"Bueno o malo es una manera de pensar profundamente incorrecta; no hay nada bueno o malo, lo que hay son intensidades y complejidades a las cuales es más o menos difícil adaptarse.
Hay “instantes de nacimiento”; es como si hubiera una configuración energética en cada momento; ahí nace una persona. Ese momento puede tener una intensidad y una complejidad muy grande, puede ser muy difícil para vivir, puede ser muy difícil cuando un ser humano encarna esa energía, porque es compleja, es muy rica, es muy intensa.
Desde el punto de vista de lo que los humanos definimos habitualmente como “felicidad”, puede ser que ese instante sea “malo”, pero lo que en realidad es incorrecto es la definición de “felicidad” que tenemos los seres humanos que es para todos la misma. Cada ser humano va a encarnar un cierto caudal de energía y va a aprender a lo largo de su vida cómo moverse con ese caudal, y en algunos casos eso es muy complejo, es como si esa vida llegara hasta cierto punto de aprendizaje y luego se bloquea, quedó ahí, pero quién puede juzgar si es bueno o malo. Ese juicio de “bueno” o “malo” viene de un paradigma que dice: “ésta es la felicidad y esto es lo que tendríamos que ser”."

Eugenio Carutti


"El ascendente es una energía que yo tengo con mucha fuerza pero que generalmente no me identifico, no me reconozco en ella y no la expreso plenamente; entonces me pasan muchas cosas relacionadas con el ascendente, y en esas cosas que me pasan está la energía que tengo que aprender. Por ejemplo, si soy ascendente en Aries, es posible que conozca muchas personas violentas, o deportistas, o muy rápidas o muy invasoras. Al principio eso me asusta, pero después iré descubriendo que eso forma parte de mí."

Eugenio Carutti


"Es preciso desarrollar esta sensación: cuando hablamos de "hacer una carta natal", estamos dentro del universo de la astrología, estamos dentro de un espacio sagrado. Esto significa que está expresándose el misterio de una totalidad que se diferencia y no la dramática de lo separado que pugna por relacionarse."

Eugenio Carutti




"La astrología es un lenguaje; es un sistema simbólico altamente efectivo para distinguir vibraciones. Digamos que es una distinción de vibraciones de tipo mental, básicamente. Los colores, por ejemplo, son una distinción de vibraciones de tipo astral; es a través de otro vehículo, así como hay casos de personas que hacen una distinción auditiva de la vibración.
La astrología es un código de tipo mental, pero que tiene sus equivalentes; por esto nosotros trabajamos con visualizaciones. En ellas cada signo tiene su color, hay colores, sonidos, texturas, hay “sensorialidades” ligadas a cada signo. Lo que tiene la astrología es que, al ser un mapa muy global, es muy complejo y muy rico; es como un holograma muy complejo que no se reduce con mucha facilidad a uno o dos colores. Es un tapiz de muchas hebras, y además te va mostrando el ritmo cíclico de ese tapiz; puede ser que en un momento predomine una cierta coloración y en un momento otra. Ése es el tipo de información relativa a la energía que te da la astrología: con otro tipo de sensibilidad y de lenguaje, uno capta de otra manera, por otros caminos. En un punto, una persona con una sensibilidad muy alta puede captar cualidades muy sintéticas, a través del color, o la vibración o lo que sea; la astrología, en este sentido, es más analítica, tiene más que ver con una serie de detalles y con una estructura compleja. Creo que son caminos que llevan al mismo lugar y que expresan distintas cualidades, distintos tipos de sensibilidad."

