"En determinadas circunstancias, las realidades de la vida son tan difíciles que los padres deciden callarlas. En la primera generación, es algo indecible; en la segunda, un secreto de familia; en la tercera, se convierte en un impensable genealógico, es decir, que ni siquiera se puede pensar."

Anne  Schützenberger


"En su práctica clínica (Iván Boszormenyi-Nagi) hacía hablar a sus pacientes de su familia porque, según él, el objetivo de la intervención terapéutica consistía en restituir una ética de las relaciones transgeneracionales. Sus conceptos claves de “lealtad familiar invisible” y el “gran libro de cuentas familiares” iluminaron muchísimo mi trabajo. De la lealtad de los miembros de un grupo depende la unidad del mismo. Esta lealtad debe ponerse en relación con las motivaciones y los actos de cada uno de los miembros del grupo. De allí otro concepto: aquel de la justicia familiar. Cuando la justicia falla esto se traduce en mala fe, o en la explotación de miembros de la misma familia por parte de los otros, o en la aparición de patologías o en accidentes repetitivos. Mientras que en el caso contrario hay afecto y cuidado recíproco pues las cuentas familiares están al día. Podemos hablar del balance de las cuentas familiares o de un gran libro de las cuentas familiares en el cual se puede verificar si uno está en crédito o en débito. Si usted arrastra deudas y obligaciones sin pagar de generación en generación se arriesga a tener todo tipo de problemas –acuerdos de herencia injustos, querellas, rupturas “anormales”…-. Una de las deudas familiares clásicas es una muerte vivida como “tan injusta” que el duelo no se puede llorar, decir, vivir y el dolor queda abierto prácticamente para siempre."

Anne  Schützenberger



"La deuda más importante de la lealtad familiar es aquella que cada niño contrae con sus padres a causa del amor, la fatiga y los cuidados que recibe de ellos desde el nacimiento hasta la edad adulta. Pagar esta deuda es de orden transgeneracional, es decir que lo que recibimos de nuestros padres, se lo entregamos a nuestros hijos, etc. Ocurre a veces que hay una distorsión patógena entre los méritos y las deudas. Tomemos un ejemplo: hay familias en las cuales la hija mayor detenta el rol de madre con respecto a los demás hijos y a veces con respecto a su propia madre. Es lo que llamamos parentificación. Un hijo que debe hacer el papel de padre o madre muy joven se encuentra en desequilibrio relacional significativo. En realidad es difícil comprender los vínculos transgeneracionales y el libro de los méritos y las deudas pues nada está claro. Cada familia tiene su propia manera de definir la lealtad familiar. Pero el estudio transgeneracional puede aportar un esclarecimiento decisivo."

Anne  Schützenberger


"... la elección nos es dada a partir de la posibilidad de liberarnos de la repetición familiar para reconquistar nuestra libertad y nacer por fin a nuestra propia historia."

Anne  Schützenberger



“Los duelos no hechos, las lágrimas no derramadas, los secretos de familia, las identificaciones inconscientes y lealtades familiares invisibles (pasean sobre los hijos y los descendientes) lo que no se expresa por palabras se expresa por dolores.”

Anne Ancelin Schützenberger


"Mi enfoque es a la vez contextual, socio-psicológico, psico-analítico, transgeneracional, etnológico y etológico. Cada una de estas ciencias es importante y sus aportes son complementarios. En el caso del fracaso escolar, hay que agregar el aspecto socio-económico de estas lealtades familiares brillantemente analizadas por Vincent de Gaulejac quien, debo decirlo, iluminó bastante mi linterna. Demuestra de forma notable hasta qué punto es difícil para un buen hijo o para una buena hija sobrepasar el nivel de estudios de su padre o de su madre: se enfermarán la víspera del examen, o perderán el tren, o tendrán un accidente en el camino o simplemente olvidarán poner el despertador en la mañana… actuando así responden inconscientemente al mensaje doblemente restrictivo de su padre o de su madre, la famosa doble atadura “haz como yo pero sobre todo no hagas lo mismo que yo”, más precisamente: “Hago todo por ti y deseo tu éxito… pero temo terriblemente que me superes y que nos abandones”, entonces estos mensajes, estos actos fallidos datan la mayor parte del tiempo de las generaciones precedentes. Allí también la fidelidad a los ancestros que se ha vuelto inconsciente o invisible nos gobierna."

