"El arte, la historia, las instituciones civiles y sociales, las costumbres y las tradiciones, las ideas y los sentimientos, todo lo que forma el espíritu de un pueblo, queremos estudiarlo nosotros en el pasado glorioso de Valencia, y aplicarlo, si puede ser, a su porvenir, que lo deseamos aún más glorioso."

Teodoro Llorente Olivares


La Barraca

Como la gaviota del mar azulada 
que en la tranquila playa hace su nido, 
como el nevado paloma que el vuelo repone 
del árbol verde en el ramaje sombrío, 
blanca, pulida, somrisent, bledana, 
casal de humildes virtudes y honrados amores, 
la alegre barraquita valenciana 
          esconde entre las flores.

Bajo la higuera, donde los pájaros de la huerta 
cantan festivos del amanecer matinal, 
al primer rayo del sol abra la puerta 
y los aires puros del cielo el ventanal; 
y como la madre cueva a la nidada, 
las amorosas alas extendiendo, 
pobre suelo de paja bien atada 
          la guarda de un mal viento.

Cuatro pilares, más blancos que la azucena, 
forman ante un pórtico de verdor: 
corre sobre ellos la parra, toda llena 
de pantallas de esmeralda y racimos de oro; 
a su sombra, el pan de cada día 
reparte a sus hijos el Trabajo santo, 
y, en la tabla, la Paz y la Alegría 
          las flores van deshojando.

A un lado abre el pozo la húmeda garganta, 
y, para que tenga perfumado dosel, 
la guirnalda de flores, que al viento tiembla, 
extiende sobre el brocal un jazmín; 
y por la franca puerta, nunca cerrada, 
las flores desprendidas y el perfumado perfume 
dentro penetran, en la dulce ola 
          del aire y de la luz.

Cuelgan del muro la azada y la hoz 
que en el suelo hacen doblar el sudoroso frente; 
el pulcro canteret que la doncella, 
encorvando el brazo desnudo, lleva a la fuente; 
y llena de armonías misteriosas, 
la guitarra, que al mismo gime y río 
a la luz de la luna, en las sabrosas 
          veladas del verano.

Allí dentro, entre albahacas floridas, 
en el corral, bajo el ancho naranjo, 
mormorejant oraciones bendecidas, 
la madre agrunsa a su niño último; 
y en la cima de la cabaña, haciéndola un templo, 
santificando los gozos y dolores, 
abra eterna la Cruz, por digno ejemplo, 
          sus brazos protectores!

Todo río entorno: va el agua cristalina 
corriente entre ramilletes de lirios azules, 
sorolla dulcemente mar vecina, 
mueven los árboles brisa suaves; 
y si el hijo dormido en la teta 
mira la esposa y calla, huevo a lo lejos 
larga canción del hombre, que la reja 
          hunde con valiente puño.

Barraca valenciana! Santa y noble 
escuela del Trabajo! Modesto cuna 
de lo que nos da el pan laborioso pueblo, 
curtido por el viento y bronceado por el sol! 
Más que los palacios de jaspes y mármoles, 
más que los arcos triunfales y los coliseos, 
tú, pobre nido perdido en medio de los árboles, 
          valdrás siempre los ojos míos!

En ti nació la hermosa campesina 
que todo el mundo contempla embelesa, 
labradora con aspecto de regina, 
llena conjunto de modestia y majestad: 
la de ajustado jubón y airosas faldas; 
la que el fuego de Arabia du en los ojos; 
la que clava con agujas de esmeraldas 
          los negros cabellos rizos;

la que la roja fraura, al romper el día, 
cosecha una a una, y en brillante ramillete 
que la misma Flora envidiaría 
junta el jazmín, la rosa y el clavel; 
la que deshoja la frondosa rama, 
alimento del insecto hilandero; 
la que los rubios gorros, cantante, arranca 
          la sutil fibra de oro.

En ti nació, compañero bien digno de ella, 
sobrio, sufrir, ligero, fuerte y leal, 
lo que en el áspero barbecho clava la reja 
y abra al agua corriente honda canal; 
lo que siembra el buen grano y el árbol corta, 
y en la almazara extrae el aceite más fino, 
y con incansable pie follejant baila 
          en el lagar lleno de vino;

lo que, enflocant son haca voladora, 
la joya gana, que la novia lleva; 
lo que hace gorjeo a la sonora 
citra, en las noches de amaneceres, como nadie; 
lo que, para defensa de la tierra, 
el viejo trabuco descuelga del techo 
cuando por la huerta, dando el grito de guerra, 
          retumba el caracol.

En ti nacieron y dichosos viven: 
para ellos, el mundo que ven no es mayor; 
como los pájaros que mueren donde anidan, 
en ti cuna y tumba encontrarán. 
Ton luminoso hogar es sano alegría; 
a su dulce calor, son fuertes y ricos: 
guarde los mismos bien ton sombra, noche y día, 
          de todos los enemigos!

Guarda los niños que bajo el porche 
con el novillo valiente juegan sin miedo; 
guarda a la virgen que en la noche callada 
escucha la canción que le llena el corazón; 
guarda a la madre, osada y jubilosa; 
guarda al padre pensativo, que se cansa ya; 
guarda al pobre viejito, que al pie reposa 
          del árbol que plantó!

Guarda-de la lluvia y la tormenta 
para que dorguen sin dudoso recelo; 
guarda-del hambre y de la peste, 
del fuego de los hombres y del rayo del cielo. 
Guarda-los bien los espíritus malignos, 
de las lenguas de serpiente de los malos vecinos; 
guarda-los bien de tentaciones indignas, 
          de pensamientos malos.

Y sobre sus victorias y fatigas, 
sobre el gozo breve y el trabajar constante, 
sobre el campo granizado o lleno de espigas, 
sobre la mesa vacía o abundante, 
sobre el baile de la boda deseada, 
sobre el fúnebre cama bañado en llanto, 
extienda eternamente ta Cruz sagrada 
          los brazos protectores!

Teodoro Llorente Olivares




Las alas

"No envidio tus fuertes alas
por más que el vuelo remontes,
águila que audaz resbalas
por las espléndidas salas
de los amplios horizontes.
Ni vuestras plumas ligeras
tampoco tender anhelo,
golondrinas pasajeras,
que ganáis de un sólo vuelo
las africanas riberas.
El alto cielo y el mar
cruzad a vuestro placer;
celos no me habéis de dar,
pues ni ansío mares surcar
ni rayos del sol beber.
Paloma de vuelos suaves,
sólo a ti las alas ido,
pues en el valle florido
desplegarlas no más sabes
para volar a tu nido."

Teodoro Llorente Olivares


"Nunca he sido partidario de la mujer escritora. La poesía ha de estar siempre en el corazón de la mujer, en sus labios algunas veces; pero nunca en su pluma. La mujer que abre su corazón a los lectores está muy expuesta a perder lo que constituye el mayor atractivo de su sexo."

Teodoro Llorente Olivares


Para guardar mis despojos,
del que caigan a la tierra
las hojas, ninguno llanto
plantéis: plantad un ciprés
que apunte derecho al cielo
y que al cielo se remonte
como asciende una oración.

Pera guardar més despulles,
baixant a terra les fulles
no planteu ningún ploró:
planteu un xiprer, que apunte
dret al cel, i al cel sen munte
com sen munta l’oració.

Teodoro Llorente Olivares


Pájaros espantados

"En un rincón del huerto
oigo a todos los pájaros cantar.
Sorprender quiero el magistral concierto.
Me aproximo pausado, con pie incierto,
y los pájaros echan a volar.
Fantasías, quimeras e ilusiones
cantan en mi alma tímidas canciones;
mas si, halagado por el dulce son,
quiero entender su misterioso acento,
vuelan las cantadoras al momento,
y mudo se me queda el corazón.

Teodoro Llorente Olivares



Testament

Quan jo muiga, amada esposa,
si tu vius i no’t fa nosa,
tanca-m els ulls, tos espills!
Si es morta ma companyera,
lo que ella amorosa fera,
feu-ho vosaltres, mos fills.


De fe i humiltat en prova,
amortalleu-me ab la roba
del bon pare Sant Francés;
de corones i garlandes,
de creus, insignies i bandes,
vanitats! no m poseu res.


En les mans el Sant Rosari
vull portar; l’escapulari
del Carme penjat al pit;
i, com signe ben notori
del meu ditjós desposori,
l’anell d’or ficat al dit.


Quan me porten a la fossa,
davant, insignia gloriosa,
vaja ben alta la Creu;
si acompanyar-me’s dignaren
els que en vida m’estimaren,
tal favor els pague Déu.


Passeu-me per la Capella
de la Verge pura i bella,
patrona dels valencians;
i quan arribe a la porta,
canten en veu no molt forta
un responso els capellans.


Pera guardar més despulles,
baixant a terra les fulles
no planteu ningún ploró:
planteu un xiprer, que apunte
dret al cel, i al cel sen munte
com sen munta l’oració.


L’oració, que tota pena
conhorta, dolça cadena
que unix els vius i els difunts,
això, mos fills, vos demane:
que pregueu vos encomane
sempre agermanats i junts.


Pregueu a Déu que m perdone
i la santa gracia’m done,
ja que, indigne pecador,
si molt faltí en esta vida,
mon ànima malferida
sempre ha estat plena d’amor!


L’amor sant, divina essencia,
endolse vostra existencia,
donant-vos ditjes sens fi;
i quan, tranquila i confiada,
alceu al cel la mirada,
enrecordeu-vos de mi.


I vosaltres, els insignes
trovadors, més que jo dignes
del que m doneu dolç tribut,
per treure d’ell l’armonia
que jo encontrar no sabia,
prengau mon pobre llahut.


La Musa volguda i santa
que les glories patries canta,
mare amorosa, el posà
en les meves mans febroses
quan, coronada de roses,
del llarg somni despertà.


Més inspirats i més destres,
oh nobles amics, oh mestres
del Gai Saber triomfador!,
feu vibrar totes ses cordes,
cantant ab triples acordes
a Fe, la Patria i l’Amor.


Canteu la Fe, llum segura
que a l’humana criatura,
si enfosquix son seny el mal,
entre nuvolades negres
mostra’ls resplendors alegres
de son regne celestial.


Canteu la Patria; i si a terra
baixa l front, en mala guerra
ferit, digau a una veu
que aquell que la desampare,
fill bort de tant bona mare,
no tindrà perdó de Déu.


Canteu l’Amor, que agermana
tota la familia humana,
que entre tots partix el pa
i, en nostres vies asproses,
lliris entre carts, i roses,
a pomells esclatar fa.


I si la gloria vos dóna
la cobejada corona
d’un regnat que no té fi,
penseu quant ple d’alegria
jo en vostre front la voria,
i enrecordeu-vos de mi.

Teodoro Llorente Olivares


Cuando muera, amada esposa,
si vives tú y no te estorba,
cierra mis ojos, ¡tu espejo!
Si ha muerto mi compañera,
lo que ella, amorosa, hiciera,
hacedlo los hijos míos.


De fe y de humildad en prueba
amortajadme la ropa
del buen padre san Francisco;
de coronas y guirnaldas,
cruces, insignias ni bandas,
vanidad ¡nada ponedme!


En mis manos el Rosario
quiero llevar, el escapulario
del Carmen colgante al pecho;
y, cual signo bien notorio
de mi feliz desposorio,
el anillo de oro al dedo.


Y, llevándome a la fosa,
delante, insignia gloriosa,
bien alta vaya la Cruz.
Si a acompañarme se dignan
los que me amaron en vida,
Dios les pague tal favor.


Pasadme por la capilla
de la Virgen pura y bella,
patrona de valencianos;
y, cuando llegue a la puerta
con voz no fuerte me canten
responso los capellanes.


Para guardar mis despojos,
del que caigan a la tierra
las hojas, ninguno llanto
plantéis: plantad un ciprés
que apunte derecho al cielo
y que al cielo se remonte
como asciende una oración.


Esa oración que cosuela
la pena, dulce cadena
que une a vivos y difuntos;
esto, hijos míos, os pido:
que recéis os encomiendo
siempre hermanados y juntos.


Pedid a Dios me perdone
y me de la santa gracia
pues, indigno pecador,
si mucho pequé en la vida,
mi ánima malherida
siempre fue llena de amor.


Santo amor, divina esencia,
que endulce vuestra existencia
y que os dé dicha sin fin;
y cuando quieta y confiada,
al cielo alcéis la mirada,
haced recuerdo de mí.


Y, vosotros los insignes
trovadores que yo más dignos
del que me dais dulce don
para de él sacar la armonía
que yo encontrar no sabía:
coged mi pobre laúd.


La Musa querida y santa
que las glorias patrias canta
lo pone, madre amorosa,
en las mis manos fibrosas,
cuando, ornada de rosas
despierta de largo sueño.


Más inspirados y diestros
¡oh, amigos nobles! ¡maestros
del gayo saber triunfante!
haced que vibren sus cuerdas
y todas con acordes canten
la Fe, la Patria, el Amor.


Cantad la Fe: luz segura
que a la humana criatura
ofuscada por el mal,
entre los negros nublados
muestra el resplandor alegre
de su reino celestial.


Cantad la Patria: si a tierra
baja la frente en la guerra
herido, decidle a una sola voz
que aquel que la desampare
hijo de tan buena madre
no tendrá perdón de Dios.


Cantad al Amor que hermana
toda la familia humana
que parte el pan entre todos
y, en nuestras ásperas vías,
lirio entre cardos, y rosa,
estallar hace a las frutas.


Y si la gloria os otorga
la codiciada corona
de un reinado sin final
pensad con cuánta alegría
la vería en vuestra frente
y de mí haced recuerdo.

Teodoro Llorente Olivares
Traducción: Carlos Muñoz-Caravaca Ortega










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