Los Sedraks

"Ayer
entre la multitud
vi tu rostro
en el semblante taciturno
de otros rostros
como una ola gigante
desplazándose…
hacia un despeñadero
indiferente
sombrío
y detrás de ti
un tumultuoso polvo
de tiempo desterrado
de profundas grietas
de cientos de miles de años.

En los cántaros
el vino ya no fluye como el agua
en la montaña
ya no canta el pájaro de barro
los sedraks ahuyentan
el perfume de la hierba
flotan barcos de papel
sobre el golfo de Lepanto
¿dónde ha quedado la fragua de hierro
que funde el sueño de la mandrágora?
¿qué luz cobijará a los sedraks?
que hoy nos sonríen
con palabras de una lengua
que nace en las tinieblas
de un largo viaje
oculto en el fondo de un enigma
de un rostro que emerge
espacioso…
en un vacío...
que se llena de nada."

Lilia Morales y Mori

Raborá


Como divino céfiro 
circunscribe al cosmos 
un espíritu insigne 
cuya fúlgida luz concéntrica 
y lenta pulsación de onda 
adormece al arcano sueño 
de eternas orgías vindicadoras. 

Más Raborá 
no pende de un sólo momento luminoso 
nace cuando nacen los espejos 
sobre las aguas tranquilas 
al morir las tempestades 
y ausentes los vientos 
justo cuando emergen 
voluptuosos los astros 
arrojados de un frágil universo 
carente de memoria 
pleno de reticencias 
al influjo de las aguas tibias 
dispuestas a calmar la sed eterna. 

Ahora sé que Raborá 
habita los abismos siderales 
incitando las tormentas eléctricas 
que estremecen el plácido canto 
más allá del vértigo de la materia 
pálida y desnuda 
como esferas danzarinas 
dispersas sobre lodo ancestral. 

II 

¡Oh hexagrama! preciso eclipse 
sobre la extraña superficie lacustre 
en el preludio del breve renacer 
con sorda magia ondulante 
de líneas paralelas 
y cadencia que embruja 
el flamante despertar de los poetas. 

¿Sabes acaso de otros paisajes 
menos sombríos? 
¿tal vez alguna canción que palidece 
acechando con grave melodía 
en el umbral de la conciencia 
sutil cabellera indolente 
del glauco rostro de la sinrazón? 

Mira cómo duermen 
los recuerdos coagulados 
en el ámbar de antaño 
entre los brazos del verso 
por donde escala la vida 
enigma y principio 
cual denso muro 
recinto de osamentas 
acribilladas de pájaros 
que se agitan en la naturaleza 
con símbolos inconmovibles. 

Y cuando el viento y la gaviota 
se forjaron 
y la torre y el campanario 
y las tinieblas y el incienso 
y la cúspide y los aliados 
de la Ceremonia del Rito Universal 
se presagiaron secretos diabólicos 
para complacer a las almas 
poseedoras de mentes agudas. 

III 

En el crepúsculo 
de esta galería antigua y espaciosa 
el silencio se cubre de bruma 
cuando se anudan los ecos 
hasta volverse badajo y campana. 

Tocan las sombras 
que incendian la noche 
con su presencia de espía 
en el instante de la premonición 
etérea nave 
cuando copula el sueño 
con su túnica de hojas. 

Nadie habitó dos veces 
la misma escollera 
del barco que zozobra 
sepultado en el lóbrego mar 
del hastío. 

Ya nada es tangible 
en la esencia del tiempo 
porque somos testigos 
de la forma y la sustancia 
modelada con paciente 
creación inconclusa 
como austera casa 
que enciende los ojos de luciérnaga 
encabritada al precipicio 
de la nostalgia. 

Sólo el llanto de la sirena 
aguarda en el sarcófago 
lujurioso de la serpiente 
que alucina entre la sábana tibia 
y la espuma 
y el mar frenético 
como espectro furtivo 
¡oh espíritu! 
vacío de la tumba estéril. 

Dócil cual gacela 
te devuelvo el tiempo 
porque antaño 
también navegaron 
simétricas figuras asexuadas 
de un enjambre de ángeles 
extraviados en delirios amorosos 
envueltos con vapores amargos 
cuyo sol paliatorio 
es la ofrenda cautelosa 
y la ira temeraria de la muerte. 

Hay un lenguaje en la boca 
como rumor de aves 
mirando el amanecer 
y heme aquí 
junto a este barro 
de forma interminable 
donde la agonía esculpe 
la imagen inversa del espejo 
en el caleidoscopio multicolor 
de una Torre de Babel 
mientras un simulacro 
de mariposas 
con alas de fuego 
purifican el camino del sol. 

Danza la telaraña 
sobre la suave espuma 
y es su blancura 
tan tersa 
que la luna 
líquida perla inmaculada 
al humedecer la transparencia 
del cristal 
se desliza en súbita gota de agua. 