Eugenio Carutti



"Nosotros hacemos un trabajo que pone mucho énfasis en lo vivencial; trabajamos con visualizaciones, imágenes, dramatizaciones, juegos, dibujos, música, el cuerpo, y además con lo racional: las matemáticas, la investigación, en el sentido de que es una articulación compleja.
Pero la herramienta principal es, digamos, cómo uno lee la carta natal: básicamente ésta es un mapa energético de una persona que puede funcionar de muchas maneras. Hay una forma básica en la que puede funcionar, pero eso cierto solo si uno supone que la persona va a reaccionar como reaccionan todos los seres humanos habitualmente.
La carta natal es un mapa de energías; y lo que le pasa a la persona es cómo reacciona a las energías de las que está constituida. Y uno puede aprender a responder a las energías en forma más integrada y en consecuencia suceden otras cosas, imprevisibles. Este es un concepto fundamental: la astrología tradicional dice que el mapa astrológico es lo que le pasa a la persona y lo que la persona es, y yo creo que no es así. La carta natal es una radiografía de la estructura energética de una persona, pero la psiquis y la personalidad de la persona reacciona a esta energía y en principio no la comprende, rechaza partes de sí mismo, se defiende del caudal energético del cual es portador, y entonces es como si la persona se ubicara en una porción de su carta natal; como si fragmentara la estructura energética y dijera “esto soy yo, y el resto de la carta natal no soy yo”, “esto soy yo y esto es lo que me pasa”; éste es el enfoque habitual, que es fragmentario…"

Eugenio Carutti


"Para aclarar en este sentido, utilizo esta frase: “El destino es lo que ignoro de mí mismo”; la sensación de destino es la propia naturaleza que va floreciendo, que va emergiendo. Esto es lo que uno es; lo que uno es, va apareciendo, y uno no sabe quién es, lo va descubriendo, y uno habitualmente se asusta al descubrir quien realmente es.
Alguna vez se le dio por fijarse cómo es la carta natal de una persona cuando nace y cuando muere, si hay algo que llame la atención o no? Es decir, la persona viene con una energía, y cuando se va ¿con qué se va? ¿Se han hecho estudios sobre esto?
La carta natal es la misma, lo que se podría ver es cuáles son los tránsitos y cuál es la dinámica de la carta natal en ese momento. Lo que se modifica no es la estructura energética; lo que se modifica es el modo en que una persona la encarna. Astrológicamente, es como si hubiera algo en nosotros que es atemporal, que es eterno, que dura toda la existencia, que es esta energía. Lo que va cambiando es el modo como se expresa."

Eugenio Carutti


"Si el astrólogo hace un trabajo profundo consigo mismo y habla desde el corazón, sí. Lo que no creo que haya que hacer es dar consejos: “tendrías que hacer esto”, “tendrías que hacer lo otro”; creo que todo eso es muy pobre. Pero hay un momento en el encuentro o la entrevista en que si el astrólogo realmente habla desde el corazón, se toca muy fácilmente la piedra en la cual todos tropezamos; si el astrólogo ya pasó por ahí, si sabe de qué se trata (de alguna manera tiene que saber de qué se trata, porque si no el consultante no vendría a consultar a ese astrólogo; para la astrología todo encuentro es un destino, las cosas no se dan por casualidad, tiene que haber una afinidad de destino para que se produzca un encuentro), si el astrólogo juega a fondo esa afinidad del destino, ahí se mueven cosas."

Eugenio Carutti



"Transformación tiene que ver con cómo se transforma la conciencia, la mente de la persona, la capacidad emocional, la estructura corporal, como para dilatarse y poder “vehiculizar” más energía, de la energía que le corresponde.
Generalmente es como si nos achicáramos o restringiéramos, y entonces se puede ver que, por ejemplo, una persona tiene mucha energía de Plutón y esto hace que la persona tenga cierto esquema corporal, el esquema corporal de resistencia a ello, no de entrega a ello.
El cuerpo se contrae, las emociones circulan de cierta manera, toda la energía circula de cierta manera, se forman ciertas ideas que están ligadas a esa estructura que son arquetípicas, que es cómo la humanidad ha encarnado históricamente esa intensidad, y todos los seres humanos se tropiezan con esa piedra en ese punto, y entonces uno tiende a creer que Plutón es eso, y Plutón no es eso. Esa es la piedra con la cual todos los seres humanos tropezamos cuando encarnamos la energía de Plutón.
El tema es ir encontrándole otra vuelta, aprender a significarlo de una manera diferente, dilatar el sistema emocional para que esto circule de otra forma y trabajar incluso el cuerpo como para que eso se pula; porque en este caso, diciendo Plutón, se trata de una persona que tiene una intensidad muy alta, y cómo va a vivirla, o sea: ¿podrá esa persona descubrir todos los malos entendidos, todas las dificultades que los seres humanos históricamente hemos tenido para encarnarla, y hacer un movimiento nuevo?"

