"Es entonces cuando, después de haber estado tan perdida por las veredas de la belleza, los vericuetos del ornamento, los laberintos enloquecidos que transitan el interior, comprendes lo inútil de algunas andaduras. 
Ojalá mi palabra se hundiera mil metros hacia el suelo, y al escribir Somalia, rebrotaran las raíces que conectan lo mío con lo humano, las manos con su arado, mis labios con la sed.  Cómo sería si esta palabra se alzara hasta el cenit de la tarde, y al pronunciar Somalia, se abrieran en canal otras palabras, y pariesen versos contra el polvo, y se dijesen cosas como aguanta, te doy mi mano, mañana no habrá estómago vacío…
Es entonces, cuando pienso Somalia, que se tuerce tras de mí lo recorrido, el poema muda su piel de jeroglífico, y ya no entiendo nada. Ni que tendrá la mañana de bueno que ofrecerle a Somalia."

Elisa Berna


"No he venido aquí para quedarme.
Aquí es tu cuerpo, casa de tus miedos
que abren su carne y preparan la mesa.

Parecen invitarnos a tragarte
dejando un bisturí sobre los platos:
“hacednos trizas,
mordedura
comednos muy lejos de este hombre”.

Aquí es tu miedo,
paladar desvencijado en ocasiones
que no nos resiste después en la boca.
Y nos vomita juntos por las noches
y nos repele
y nos ofrece el lado frío de la espalda.

Tu casa descorazonada que hace hambre,
pan de paso,
esterilla tendida sobre tu almuerzo.

Como una fruta roja de peligro alerta al visitante.

No van a quedarse.

Nadie ha llegado jamás para quedarse."

Elisa Berna


"No piensan las piedras.

No son mis voces
las que aplastan reptiles con los dientes.
Nada se acerca desde el otro lado.

Es fácil respirar entonces, casi tan dulce
como dejar abajo a los náufragos de siempre.

El silencio mío coloca caminos en los mapas,
y es sencillo llegar a cualquier parte
como vivir debería ser sencillo.

El silencio mío viene de dentro
porque el mundo tiene que seguir hablando,
haciendo en el oído su hermosura."

Elisa Berna

















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