Inmensidad azul 
grave oquedad 
donde sacio mi sed cada mañana 
y es un timbal 
y tu mágica voz 
el tiempo suspendido 
en éste 
mi espacio inhabitado 
vacío de mi cuerpo ausente 
que atrapado en la malla blanca 
reposa junto al dintel 
mientras el Cuervo te habla. 

¡Abre viento la ventana! 
que entre el sol con sus cintas de colores 
que no se atormente mi alma 
con frágiles tibiezas 
porque en este denso espacio 
donde suena el gong de China 
quiero eternizar mi cuerpo 
y suspender mi alma 
sobre el cristal 
de la perla inmaculada 
que se desliza en la negrura 
sedosa 
implacable de tus alas. 

IV 

Abre viento la ventana 
que aniquila el camino del verbo 
en fecunda reflexión de ecos 
sobre la cúpula del faro 
con pátina herrumbosa 
en perverso equilibrio 
donde instiga el azar 
la retórica 
y el reflejo de la opaca materia 
sembrada en el abandono del mar. 

Más allá 
de las pardas 
y grises palomas 
que disertan estéril movimiento 
y al viento tocan 
con su frágil cuerpo 
hendiendo el ala 
el pico y la cola. 

En vano se disputan candorosas 
difunta presa 
que su sed reclama 
y con ojo que avisora 
la distancia 
irrumpen al azar el vuelo. 

Aves de surcar ligero 
de sueños parásitos del aire 
ignoran que el cálido reposo 
se lo deben al color de su plumaje. 


Y como toda imagen 
que se organiza secretamente 
en símbolos de un mundo exterior 
de formas y colores 
a lo lejos del sinuoso camino 
entre el sueño y la vida 
asoma un espejo 
divinamente inútil 
encarnizado en la búsqueda 
del reflejo relativo y absoluto 
finito e infinito 
entre el paisaje de un cuasicristal 
de una flor 
de una cascada efímera 
que rompe el caleidoscopio multicolor. 

Y esta muerte cósmica 
de imágenes que florecen 
en la conciencia 
bajo el signo de figuras abruptas 
transpuestas a nuestros ojos 
cuando renacen especulativos 
frente al universo perfecto 
palpamos la correspondencia 
que tienen los objetos del delirio 
atrapados en su propia existencia. 

Es como esbozar el sol 
con la elegancia 
de una función matemática 
cuya luz natural 
imprime la objetividad 
más honda del ser 
atrapado en el límite 
paradisíaco de los sentidos. 

Más que un acto compensador 
tal vez el espectro 
vital del drama de la creación 
cuyo deseo inconsciente 
de imitar la naturaleza 
fortifica el proceso 
de misteriosas correspondencias 
entre lo terreno y el paraíso 
de una actividad trascendente. 

El símbolo como juego de la imaginación 
desciende en el reflujo de mis sueños 
que la razón esclarece 
en el orden universal 
de una ilusión perfecta 
en imponderable provocación 
que anhela el equilibrio 
dinámico y extravagante 
en el mar acústico 
que se impacta 
con la frontera del silencio. 

VI 

¡Ay! si esta soledad no fuera mía 
atormentado amor 
florecería altivo 
el espejo donde duerme 
la luz de tus ojos 
cuando mi boca 
ave que anida el calor de tus besos 
siembra indiferente 
algas marinas en el abismo 
trémulo y vacío de la piel. 

Crepita la mañana 
cuando el sol 
revienta en el tejado 
agua de mar salobre. 

Los nidos en la playa 
aguardan el verano 
de la parturienta 
sombría y lánguida 
afilada cuna 
sin caricia ni barcas. 

En soberbia sinfonía 
se desgarra la esfinge 
sádica y frondosa 
tras el mástil que bifurca 
con intervalo angular de péndulo 
amplio y virginal 
el latido pausado 
del pétreo mármol 
golpeteando el insomnio 
cruel de Raborá. 

VII 

Algunas cosas se ven 
con mayor claridad 
en noches de luna llena 
porque esa luz voluptuosa 
tiene la virtud de iluminar 
la porción exacta del pensamiento 
que materializa el recuerdo 
haciéndolo nítido y palpable. 

Tal es la ensoñación del poeta 
cuando convierte en sustancia 
los versos arrojados 
con febril erupción. 

Cúmulos de lava candente 
crecen como piedra petrificada 
en el rincón del armario 
en los frascos mohosos 
y en cada lugar preciso 
de las tinieblas 
donde sucumbió el deseo 
al abismo profundo e insalvable. 

No hay búsqueda infructuosa 
sólo una eterna espera 
pero al fin 
has visto florecer al amor 
como un puñado de pétalos suaves 
que deshojas tiernamente con la boca. 

