Aurretrato

"Un árbol luengo, deshojado y seco,
pero que enhiesto, sigue todavía;
una culebra en línea vertical;
un poste de telégrafo en la vía,
eso soy por mi bien o por mi mal.

Soy un hombre de chicle que los dioses
del Popol-Vuh jalaron de los pies
y la cabeza a un tiempo: y que, después
(entre risas y toses,
al mirarlo tan largo y tan delgado)
sin reparar su mísero destino,
dejaron a la vera del camino,
irreal y abandonado."

Rafael Arévalo Martínez


"Creo en el misterio del mundo. Ni lo elimino con una concepción de la vida a lo Epicuro, ni me declaro derrotado, en desalentado agnosticismo y escepticismo, sino que acepto y me incluyo a mi mismo en el y me entrego a su verdad profunda, insondable pero esperanzadora y tranquilizadora. Admito que es fruto de una inteligencia que le supera y me supera. Desemboco en el trascendente, con mi razón vencida y mi corazón que no me engaña." 

Rafael Arévalo Martínez


El derecho de amar 

"De sus manos cruzadas sobre el pecho
separó con ternura la más fría,
y la dio a calentar entre la mía.
Y entonces nustro amor insatisfecho,
aquel inmenso amor, tuvo un derecho.

¡Nada puede negarse a la agonía!
Cuando la enferma pálida moría
me dejaron llegar hasta su lecho.

¡Oh mi amada inmortal! Como un esposo
pude entonces velar por tu reposo
y hacer míos tu goce y tus dolores.

Y conquisté el derecho de quererte
cuando al vernos sufrir tomó la muerte
bajo su protección nuestros amores."

Rafael Arévalo Martínez


El secreto

"El secreto es este. Este es el secreto
que proclamo a voces, sabio 0 indiscreto:
Todos somos uno, el rico y el pobre,
el que la fealdad tiene y el que ha hermosura,
el que la piel muestra de color de cobre
y el que la piel tiene de tersa blancura.
Y aquel que tu amas y crees distante
mas cerca se encuentra mientras mas amante,
porque el es tu mismo y se halla a tu lado.
Y aquel que te burla con burla sangrienta
Y aquel que te hiere y aquel que te afrenta
también es tú mismo, sin saberlo amado.
Todos somos uno. Y uno y lo mismo
es todo lo creado, montaña o abismo."

Rafael Arévalo Martínez



El Señor que lo veía

"Porque en dura travesía 
era un flaco peregrino, 
el Señor que lo veía, 
hizo llano mi camino. 

Porque agonizaba el día 
y era cobarde el viajero, 
el Señor que lo veía, 
hizo corto mi sendero. 

Porque la melancolía 
sólo marchaba a mi vera, 
el Señor que lo veía, 
me mandó una compañera. 

Y porque era la alma mía 
la alma de las mariposas, 
el Señor que lo veía, 
a mi paso sembró rosas. 

Y es que sus manos sedeñas 
hacen las cuentas cabales 
y no mandan grandes males 
para las almas pequeñas."

Rafael Arévalo Martínez



Las botinas blancas

"... Y soñó la niña
de faz demacrada
que a pedirle auxilios
a la virgen santa
una noche obscura
salió de su casa;
que había en la senda
por la que marchaba
lodazales turbios
y engañosas charcas;
y que al ir por ella
mucho le costaba
conservar sin fango
sus botinas blancas

. . . Que al fin llegó al templo
y al pisar su entrada
hacia las baldosas
en que se apoyaba
llena de temores
bajó la mirada
y sus zapatitos
encontró sin mancha.

. . . A los pocos días
en la triste estancia
se cumplía el sueño
de la niña pálida.
Moría sonriendo
y en el cielo entraba
sin haber manchado
sus botinas blancas."

Rafael Arévalo Martínez


Ropa limpia

"Le besé la mano y olía a jabón: 
yo llevé la mía contra el corazón. 
Le besé la mano breve y delicada 
y la boca mía quedó perfumada. 

muchachita limpia, quien a ti se atreva, 
que como tus manos huela a ropa nueva. 

¡Besé sus cabellos de crencha ondulada: 
si también olían a ropa lavada! 

¿A qué linfa llevas tu cuerpo y tu ropa? 
¿En qué fuente pura te lavas la cara? 
Muchachita limpia, si eres una copa 
llena de agua clara."

Rafael Arévalo Martínez






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