Eugenio Carutti



“Soy antropólogo y astrólogo, me he dedicado tanto a investigar la evolución del planeta Tierra y la evolución de la especie humana, como este misterio de que todo lo que sucede en la Tierra está conectado con lo que sucede en el cielo. Por mi formación, ha sido inevitable ver que todo está interconectado, nada está separado y aislado de ningún otro elemento de la realidad, sino que todos los elementos están profundamente interconectados. Cuando se produce un movimiento en cierta zona del universo, le corresponde otro movimiento en otra zona del universo.
De hecho, tanto como antropólogo y como astrólogo, creo que el planeta Tierra, la humanidad, estamos viviendo una época excepcional. Creo que está habiendo un cambio muy profundo en la especie humana, un cambio que, por supuesto, no va a durar una generación. Durará 100, 200 años. Estamos en el medio de una transición difícil de dimensionar. Desde el punto de vista astrológico esto es muy evidente: que hay una convergencia de factores de elementos de posiciones del cielo que son extremadamente particulares, pero no voy a entrar en esto. Más bien quisiera hacer algunas reflexiones acerca de cambios que son muy visibles —y que nos marcan ciertas direcciones— y es muy importante estar atentos a ellas porque, como todo cambio, trae una enorme turbulencia.
En esta turbulencia la conciencia en un nivel puede quedar muy capturada por muchas corrientes colectivas que están en transformación, se están destruyendo unas a las otras. Quizás el sentido de este tiempo es que se destruyan muchísimas corrientes de pensamiento y de sensaciones y de sentimiento. Tener la mayor claridad posible sobre este proceso es muy importante.

La joven especie humana y los nidos aislados

Creo que la primera reflexión es darnos cuenta que la especie humana primero es una especie joven, que nuestro cerebro aún no ha madurado completamente. Es un hecho científico que utilizamos una muy pequeña parte de nuestro cerebro, que es todavía lo más misterioso para la ciencia tan desarrollada. Lo que no puede comprender la ciencia es cómo funciona el cerebro todavía. Estoy convencido de que nuestro cerebro está madurando aceleradamente, en un proceso de cambio que es muy exigente.
La conciencia humana maduró desde nidos aislados. La especie humana se dispersó desde África y anidó en distintos lugares, formando tribus y civilizaciones y tradiciones. La característica de cada una de estas experiencias humanas es que se aisló de las demás. Cada experiencia humana se constituyó en un nido donde crecieron conciencias, experiencias, pero un denominador de todas las civilizaciones es la tendencia al aislamiento, que llevó a que cada tradición profundamente se siente diferente, se siente excepcional, se siente superior a las demás. Tiene una dificultad intrínseca, casi biológica en el sentido de reaccionar muy negativamente a las diferencias, repeler a lo diferente.
En cada una de estas tradiciones, desde las más desarrolladas a las menos logradas, otra característica fundamental siempre ha sido la exigencia de que todos los humanos que nacen en el nido tienen que percibir la realidad de la misma manera. La exigencia primordial es que todos los humanos dentro de una tribu estemos de acuerdo en la manera en que percibimos el mundo. Cada comunidad siempre ha tenido este requisito. Hay una presión sobre cada individuo para que la percepción fuera convergente. No ha habido ninguna civilización realmente elástica en el sentido de aceptar percepciones diferentes de la realidad dentro de su propio centro.