¡Cuán castrado es mi cuerpo! 
que vulnerable es la centella 
cuando pierde su luz espectral 
al romperse en mil pedazos los espejos. 

Ahora ya nada importa 
porque soy la sombra atrapada 
en el reflejo 
de tu dolorosa verdad 
y así como la antípoda 
se pierde en la distancia 
yo me desvanezco en el tiempo 
remoto de la memoria 
convertida en polvo 
que se hundió en el mar. 

VIII 

Navegan las olas 
en el oceano de recuerdos 
y yo me veo pez y coral 
y anémona temblorosa 
a veces lirio 
triste y sublime 
a veces espíritu de fuego 
en réplica perfecta 
a una razón superior 
acorde al movimiento 
de la luna que viaja con la noche 
como eterna compañera 
de luz incierta 
y breve canto luminoso. 

He visto vacilante tu claridad 
como cirio encendido 
en mi pupila solitaria 
con un brillo misterioso 
de azul y ámbar 
rompiendo el viento 
en el fondo del mástil 
mutable de la lágrima. 

Quiero tocar las barcas 
que perfuman la noche 
e incendiar el instante mismo 
como sereno pájaro 
dormitando bajo la fronda 
rumorosa de la nube. 

Quiero olvidar 
que te he olvidado 
en el imponderable sueño 
que se extingue frágil 
cuando la marea 
se descubre vigilante. 

Quiero olvidar 
y en el tiempo tenaz del olvido 
tejer recuerdos inventados 
de un mundo parecido al mío 
cuyas formas y colores 
se deshacen en la palma de mi mano. 

Y si el olvido 
es la onda del espejo 
el viento agita su sombra 
como altivo reflejo 
de la criatura humana 
ahí, donde las sábanas 
son colgadas de los versos 
cara al sol 
que se interna en el sarcófago 
lujurioso de la nube 
entre el hueco acerado 
de esta muerte silenciosa. 

Más si el olvido es la centella 
del cirio encendido en mi pecho 
que invoca al verano de la serpiente 
bajo la sombra desdeñosa 
de los almendros 
igual se esclarece 
el reflejo del espejo 
mirando el amanecer 
de esta muerte silenciosa. 

Lo sé 
porque yo he visto 
tu vacilante claridad 
en las tinieblas 
de la Torre de Babel 
con fuego que purifica 
el umbral de la memoria desnuda 
como espectro furtivo 
cuyo glauco rostro 
copula en el sueño abandonado 
al arbitrio de tu piel. 

Más ¿quien puede olvidar? 
si el olvido 
es la incitación del alba 
sumergida en las tinieblas 
de una funesta encrucijada 
cuando inicia el día 
sobre el horizonte. 

Y hoy 
esta mañana 
tu recuerdo se diluye 
en la cinta gris 
del paisaje volátil de la nube. 

IX 

¡Ah! cómo me devora 
este inmensurable espacio 
trazado con hábil pincelada 
tal vez de purísima acuarela 
embebida en agua 
de una gema turquesa 
cual límpida cosmogonía 
que se impregna 
sobre mi rostro y mi piel 
inflamándome con el cálido añil 
en solemne estado crepuscular 
cuando el mar se cristaliza. 

Nada se interpone 
entre la voluntad 
de la superficie acuática 
y el cielo 
porque ambas latitudes 
permanecen atrapadas 
entre el reflejo extravagante 
de sus espejos. 

Mas ¡qué ironía! 
de repente veo como un ave 
irrumpe con plácido vuelo 
el espacio celeste 
y mis ojos 
en afinada percepción 
veneran sus gráciles alas. 

Diestra se sabe 
la plumífera incauta 
y no cesa de admirarse 
en la bruñida superficie 
de este mar vítreo 
con que me deleito. 

Efectivamente grandiosa 
tal parece 
un narciso extasiado 
en sí mismo 
verdad consabida del hermoso 
que pretende 
en su diario afán 
refrescarse con agua 
proveniente de Leteo. 

Vana esperanza 
cuando el tiempo se acumula 
y todo languidece 
como la ninfa Eco. 

Es así 
que advierto la música 
del murmullo de las olas 
y pienso que tal vez 
la divinidad me cantase 
en este momento 
e inútilmente pretendo 
imitar 
la hipnótica melodía. 

Pero finalmente 
me río de mí 
porque bien sé 
que no puedo ser mar 
ni azul 
ni lamento de ola 
ni aunque me cubra el cuerpo 
de abalorios y madréporas 
ensartados con hilo verde-azul 
de las algas y medusas. 


Y cuando ya nada tiene importancia 
guardo el ave del atardecer 
en la vieja maleta 
y me lleno la boca de plumas 
para que vuelen 
muy lejos las palabras. 

Mas el viento 
agita la sombra estéril 
de los versos 
deshojados en otoño 
y en ocre insomnio 
florece el áurea 
primigenia de mi alma. 

