Cuerpo desierto

Algunos cargan mi cuerpo desierto 
tras su espalda 
como si fuera el sendero 
un día cruzado hacía mí. 
Mientras, me mezclo inclemente 
con cenizas de todas las calmas 
convirtiendome en mar de tormentas, 
de huesos perdidos. 
En algo indistinguible, 
mitológico, 
aún más errante que CRISTO, 
que el llanto. 
Más insolente que la ceguedad, 
más enfebrecido que miembro erecto de perro, 
más cotidiano que la mano dentro 
de la falda infantil, 
más prestado que el dinero. 
Me convierto en pena clavada
        en carne vacía, 
en perseguido persiguiéndote,
    cavador de gritos, 
en habitante 
de este cuerpo 

desierto. 



Susana Chávez

Donde la piel se quita

Ser la obra extraviada de la muerte 

es encontrar en tu orilla el origen, 

ser un rayo de luna en el bosque 

que descubre que te encuentras en su centro. 

Habré de regresar, 

habré de quitarme la piel 

para caer sobre tu alma, 

                       para entrar, 

                               salir de tu boca.  

sacudo umbrales en esta confesión 

con discurso profético, 

después de haber deshecho tu libertad. 

Reconozcámonos en el sitio señalado: 

en ese sitio donde el guante 

se quita para abofetear a la verdad. 

donde tus manos, 

habitan una paloma 

y toco aquello que me designo. 

Sitio en que mi pan es tu vino 

y mi vino es tu otoño muerto. 

mientras, suspendidas vamos en la materia, 

cruzamos fondo, 

balanceándonos hacia donde la lluvia huye 

y narrar abandona el sueño, 

donde la piel se quita. 

Susana Chávez


En el árbol de la voz

A ciegas la luz  vela
y unos ojos se abren para siempre. 
Hablo del corazón frente a la muerte, 
en el árbol de la voz, con un labio de tierra y otro 
de noche, 
con un corazón de polvo y otro de viento.
  
Hablo de este amor, 
esta navegación entre la bruma, 
este amor, este amor.
  
Cada silencio nos llevará a la palabra que nos 
refleja, 
y en mí toma cuerpo tu soledad, 
en tu mirada ausente se deshacen los astros. 
A veces te descubro en el rostro que no tuviste, 
en la aparición que no merecías. 
Y el silencio levanta la cabeza y me mira. 
Esta vez volvemos de noche, 
los árboles han guardado sus pájaros, 
el cansancio estira su lengua para cantarnos al oído. 
La noche llegó en tu corazón, 
tus ojos se cerraron en la llegada del mundo. 
Y sin embargo, de alguna manera, todos lo sabíamos, 
y algo parte en dos la memoria, 
algo parte en dos a la mujer que peina su alma antes 
de entrar al lecho solitario, 
y parte también el tiempo de la noche, 
como el vaso que cae de la mano de algún niño 
asustado, 

algo parte en dos lo que estaba partido. 



Susana Chávez


Fantasmas 
       Sollozan. 
Inundados en la certeza. 
Entran en el aliento, 
las palabras.

Susana Chávez


La raíz de tu saliva

Ciertas palabras vendrán un día 
a mover tu laberinto de imágenes 
para robarle a el lecho tu cuerpo 
estremeciendo otras palabras.

Tu pelo más largo atravesará el silencio 
de un viento que levante el agua del mar

He escuchado tu rostro 
solventar tus argumentos 
donde hay frases de recuerdo 
que peinan remolinos

Por eso escucho tus sitios 
antes que mi frase se encorve 
y tan sólo quede un zumbido

Ciertas palabras buscan tu boca 
y devoran tu respiración 
al sentirlas en la carne tomando vida, 
ciertas frases te reconocen 
contra ti misma. Por otra sangre, 
por otros libros, por otras frases.

Amanece y te buscan luchando 
doblando esquinas 
rompiendo el vidrio de tu ventana, 
están aquí como un fantasma 
en busca de un deslumbrante nacimiento, 
te aman y se dejan caer sobre ti 
como un hombre cegado por el deseo 
de tu cuerpo, 
deseando tocar tu fondo 
para producir el vértigo.

No quieren ser susurros 
no quieren otro espejo, 
quieren arrojarse a tus manos, 
detener la noche, 
separar tus muslos, 
quieren romperse en tu voz, 
para despertar la raíz de tu saliva.

Ciertas palabras te miran 
como un niño perdido y lloroso, 
ciertas palabras ven en ti su vuelo, 
rondan el alrededor 

de su propio deseo. 



Susana Chávez


Mujer hacha


Mujer

lejana,

improbable

disfrazada de razón,

fuerza sin sangre.

Hechicera mocosa echada a sus sienes

a quien le nombran incertidumbre.

Abismal de lo interno que no sabe ademanes

cautivante con sus silencios.

Atroz,

irresistible al deseo de morder la noche

vacilante en desencantos

embellecida por cuentos

reposada en la distancia.

Mujer instante,

hacha

que arrastras,

que cortas lenguas esparciéndolas

en la mano de Dios que se retuerce de risa contigo.

Fugitiva de tu captura saldré

sabiendo perfectamente

que eres invencible.

Susana Chávez



“Ni una muerta más.”

Susana Chávez


Ocaso

He perdido la cuenta de tus huesos
introduciendo mi palabra al tiempo
entonces me fui a alguna parte
con el apetito dormido.
Fuiste tú el sitio del crimen,
quién me volvió clandestina melodía,
a quien contemplo mezclada de imágenes
sentada en una butaca del cine
para ver mi sombra. 

Nos enredamos en el vacío
y de la nada surge tu boca
a desprenderme a Dios del aliento
en un espejismo que me brota
por un rumor indefinido. 

Surges despuntando tu lengua
liberando a Sofía de tu interior.
Aquí estás, embalsamada,
casi real entre los árboles.
Pareces un chacal,
un alebrije que me conquista
más allá de lo intocable.
Te veo desatada en una ventana
alrededor de mi otra parte
dándole a mis ojos el cierre final.

A veces, también te veo
atrapada en un secreto 
que duele entre mi carne. 
Así voy avanzando paso a paso 
tomando de una mano tu ruptura 
y acariciando con la otra 
los cabellos de alguien 
por quien toco la magnánima vehemencia. 
  
Así voy en mí misma 
perdiendo la cuenta de tus huesos. 
Susana Chávez



Sangre nuestra

Sangre mía, 

           de alba, 

           de luna partida, 

           del silencio. 

           de roca muerta, 

           de mujer en cama, 

           saltando al vacío, 

Abierta a la locura. 

Sangre clara y definida, 

           fértil y semilla, 

Sangre incomprensible gira, 

Sangre liberación de sí misma, 

Sangre río de mis cantos, 

Mar de mis abismos. 

Sangre instante donde nazco adolorida, 

Nutrida de mi última presencia. 

Susana Chávez



Sombra del viento

Sombra de ti en el viento, 

un reflector en la niebla 

donde el silencio encuentra el hilo, 

el ruido exacto   
  

El llanto de Judas   
  

Aterra esta claridad 

podrías acaso ver 

mi resurrección inmovilizada 

deseando un soplo de tu carne 

para echar a volar la noche. 

¿Qué estoy interrumpiendo?, 

en dónde no titubean mis manos   
  

Te llamo desde lejos   
  

Riesgos desordenados, para tocar en el viento 

esa enmudecida parte del cuerpo. 

Te inventaba en una breve locura 

y ahora comprendo que es tu cuerpo 

la pendiente donde he de arrojarme al vacío.

Susana Chávez







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