El actual choque entre tradiciones

Una primera evidencia que hoy podemos ver es que hoy todas estas tradiciones, todos estos nidos están pasando por un proceso excepcional, están chocando entre sí. Este es un fenómeno totalmente nuevo, todas las culturas que se formaron, el pensamiento, las formas de sentir, de vivir, las creencias, los dioses, las religiones que cada uno había desarrollado muy cuidadosamente, que habían diferenciado cada cultura, hoy está destinada a chocar con otros. Como si la Tierra estuviera haciendo un gran experimento en que cada una de las múltiples experiencias humanas está obligada a chocar con la otra y a destruirse mutuamente en sus diferencias. Todos estamos viendo guerras de religión, estamos viendo cuánto le cuesta al ser humano hoy el tema de la raza, cuánto le cuesta lo diferente.
Quizás lo que dije antes, que en cada nido el requisito siempre fue que todos pensaran lo mismo, parezca un poco extraño. Estas son las primeras generaciones en las que se puede estar en la mesa familiar y ver la realidad de manera completamente diferente. En mi mesa familiar eso era imposible. Este es uno de los primeros fenómenos cuya importancia tenemos que pensar, porque cuando están sucediendo y uno los vive no se da cuenta de la envergadura que tienen.
Uno no se da cuenta de que están sucediendo por primera vez en una historia que tiene millones de años. Personas que tienen creencias completamente diferentes pueden coexistir. Piensen que hace cien años esta reunión era imposible, tantos hombres y mujeres unos al lado de otros y con tan poca luz (…).
Piensen en la India, los países islámicos, lugares de China. Aún millones de humanos no han aprendido a modular sus pulsos instintivos básicos por lo cual la sensación es que no pueden estar hombres y mujeres al lado del otro en ciertas condiciones. Hoy existe más de una humanidad en ese sentido, o más de una época humana. Están coexistiendo muchos tiempos en un mismo espacio. Las tradiciones se están, por las malas, mezclando, chocando, repeliendo, peleando. Y al mismo tiempo coexisten épocas distintas. Tiempo y espacio está mezclado en este momento en esta Tierra, pero esta es una revolución de una envergadura excepcional porque está exigiendo al cerebro procesar una cantidad de diferencias como nunca antes había procesado.

Las diferencias icónicas

Las diferencias más difíciles son las llamadas icónicas: ver a alguien de un color de piel diferente o con símbolos religiosos marcadamente diferentes, hasta hace poco tiempo en el planeta, produce una reacción física de miedo, de angustia, que lleva al ataque o al repliegue. Los humanos estamos aprendiendo muy aceleradamente lecciones que no quisimos aprender por muchísimo tiempo.
Quizás el simple hecho que la Tierra sea una esfera hace que suceda. Tarde o temprano, todas las tradiciones van a converger, este es un hecho por la misma forma de la Tierra. Es imposible que no nos mezclemos. Pero mezclarse significa atravesar la destrucción. Una sensación de que todo lo conocido, todo lo que me da seguridad, lo que me define, toda la sensación de excepcionalidad, de diferencia, se cae. Los blancos todavía no nos estamos dando cuenta de qué es ser blanco, de qué es ser occidental, de las consecuencias de haber sido la civilización que motorizó esta unión forzada planetaria, las vamos a sentir. De hecho, nos sentimos superiores.

