"El tiempo es una especie de fuga de cosas que tratas de atrapar cuando saben bien."

Antonine Maillet


"Me llaman la Sagouine. Creo que si mi difunta madre aún viviera podría recordar el nombre con el que me bautizaron, porque sin duda tenía uno, fuera cual fuera. Me habían arrastrado a los suburbios en los que ahora me encuentro. Tuve incluso una madrina, pariente de mi padre. Pasé por la ceremonia de ser alzada, bautizada y cubierta antes de abrir los ojos. ¿Y para qué? Al final soy como todo el mundo. Es tarde para...
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Después de todo, los demás no son peores que nosotros mismos. Suelo decir con frecuencia: cuando sientas deseos de quejarte, Sagouine, mira a tu alrededor y apreciarás que la vida es compleja para todos tus semejantes y que como tú permanecen gran parte de su tiempo en la senda equivocada.
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Los malos tiempos no permanecerán por siempre... Lo mejor es preservar la mirada en medio de la esperanza de que los buenos tiempos llegarán al fin.
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Hubo una gran contienda. Tuvimos la certeza de que nuestros hombres partirían hacia el otro lado. Y nosotras, las mujeres de los soldados, deberíamos aguardar su regreso, temiendo la viudedad. La depresión es una mascarada cronológica que amenaza con sumirnos en el abismo. Durante la depresión, por ejemplo, inventaron la sopa.
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Resulta grato tener la certeza de nunca haber mentido. A pesar de que en ocasiones es difícil responder: tu nombre, todos los nombres alusivos al bautismo, tu padre, tu madre, la enfermedad que padeciste, tu edad, tus hijos muertos, tus hijos aún vivos... ¿Cuál es mi lugar entre los vivos? No es la Acadia el país que creímos. Resulta realmente complejo asumir el hecho de ni tan siquiera poseer un país. Como si sintieras que no eres lo suficientemente digno."

Antonine Maillet
La Sagouine


"Y desde ese primer día la tierra se torna hermética sobre laminadas concavidades de unos treinta pies que desde la orilla fluvial del Acadia succionaban a sus gentes. Pélagie había formulado la solemne promesa de acunarse en el país de sus ancestros. Pero sus vástagos habían crecido demasiado deprisa, incluso la pequeña Madeleine que vio la luz en una goleta inglesa. Y cuando por fin pudo decidirse a navegar, su benjamina rondaba ya la quincena. Y en vez de un navío, Pélagie aparejó un carretón acarreado por tres pares de bueyes que le habían costado cinco años de arduo trabajo en los campos de algodón bajo el oneroso esfuerzo diario que implicaba resistir la crueldad brutal de un plantador que azotaba con el mismo desprecio a los esclavos negros y a los blancos pobres.
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Pero en 1880, un siglo después de su afrentoso regreso del exilio, La Acadia recibió fervorosamente a sus familiares. De todas las ensenadas, bahías e islas surgieron cabezas y ojos que trataban de reconocerse a sí mismos en los recién llegados, ya provinieran de Grand Digue, Cocagne, Bouctouche o la isla del Príncipe Eduardo, encontraron primos que respondían al nombre de Lanteigne, Cormier, Landry o Godin. Y aquellos que se atrevían a dejar su refugio, agitaban abiertamente sus brazos a los de Shediac y Memramcook en base al parentesco que habían encontrado en la isla de Cap-Breton, Pubnico y a lo largo de la Bahía de Santa María, en la antigua Acadia."

Antonine Maillet
Pélagie-la-Charrette






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