Anne  Schützenberger


"No es gratuito que yo haya decidido ser analizada por un antropólogo (Gessain era el director del museo del hombre y había acompañado a Paul Emile Víctor a estudiar a los Esquimales) y que me propusiera estudiar con Margaret Mead. El enfoque antropológico contextual es fundamental. Hay que reubicar a las personas y los acontecimientos en su contexto y comprender las reglas familiares y sociales de la época, del medio, del lugar preciso. Citemos algunas reglas familiares que uno encuentra a menudo. Existen familias del tipo cuidador-cuidado: algunos miembros cuidan de otros miembros que están enfermos.
Existen familias en las cuales la regla es hacer todo lo posible por que el hijo estudie -el mayor, jamás será una hija sino siempre el primer hijo hombre-. También hay familias en las que se fabrica un sucesor “mayor” para retomar los negocios familiares. En otras familias, varias generaciones cohabitan sistemáticamente bajo el mismo techo. En otros casos solo uno hereda y los otros parten lejos o le sirven…
Cuando uno observa un genosociograma es esencial fijarse bien en que reglas están en vigor y quién las elabora. Puede ser un abuelo, una abuela, un tío… cuando uno comienza a comprender estas reglas puede intentar ayudar a la familia a alcanzar una relación menos disfuncional y un mejor equilibrio de las deudas y los méritos de cada uno. Hay cosas que no son fáciles de entender cuando uno descifra una familia."

Anne  Schützenberger


“Nuestra vida es una novela. Tanto usted como yo vivimos prisioneros de una invisible tela de araña, de la cual al mismo tiempo somos artífices. Si aprendiéramos a utilizar nuestro tercer oído, nuestro tercer ojo, a comprender, a escuchar y a ver estas repeticiones y coincidencias, la existencia de cada uno sería más clara, más sensible a lo que realmente somos y a lo que deberíamos ser. ¿Acaso no podemos escapar a estos hilos invisibles, a estas triangulaciones, a estas repeticiones?”