El inútil método de destruir al diferente

Con ese tipo de conciencia, sabemos que la única manera de que se produzca esta convergencia es destructivamente. La misma lógica del proceso nos está indicando que tiene que haber una conciencia diferente. Esa conciencia todavía no apareció. El proceso evolutivo está sometiéndonos a una presión que nos exige una maduración completamente diferente, nos exige una capacidad para vincularnos con muchísimas diferencias. Hay un crecimiento en la complejidad de los hechos de toda la vida y esto va a aumentar cada vez más. Cada vez más va a haber más situaciones diferentes que no se pueden resolver por el viejo método que es la destrucción del diferente.
Este ha sido el método de la especie humana, todos hemos utilizado este método en un millón de años. Al diferente hay que eliminarlo o dominarlo o absorberlo. No hay una inteligencia vincular desarrollada en el ser humano. Nuestra inteligencia vincular es muy pobre, nuestra capacidad de complejizar la vincularidad es muy pobre, somos aún maniáticamente posesivos. En lo más cotidiano, no puedo tolerar que el otro sea muy diferente, que tenga una visión del mundo completamente diferente. Aún no sabemos cómo hacer para resolver situaciones desde distintos puntos de vista. Eso es un cerebro nuevo, una conciencia nueva la que se necesita.

Debe nacer una nueva conciencia humana

Hoy llegamos hasta las Naciones Unidas que ya es admirable, pero como alguien decía las naciones no pueden ser unidas, cada una tiene sus intereses. Eso es lo que estamos viendo. Estamos en el prólogo de un proceso en el cual tiene que surgir una conciencia que sea humana, ni argentina, ni inglesa ni china. De hecho como antropólogos no sabemos qué es una cultura humana. Sabemos qué es una cultura islámica, quechua, etc. Pero cómo vive el ser humano como humanidad, como conciencia de humanidad no existe. Es algo que evolutivamente está implicado, es algo que tiene que suceder.
Conociendo la evolución se van a presentar problemas que van a obligar a madurar en este sentido. Cuán dolorosamente suceda es un tema importante para nosotros, pero no para la evolución. Para la evolución es secundario el costo que conlleve desarrollar una conciencia humana. Aún no la tenemos, tenemos una conciencia de parte, fragmentaria, que no sabe cómo vincularse con aquellos que ven la realidad de manera completamente diferente.
Creo que éste es el primer punto para enfocar. Es inexorable. Es necesario que se desarrolle una conciencia diferente; la que tenemos hoy no sirve. Esto da como resultado una turbulencia incesante, que quizás sea necesaria para desilusionarse, para que cada tradición se de cuenta. Los humanos creemos que somos la especie superior y que somos totalmente independientes del resto de la vida de la Tierra. Como sabemos, esto está trayendo problemas que tendremos que enfrentar. Acá tenemos dos posiciones, pero si las vemos a fondo son la misma.
La reacción primera es que somos los dueños de la Tierra, los reyes de la naturaleza y que podemos hacer cualquier cosa. La posición opuesta es que somos los principales culpables del desastre en el planeta Tierra, por eso somos una especie negativa. Es notable que a nadie se le ocurra pensar que somos parte de la Tierra, somos una especie que está dentro de la evolución de la Tierra. Creernos que somos lo más importante o los culpables de todo, es lo mismo. Las dos posiciones que hoy discutimos en realidad son la misma. Esta posición está destinada a caer. La sensación de excepcionalidad y de no vínculo con el resto del planeta es una conciencia muy precaria que no puede resolver los problemas planetarios. Que no puede ser que sus dioses sean verdaderos y los demás no, que sus miembros son superiores.
Nos cuesta pensar cómo nos ven otras tradiciones de miles de años, en realidad las tememos y las despreciamos. Si nos pasa esto vincularmente podemos estar seguros de que a ellos les pasa lo mismo. Nos desprecian y nos temen. La inteligencia vincular es la que puede comprender este temor, este desprecio, cuáles son las razones de esto y aprender a no reaccionar con temor y desprecio, que se pueda ir más allá de las reacciones automáticas inscriptas en la conciencia de la humanidad.

