"Hace tiempo la vida era severa, en blanco y negro,
como las fotografías de los objetos que retrataba.
Luego lentamente fueron aflorando los colores:
al principio sinopias, luego más firmes y ahora tan densos
que podrían darle sangre a quien los mira.
La casa de enfrente por ejemplo,
observar cada variación en su luz es mi obra maestra."

Antonella Anedda



Silencio nocturno. Cuando una se levanta en la oscuridad del verano
y el viento no roza los árboles al otro lado de la puerta bien abierta,
cuando las estancias respiran lento y el mar se une a los geranios.
Rojo y cobalto y rojo de nuevo
en los fanales del puerto
en los barcos que centellean en la espera.

Silencio matutino. Una condición de los pasos en el adoquinado
de las voces. Es el sonido de las persianas
que se elevan en los comercios somnolientos: una señal de paz,
el anuncio del shofar en la mañana.

Sol silencioso sobre las colchas, sobre las losas,
las tazas del desayuno y el esmalte de la bandeja.
Sí. No asaz bendecido cada despertar silencioso y vivo,
sin mella aún de enfermedad ni de cadenas.

Antonella Anedda




Una noche de invierno en la ciudad

"Ahora ha dejado de llover. Desde la ventana el mundo es en gotas:
un rostro sin nariz, ojos, labios. Sólo esas diminutas lágrimas
sobre las casas y los árboles. Una en particular destella
donde alguien llora en su sillón,
cincunspecto, firme solo incierto si la casa se parece
a aquellas que habitó en el pasado y confunde.

No es de nostalgia que llora, sino por el peso entero
de la lluvia, como si él fuese el techo
que aguanta y se descascara.
Como si el edificio entero, hinchado de agua y piedra,
revelara una ofensa.

Una criatura puede afligirse por esto, pasar la noche en vela
o repetir en el sueño la desolación. Ser en un despeñadero.
Permanecer allí en la tierra, bajo la lluvia que llega."

Antonella Anedda


Visión de un espectro

"Si hubieras visto su forma espectral
abrir de par en par esta noche el frigorífico
y casi entrar con el cuerpo
en esa nave de claror
muda bebiendo leche como las ánimas la sangre
espectral sobre todo para sí misma
sedienta de blanco deslumbrada
por el acero y el hierro
abrasándose los dedos con el hielo

habrías dicho, no es ella. No es
la que muriendo he dejado
para que me continuase."

Antonella Anedda
Traducción: Juana Castro






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