¡Cuánto júbilo 
el verde desparrama! 
alegre terciopelo 
que acaricia altivo 
al divino céfiro. 

Desnuda el espejo 
el reflejo 
luminoso y primitivo 
que la opaca sombra 
ebria y silenciosa 
oprime en mi pecho 
la forja de hierro 
y el silencio tan quedo 
tan suave 
tan pájaro huraño 
en el que yo me veo. 

XI 

Inagotable 
es la muerte 
transmutación del sueño 
como aciago manantial 
que desfallece en el hueco acerado 
de la sombra inerme. 

Sólo el cuerpo semidesnudo 
consume la ceniza 
al borde del epitafio 
¿acaso lo recuerdas? 
alguien vino a cambiar las flores 
por monótonos mares 
que se marchitan 
con el sol de oriente. 

Toda materia es precaria 
en la vigilia 
donde una vez iniciado el ascenso 
se torna en precipicio 
la trémula vida 
como el acto mismo 
que devora el pensamiento. 

Huérfanas las horas 
acarician la tarde 
que ciñe la ladera de la montaña 
y con encaje de aromas distantes 
reverdece el aposento 
agazapando las casas 
y la aldea 
y el hermano pueblo 
y el vientre del camposanto 
y la tierra de fuego. 

Esbelto caserío 
prisionero entre las sábanas 
colgadas de los almendros 
calcinando con sombra desdeñosa 
la apariencia de huesos 
el rumor de la piedra 
y la flor 
y el carmín 
que tiñen la fronda virgen. 

XII 

Profundas como el mar 
las ventanas del cielo 
anidan campanarios 
en las pupilas 
del claro paisaje 
ávido de azahares y amapolas 
que el follaje tabernáculo 
ofrenda a la piel de la quimera. 

Adverso y paradisíaco 
como desecado fruto 
el mundo alberga 
en su antiguo peregrinar 
un tornado de bárbaros mortales 
que nutren a rampantes dioses 
con bálsamo y tatuaje 
de precioso metal. 

¡Ah! qué perversidad 
nos acuchilla 
cuando este infausto crisol 
socaba al planeta apacalíptico 
con infecta discordia 
que exhuma dolencias muertas. 

Inflexible círculo sempiterno 
contenido en el vacío 
de la dimensión umbría 
de arcángeles indómitos 
impalpables crisálidas 
talladas en roca de obsidiana 
para que el rayo idólatra 
desgaje el manto 
cruel de Raborá. 

XIII 

Mágica es la onda del espejo 
tan pronto expira el valle 
resurge la cresta con el día 
que paciente se interna 
al vaivén del tiempo 
árido y místico 
cuyo templo funerario 
exhala el perfume de las ninfas. 

Bien dicen 
que hay un no sé qué 
en el aire que ahoga 
quizá sea la brisa coagulada 
recordándonos algo monstruoso 
cuando aspiramos las formas atrapadas 
de figuras incongruentes. 

¡Oh perezoso claustro! 
fortifica mi pobre existencia 
de asceta que roe 
su propia entraña. 

Yo 
que de la nada 
inventé un postigo 
para ver la piedra de Sísifo 
en la cima de la montaña 
advierto tan sólo 
el musgo del muro desdentado 
navegar en la vertiente 
de la aurora 
¡Oh anatema mía 
infinita soledad del alma! 

Yo 
que de tu vago recuerdo 
hago un atado 
de alas luminosas 
para escapar del reino 
furtivo de la palabra 
como un ensueño 
meciéndose en la espiral 
pragmática de la muerte. 

Yo 
aprendiz de juglar 
frustrado anacoreta 
transporto el universo 
a mi aposento irreductible 
con la conciencia del heraldo 
incansable burlador nocturno. 

XIV 

Inminente 
se avecina el crepúsculo 
ahora navegamos sin rumbo fijo 
con las velas izadas 
viento en popa 
arrastrando el cuerpo 
lejana la sombra 
entre lamentos y gritos 
de lúcidos fantasmas 
cuyos ojos cadavéricos 
se abandonan al arbitrio 
de la criatura humana. 

Atrás van quedando los cementerios 
de muertos enterrados vivos 
bajo tierra salitrosa 
capaz de corroer 
hasta el último rayo de esperanza. 

Inútil maldecir 
Eolo 
hijo de Hipotes 
ha llegado con su banda 
de cornos y flautines 
augustos oboes de música sombría. 

Empieza a extinguirse el fuego 
crepitando con pálida luz 
mas el tímido calor 
resurge en el recuerdo 
violeta de la llama 
avivada con cáusticas delicias 
¡cómo debió Raborá advertirnos! 
nuestra es la naturaleza 
y nuestros son 
los frutos del Edén. 

Lilia Morales y Mori

















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