella se quedó allí clavada. Decidí volver de nuevo al comedor para servirme un gran vaso de vino. Le dije:
—Felicíssima notte!— porque ya había aprendido un poco de italiano. Cuando me vio beber el vaso de un trago se echó a reír, se sonrojó y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí."

Joseph von Eichendorff
De la vida de un inútil



En alta mar

"¡Adiós costa llena de equivocadas penas,
Temor, felicidad y miseria, hundíos en el mar!
Ahora libre soy, por fin me siento a salvo.
No hay esperanzas vanas que lleguen hasta aquí.
¡Qué paz donde se posa mi mirada!
¡Qué amplitud y qué altura sin fin en derredor!

Los astros, las nubes ascienden y descienden
y se reflejan en el plácido océano,
El cielo sobre mí, y debajo el cielo,
¡Mi frágil nave en medio tan pequeña!
Sea lo que Dios quiera, a él se lo he entregado todo.
¡Ven, temporal, no temo ni la muerte ni la vida!"

Joseph von Eichendorff


En otoño

El bosque se vuelve amarillento, las hojas caen,
¡Qué soledad y silencio en todas partes!
Sólo los riachuelos corren por los hayedos
Con un suave susurro, como en sueños,
Y suenan las campanas vespertinas
Muy lejos de los lindes del bosque.

¿Por qué queréis atraerme de modo tan salvaje
En esta soledad?
Estas campanas suenan
Como aquellas de la plácida infancia -
Asustado me vuelvo,
¡Ah, qué lejos están los que me aman!

¡Estallad, viejos cantos,
Rompedme el corazón!
Saludo una vez más desde tierras lejanas
Aquello por lo que siento afecto.
Yo, en cambio, sucumbo de melancolía
Cual si fuera a morir.

Joseph von Eichendorff



En tierras extrañas

"Oigo el susurro del río
En el bosque, aquí y allá,
En el bosque, en el susurro,
Y no sé dónde me encuentro.

En la soledad sus cantos
Entonan los ruiseñores,
Parecen querer decir algo
De aquel hermoso pasado.

Vuela el brillo de la luna
y me parece que abajo
Veo el palacio en el valle,
Pero no, ¡si está tan lejos!

Es como si en el jardín
Con sus rosas rojas, blancas,
Fuera a esperarme mi amada
Que murió hace tantos años."

Joseph von Eichendorff


"Me gustaría cabalgar al fin del mundo,
donde la luna y el sol se hunden en lo profundo."

Joseph von Eichendorff




Nuevo amor

"Corazón, mi corazón ¿por qué estás tan ufano,
Inquieto y distraído,
Como si ya, alegre, llegara por los montes
La hermosa primavera?

Porque de nuevo una gentil muchacha
Cordialmente te estrecha el corazón,
Te deleitas feliz al contemplar
Cielo y tierra.

Dejé abiertas las ventanas,
¡Entra de nuevo en el mundo
Viejo temor y esperanza!
¡Que llegue la primavera!

No puedo seguir callado,
Recorre mi pecho una canción,
Mas hay demasiada luz para escribir,
Y siento tan gozosa confusión.

Paseo, pues, por las callejas,
La gente va aquí y allá,
No sé qué hago o no hago,
Sólo que soy tan feliz."

Joseph von Eichendorff


Red de primavera

"Dormía el mozo entre crecidas hierbas;
Al fondo oyó un cantar,
Como si su amada lo llamara,
Y el pecho le iba a estallar.

Una red tejen sobre él
Las flores con su vaivén,
Corre suspirando el alma
y piensa allí algo delicioso.

Reina un encanto tan dulce
Y mágicos cantos recorren
El seno primaveral
De la tierra, y no lo dejan."

Joseph von Eichendorff



Venus

"¿Por qué vuelves a despertarme, primavera?
Un soplo extraordinario corre sobre la tierra
Y hace resucitar todo antiguo deseo.
Dulce estremecimiento provoca esto en mi cuerpo.

Miles de cantos saludan a la preciosa madre,
Que, rejuvenecida, con la corona nupcial nos embelesa;
El bosque quiere hablar, los ríos corren con un murmullo,
Las náyades cantando surgen y se sumergen.

Veo salir la rosa de su verde clausura
Y, al soplar los aires seductores,
Sonrojada extenderse en la tibia corriente.

También a mí me haces salir de mi plácida estancia -.
Y con dolor tengo que sonreír ahora en primavera,
Hundiéndome de anhelo en medio de perfumes y clamores."

Joseph von Eichendorff







No hay comentarios: