A la ciudad reina de Andalucía

"Casas moriscas, patios con jazmines,   
naranjos, flores, búcaros y fuentes,   
antorchas en girándulas lucientes,   
que alumbran por cancelas los jardines.   

Damas entre damascos y cojines,  
refrescando al ventalle los ambientes   
y guardando en las rejas impacientes   
citas, lances con nobles paladines.   

Músicas por las calles y veladas;   
Guadalquivir que, manso, lejos brilla, 
la flota y la Giralda iluminadas.   

Soldado, abad, buscona, gitanilla;   
escalas en balcón, reñir de espadas,   
esta es Babel de amor, esta es Sevilla."

Serafín Estébanez Calderón


A los retratos del Generalife

"Mira, español, tus ínclitos abuelo,   
que mostrando lo heroico de su cuna   
libraron de la altiva media luna   
estos palacios y felices suelos:   

Estos son los que en bélicos desvelos  
no dejaron región ni playa alguna   
sin que rindiese el cuello a la fortuna   
que a España dieron los piadosos cielos.   

Dechados del valor y la hidalguía,   
y sin par en lo fiel y lo constante,  
su Rey por ellos venerar se hacía.   

A virtud tan heroica y triunfante   
compara tu menguada bizarría,   
y espira de vergüenza en el instante."

Serafín Estébanez Calderón, también conocido por el seudónimo "El Solitario"


Despecho

Ya que no puedo, por desdicha mía,   
llamarte dulce esposa en tierno abrazo,   
anudando tu talle con el lazo   
que teje amor en su feliz porfía,   

quieran los cielos, por oculta vía,  
en árbol trasformarme a breve plazo   
convirtiendo en corteza mi regazo,   
y mi cabello en verde lozanía.   

Y múdeme también en yedra amante   
que ensortije mi tronco de contino,  
confundiendo tus hojas con mi rama:   

que así mi amor, por fiel y por constante,   
al fin conseguirá contra el destino   
templar en ti lo ardiente de su llama. 

Serafín Estébanez Calderón


El anillo

"Ve, pobre anillo, hasta la linda mano
de la hermosa que adora mi fiel pecho;
ve, ve, cumple y disfruta satisfecho
de galardón tan alto y soberano.

Dile, pues, que en tu óvalo galano
quisiera yo enlazar con dulce estrecho
mi blando corazón de cera hecho,
con el suyo, aunque helado y tan tirano.

En tu círculo de oro misterioso,
y en el firme diamante que te adorna,
el más constante eterno amor aprenda;

mas si me vende, el cerco prodigioso
tú mismo con estrépito trastorna,
y así esta magia su traición reprenda."

Serafín Estébanez Calderón



"En Andalucía no hay baile sin el movimiento de los brazos, sin el donaire y provocaciones picantes de todo el cuerpo, sin la ágil soltura del talle, sin los quiebros de cintura, y sin lo vivo y ardiente del compás, haciendo contraste con los dormidos y remansos de los cernidos, desmayos y suspensiones. El batir de los pies, sus primores, sus campanelas, sus juegos, giros y demás menudencias, es como accesorio al baile andaluz, y no forman, como en la danza, la parte principal. La Gallarda, el Bran de Inglaterra, la Pavana, la Haya, y otras danzas antiguas españolas, fundaban sólo su vistosidad y realce en la primera soltura y batir de los pies, y en el aire y galanía del pasear la persona.
Allí no había pasión, delirio, frenesí, como se pretenden pintar en todos los bailes que desde muy antiguo han sido peculiares a España, singularmente en las provincias meridionales. Aquellas danzas tenían su lugar en la gala ceremoniosa del sarao; los bailes para el desenfado del festín, para la libertad del teatro. Sabido es que las saltatrices y bailarinas españolas, singularmente las cordobesas y gaditanas, eran las más celebradas de cuantas se presentaban en los teatros de la gentílica Roma; y tal habilidad y lo picante de los bailes se han ido trasmitiendo de siglo en siglo, de generación en generación, hasta nuestros días. Acaso la configuración de la mujer andaluza, de pie breve, de cintura flexible, de brazos airosos, la hagan propia cual ninguna para tales ejercicios, y acaso su imaginación de fuego y voluptuosa, y su oído delicado y sensibilidad exquisita, la conviertan en una Terpsícore peligrosa para revelar con sus movimientos los delirios del placer, en sus mudanzas, los diversos grados y triunfos del amor, y en sus actitudes los misterios y bellezas de sus formas y perfiles. De cualquier modo que sea, ello es que estos bailes andaluces siempre mueven y fijan la curiosidad del extranjero que una vez los llegó a ver, y jamás sacian la ambición del que, por haber nacido en Andalucía, siempre los tuvo bajo su vista.
Pero de todo aquel país, Sevilla es la depositaria de los universos recuerdos de este género, el taller donde se funden, modifican y recomponen en otros nuevos los bailes antiguos, y la universidad donde se aprenden las gracias inimitables, la sal sin cuento, las dulcísimas actitudes, los vistosos volteos y los quiebros delicados del baile andaluz. En vano es que de las dos Indias lleguen a Cádiz nuevos cantares y bailes de distinta aunque siempre de sabrosa y lasciva prosapia; jamás se aclimatarán, si antes, pasando por Sevilla, no dejan en vil sedimento lo demasiado torpe y lo muy fastidioso y monótono a fuerza de ser exagerado. Saliendo un baile de la escuela de Sevilla, como de un crisol, puro y vestido a la andaluza, pronto se deja conocer, y es admitido desde Tarifa a Almería, y desde Córdoba a Málaga y Ronda. Ni por el continuo aluvión de nuevos bailes, ni de la recomposición de los unos, ni de la fusión de los otros, dejan de existir siempre los recuerdos y las más vivas de la antigua Zarabanda, Chacona, Antón Colorado, y otros mil que mencionan los escritores desde el siglo XVI hasta el presente, desde Mariana hasta Pellicer."

Serafín Estébanez Calderón
Escenas andaluzas



Letrilla I

"El cantor aldeano
Los trinos 
suaves 
de los ruiseñores
que amantes requiebran
a la fiel consorte;
el blando susurro
que forma en el bosque
el aire meciendo
los pobos y robles;
El grato murmurio
que al lejos se oye
del terso arroyuelo
que entre juncos corre,
Y el dulce abandono
que infunde en el orbe
la argentada luna
en la media noche,
faustos me inspiraron
las tiernas canciones
que agora repito
al son del albogue."

Serafín Estébanez Calderón


"Si allí el fondista muestra al gastrónomo su luciente aparador y batería, allá las gitanas, cubiertas de flores, en un aduar de chozas de singular talle y traza, ofrecen rubia como el oro, saltando entre el aceite, la masa candeal convertida en buñuelos, si apetitosa al paladar, fácil de costear para todo bolsillo. Los vinos extranjeros ceden allí al famoso y barato manzanilla; la aceituna de mil modos y siempre sabrosamente disfrazada, toma prioridad, como ama de casa, sobre la francesa y apatatada trufa, y la lima, el limón dulce y la naranja, manjar aristocrático en otros países, bailan de mano en mano entre las turbas de muchachos, y entre los corros y ruedas de los mayorales, ganaderos y otra gente, así de más alta como de más baja estofa."

Serafín Estébanez Calderón
La feria de Mairena









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