Anne  Schützenberger


"Precisemos mejor mi punto de vista y el de algunos de mis colegas. Jamás dije que se tratara de “honrar a los ancestros”… esa frase no es mía. No se trata de eso sino de repetir tareas interrumpidas, inacabadas, de duelos no elaborados después de traumas insoportables, indigestos o no digeridos -si usted me permite estas expresiones- que se nos quedan “en el estómago” e impiden que nuestros duelos se expresen provocando otras manifestaciones en nuestra descendencia: genocidios, pérdida de las raíces, pérdida de una tierra, una gran injusticia… esta es la constatación que hace una alumna del Dr. Kurt Lewin, Bluma Zeigarnick, presentada en su tesis doctoral, Psicología de la Gestalt, en 1928, sobre las “tareas interrumpidas”, que “re-calentamos” a lo largo de nuestras vidas. Esto en psicología se llama el “efecto Zeigarnick” y yo lo aplico a los duelos no resueltos de dramas pasados para ayudar a mis pacientes a revivirlos y superarlos.
No se trata de verdaderas maldiciones, aunque el concepto aparece claramente en momentos históricos cruciales, como en el caso de las maldiciones a los reyes de Francia por parte del líder de los caballeros templarios Jacques de Molay, en la hoguera el 18 de marzo de 1314.
La “maldición de los Kennedy” parece no ser más que un mito, si bien encontramos una lealtad familiar inconsciente en la repetición de algunas fechas, como el 22 de noviembre, aparecida por primera vez en 1858, fecha de la muerte del bisabuelo del presidente John F Kennedy, y por segunda vez en 1963, fecha del asesinato de este último, quien decidió de todas formas ir a Dallas ese día, a pesar de la cantidad de advertencias recibidas. Tampoco quiso usar el techo blindado de su auto, como si hubiera olvidado la fecha pero no la “obligación de morir”.
En realidad esta forma de repetición mórbida (que algunos llaman “maldición”) revela un mecanismo que la medicina conoce cada vez mejor. Toda muerte o idea de muerte produce en el ser humano una depresión. Perder su casa o su empleo supone también el poder y la necesidad de hacer su duelo. Una vez que pasa la rebelión contra lo inaceptable, la tristeza del duelo provoca un debilitamiento inmunológico. Una gran cantidad de personas “deciden” entonces de forma completamente inconsciente morir a una edad precisa: “si mi mamá murió a los 35, yo no voy a sobrepasar esta edad” se dice la mujer. A dicha edad, ella cae en una depresión que debilita su sistema inmunológico hasta el punto de dar paso a un cáncer. Es el mismo mecanismo para el accidente de automóvil: cuando llega la fecha del aniversario de un trauma escondido en la familia, la persona puede empezar a tomar riesgos insensatos y el accidente, evidentemente, se produce. El inconsciente vela sobre todo este fenómeno como un reloj invisible. Es lo que yo he llamado la fragilización del año (o del periodo) aniversario.
Para evitar la repetición hay que tomar consciencia. Recordemos a la joven de origen sueco. Cuando le ayudé a darse cuenta de que si ella sucumbía a su cáncer ya no habría nadie para ponerle flores a la tumba de su madre y que además ella habría querido verla vivir por mucho, mucho tiempo. Para ella esta realización fue una especie de shock y se operó un cambio radical en su vida y en su enfermedad. Recuperó las ganas de vivir, sus metástasis cedieron, recobró peso y energía, retomó su trabajo… se puso una pierna artificial y hasta aprendió a esquiar y a conducir un automóvil acondicionado especialmente para ella. Estaba tan radiante que aquellos que la habían cuidado no la reconocían. Si el origen del dolor, de la enfermedad, del mal, está cerca de la consciencia, visualizar la historia de la familia de un solo vistazo, en siete generaciones, es decir, reubicarla en su árbol genealógico, en su contexto psico-político-económico-histórico sobre un centenar de años y reconocer de golpe la repetición, puede ser suficiente para crear una emoción tan fuerte capaz de liberar al enfermo de sus lealtades familiares inconscientes. Personalmente, únicamente haciendo trabajar a alguien sobre su familia, sobre su árbol genealógico y sus secretos, con frecuencia logro poner al día en dos o cuatro horas lo que uno se podía demorar años en “sacar a la luz” en el diván. La realidad de los hechos y su repetición saltan a la vista. Se puede ver claro casi de inmediato.
Pero desconfiemos, con Freud, de la catarsis no seguida de “perlaboración” (el famoso working through, largo trabajo sobre sí mismo sobre sus sueños, sus asociaciones de pensamiento, sus lapsus, que completan la cura analítica). Recordemos que Freud, en una de sus notas de pie de página* planteaba el problema de las recaídas al finalizar la terapia y comparaba la cura a una sinfonía, en la cual los temas se desarrollan y retoman en diversos registros, muchas veces antes de estallar justo al final. También ocurre a veces que el secreto está tan bien guardado que la toma de consciencia se vuelve imposible. Hay que recurrir entonces a los sueños, a las asociaciones de ideas -en diálogo con el terapeuta como en el caso de Winicott, inventor del co-dibujo- o a los ecos personales y a los intercambios en pequeños grupos de terapia, en donde se ponen en escena las vivencias familiares, como en el psicodrama. El hecho de poner en escena la situación antigua de forma integral, a través del cuerpo entero y no solo a través de la palabra ayuda a revivir la emoción de aquello que fue ocultado y permite expresar los sentimientos reales y la tensión que pudo crearse entre lo que se nos esconde y lo que de todas maneras presentimos.
Hablar, llorar, gritar, golpear, previene la conversión del malestar psíquico en síntoma somático. De allí la importancia de poder expresar las emociones, los verdaderos sentimientos, sin moderación, ni pudor, los secretos, los no dichos, los traumas escondidos, los grandes dolores y los duelos no hechos (en psicodrama la técnica de “superávit de realidad” permite decirle adiós a los muertos antes de su muerte, como si uno hubiera estado presente -ya sea al lado de su tumba o cerca del mar que se los tragó sin sepultura, por ejemplo- y cerrar al fin las tensiones acumuladas y terminar la “Gestalt” hasta ahí apenas esbozada)."

Anne  Schützenberger


"Repetir los mismos hechos, las fechas, o las edades que han escrito la novela familiar de nuestro linaje es una forma de ser fieles a nuestros padres y demás ancestros y por lo tanto a sus actos, gestos y tragedias. Es una manera de seguir la tradición familiar y de vivir conforme a ella. Es esta lealtad la que empuja a un estudiante a fallar el examen que su padre nunca logró pasar, en el deseo inconsciente de no sobrepasarlo socialmente. O a heredar su oficio o profesión de luthier, notario, panadero o médico. O en las mujeres a casarse a los 18 para tener tres hijos y si es posible tres niñas… o solo niños. A veces esta lealtad invisible sobrepasa los límites de lo verosímil, y de igual forma ocurre: ¿Conoce usted la historia de la muerte del actor Brandon Lee? Murió durante el transcurso de un rodaje porque de forma incomprensible alguien había olvidado una bala verdadera en un revólver que debía estar cargado con balas de salva. Justo 20 años atrás, su padre, el célebre Bruce Lee, murió en pleno rodaje a causa de una hemorragia cerebral durante una escena en la cual él representaba a un personaje muerto accidentalmente por un revólver que debía estar cargado con balas de salva…
¡Estamos literalmente impulsados por una potente e inconsciente fidelidad a nuestra historia familiar y nos cuesta un trabajo enorme inventarnos algo nuevo para nuestra propia vida! ¡En algunas familias uno ve el síndrome de aniversario repetirse -bajo la forma de enfermedades, muertes, abortos, o accidentes- en tres, cuatro, cinco y hasta ocho generaciones!
Pero parece haber además otra razón oscura por la cual nosotros repetimos las enfermedades y los accidentes de nuestros ancestros. Tome cualquier árbol genealógico y verá que está lleno de muertes violentas, adulterios, anécdotas secretas, hijos naturales y alcohólicos. Son cosas que se esconden, heridas secretas que no se quieren mostrar. Entonces ¿qué es lo que pasa cuando, por vergüenza, por conveniencia o para “proteger” a nuestros hijos o la integridad de la familia no hablamos del incesto, de la muerte sospechosa, de la ruina del abuelo? El silencio crea una zona de sombra en la memoria de un hijo de la familia, quien, para llenar este vacío y eliminar las lagunas de sentido repetirá en su cuerpo o en su existencia el drama que intentan esconderle. Freud ya decía (y lo cito de memoria) que “lo que no se expresa con palabras se expresa con los dedos”. Yo pienso, como lo escribí en mi libro, que: “Lo que se calla en las palabras se imprime, se repite y se expresa por los males”."

Anne  Schützenberger


“Somos menos libres de lo que creemos, pero tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino familiar repetitivo de nuestra historia, comprendiendo los vínculos complejos que se han tejido en nuestra familia e iluminando los dramas secretos, los no dichos y los duelos inconclusos…”

Anne  Schützenberger


"Un día, mi hija me dijo: “mamá, ¿te das cuenta de que tú eres la hija mayor de dos hermanos y el segundo murió; mi papá es el mayor de dos hermanos y el segundo murió… y yo soy la mayor de dos hermanos y el segundo también murió?”. Este fue un shock. Esta vez me propuse verificar con otros pacientes la intuición con tuve con la anterior. Les pedí a todos construir su árbol genealógico conmigo de una manera muy completa y si era posible indicar debajo del nombre de sus padres, abuelos, bisabuelos, tíos, primos, etc… los momentos claves de la historia familiar: tuberculosis del abuelo, matrimonio o segundas nupcias de la madre, accidente de automóvil del padre, mudanzas y viajes, cambios de estatus socio-económico, participación en guerras, muertes prematuras, alcoholismo, hospitalizaciones psiquiátricas, encarcelamientos, sin olvidar diplomas universitarios y profesiones. También les pedí inscribir si era posible, las edades y las fechas en las cuales se habían producido estos eventos.
Estos árboles genealógicos extendidos (bautizados “genosociogramas”), revelaron repeticiones asombrosas: una familia en la cual las mujeres morían leucémicas durante tres generaciones seguidas en el mes de mayo, una sucesión de cinco generaciones en la cual las mujeres se volvían bulímicas a la edad de trece años; un linaje en el cual los hombres eran sistemáticamente víctimas de un accidente de automóvil el primer día de clases de su primer hijo, etc… Estaremos de acuerdo en que sería osado ver esto como obra del azar en familias en las que encontramos en cada generación las mismas fechas de nacimiento, el mismo número de matrimonios en hombres o en mujeres, el mismo número de hijos ilegítimos, naturales o nacidos muertos, de muertes trágicas o precoces ¡y siempre a la misma edad! En cuanto a la herencia genética, ¿cree usted que un accidente de tránsito sea transmisible por ADN? Algo más tenía que estar actuando ante la evidencia de la frecuencia y la visibilidad de las repeticiones que saltaban a la vista una vez se les prestaba atención."

Anne  Schützenberger


"Un fenómeno nuevo apareció en el siglo XX: los genocidios 1914-1918 (más las guerras civiles en Rusia y España y la segunda guerra mundial) con sus millares de muertos anónimos, sus incontables desaparecidos sin sepultura, la coexistencia en las trincheras o en los campos de muertos, agonizantes y vivos, la lenta agonía de los heridos y de los asfixiados con gas… y las pesadillas de los sobrevivientes y de sus descendientes. Recordemos que ya los cirujanos militares de Napoleón 1°, se habían dado cuenta y habían bautizado -durante la retirada de Rusia en 1812- como el “síndrome del viento de arrastre” a los sufrimientos, pesadillas y angustias de los sobrevivientes y de los testigos de la muerte trágica de sus compañeros (lo cual nosotros encontramos actualmente en las pesadillas de sus descendientes, en varios países, Francia, Israel… pero también en Canadá o en Estados Unidos).
Cuando uno sabe que un muerto mal enterrado impide que el duelo se realice bien en la familia, es fácil imaginar que una hecatombe pueda generar un inmenso malestar de civilización, en efecto. Sin contar a los hijos de armenios masacrados en 1915 (más de dos millones), de judíos deportados a los campos de concentración, o los asfixiados con gas en Verdun, que sufren crisis de asma, eczemas y violentas migrañas en las fechas de aniversario de la masacre, de la deportación, del drama… pienso que un trabajo terapéutico puede también ser llevado a la escala de los pueblos. Cuando un ancestro ha sufrido, es fundamental para su descendencia que su dolor sea reconocido. Por esta razón para los armenios fue de gran importancia ver que su genocidio fuera reconocido por la comunidad internacional, así sucediera 50 años después. Estoy segura de que millones de seres fueron aliviados en lo más profundo de sí mismos. Había que matar al fantasma. Existe también una dimensión dramática en el olvido de algunas fechas de aniversario, bien sea el asesinato del gran duque Francisco Fernando heredero del imperio austro-húngaro, el 28 de junio de 1914 en Sarajevo que hizo estallar la guerra de 1914-1918. O aquella del “Jueves negro” que inició la depresión de 1929, el desempleo mundial, la toma de poder de Hitler y la guerra 1939-1945…
Dicho esto, es importante aclarar que no son necesarias circunstancias tan dramáticas para que el síndrome de repetición le arruine la existencia a alguien. Entre la cantidad de personas que han venido a consultarme porque sufren de trastornos psicosomáticos inexplicables, encontramos por ejemplo las pesadillas recurrentes, la pérdida sistemática de un examen o el sabotaje la propia vida profesional… aparentemente sin razón. Pienso en un hombre joven trabajador e inteligente que era exitoso en todo en su vida, salvo en sus exámenes. ¡Descubrimos juntos que desde finales del siglo XX, 14 de sus primos habían perdido el examen para obtener el grado de bachiller! Rastreamos el origen de este trastorno y finalmente lo que descubrimos que ocurrió fue que el tatarabuelo de este muchacho había sido expulsado de su casa en la víspera de presentar el mismo examen porque se había acostado con la criada del servicio y ésta había quedado embarazada, y como él tenía un fuerte sentido de la responsabilidad partió con ella y se casaron. Resulta que el hijo de este hombre, a su vez, abandonó el liceo la víspera del último examen y su nieto también (por razones fútiles). La misma situación se presentó durante cuatro generaciones seguidas y es así como el tataranieto cargaba todavía el peso de esta “falta original”, cuidadosamente escondida por toda la familia… ¡una vez identificada y purgada esta historia a través del trabajo familiar, todos los muchachos de esta familia han pasado sus exámenes!"

Anne  Schützenberger


"Vivimos un periodo de transformación profunda en nuestro medio y en nuestro modo de pensamiento, tanto de nuestro cuadro de vida como de su contexto. Es como lo dice Alvin Toffler, un estrés colectivo, una especie de choque del futuro, que muchísimas personas viven como algo muy angustioso. Existen hoy muchísimas variables desconocidas –entre ellas, la supervivencia misma de nuestra cultura y de nuestro planeta-. En este “revoltijo” general, muchos terapeutas se enfrentan a casos difíciles en los que las teorías clásicas fracasan. Permitir un “enraizamiento” de la persona en su historia hace parte de las soluciones."

Anne  Schützenberger




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