El nuevo planteamiento

Mi convicción es que este es el tiempo en que todas estas ideas y sensaciones tan antiguas se van a desplomar. Uno no suele pensar que recién en la década del ‘60 una gran parte de la comunidad, por primera vez, se rebeló a que sus hijos varones fueran a la guerra. Un millón de años de orgullo, de identidad natural: si soy varón estoy hecho para ir a la guerra, nací para matar por mi tribu, por mi civilización. Es la primera vez que desertar fue algo honorable. En la misma época, el lado femenino se pudo comenzar a independizar de la programación básica de procrear, surgió la pastilla anticonceptiva, las mujeres del planeta pudieron comenzar a revisar dentro suyo si querían o no procrear. Esta posibilidad a gran escala de registrar, de problematizar si voy a procrear o no es tremendamente reciente.
Yo creo que cuando uno es joven se debate entre dos tendencias muy grandes: sentir que tengo que ocupar un lugar en el mundo y que ese mundo ya está construido, y hay que ubicarse, y por otro lado la clara conciencia de que eso que está construido no está bien construido, y que ese tener que ubicarse en esa construcción que no está bien hecha es una carga tremenda. En principio uno tiene una fuerte tendencia a rebelarse. Ser joven hasta ahora es esa oscilación entre ubicarse y rebelarse. Yo creo que exige mucha madurez poder cuestionar lo construido a fondo, sin rebelarse.
Por lo general la rebelión es pasar a un opuesto, es tomar una posición que ya está construida, que algún otro construyó. Empiezan a ser peleas entre construcciones del mundo. Si de algo puede servirles mi experiencia como ex-joven, yo creo que lo que está muy confundido no es una posición ideológica, un conjunto de ideas, sino que la mente humana está muy confundida. La conciencia humana aún es muy precaria. Creo que es muy importante que haya muchísimos jóvenes que tengan la fuerza suficiente como para atreverse a cuestionar la conciencia humana. Darse cuenta de cómo hemos construido el mundo, con qué miedos, con qué terrores, con qué ilusiones, con qué patrones construimos. Porque esos patrones inevitablemente llevan al conflicto. Creo que el planeta Tierra no puede soportar en los próximos cien años el mismo tipo de conflictos viene soportando. No puede soportar que un grupo se proponga aniquilar a otro grupo, porque ya el costo no es para esos grupos, el costo es para toda la humanidad, para todo el planeta.

Lo que debe despertar: la inteligencia vincular

Necesariamente tiene que surgir una sensibilidad diferente. Esto que yo llamaba inteligencia vincular, quiero decir ser capaces de vincularse con claridad con seres diferentes. Y no crear la ilusión de que vemos todo de la misma manera. Uno sabe que no ve todo de la misma manera ni siquiera con el ser que dice amar. No somos iguales. Todos sabemos que no estamos diciendo lo mismo. Ya el hecho de ser varones o mujeres implica códigos diferentes. Varón chino, mujer sueca: uno puede imaginar la aventura de ese encuentro. De hecho la evolución va a provocar que nos mezclemos todos y en esa mezcla vamos a tener que aprender a decodificar los misteriosos códigos de los otros que no sabemos decodificar.
Algo se está complejizando en nosotros, quizás no nos demos cuenta que ya está sucediendo. Ya por ejemplo la típica insatisfacción amorosa que tiene nuestra civilización que supuestamente no tenían nuestros bisabuelos, que no cuestionaban estas diferencias de código, nos damos cuenta de que hay una diferencia de código entre hombres y mujeres, y esto nos tiene locos, porque no hemos descifrado estos códigos y cómo se acoplan.
Hay patrones vibratorios que van a hacer que el cambio se produzca. Hay algo que me hace optimista que es la astrología. La astrología dice que cíclicamente cambian las condiciones estructurales de todo el planeta. En el mismo sentido en que de pronto termina el invierno y comienza la primavera, un cambio de estación. Algo está destinado a desaparecer porque ya no es su tiempo, no es que sea ni bueno ni malo, no es más su tiempo. En ese sentido es que está mucho más abierta, que reconoce lo diferente.

Bueno, básicamente eso es lo que quería plantearles para discutirlo, analizarlo.”

Eugenio Carutti
















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