Muerto eras una sombra

Muerto eras una sombra de nueces tiradas sobre el césped
disputada por pájaros e insectos
muerto eras un muro iluminado por las cinco exactas de la tarde
y pasaban por ti los niños y dibujaban seres imprevistos
y pasaban los novios y escribían con tiza
las señales visibles del amor infinito     y crecía la hierba sobre tu silencio
de tiempo y de ladrillo     de pintura cascada      de concreto y olvido
muerto eras una cárcel vacía y clausurada
con sus ventanas rotas por donde el sol penetra calando telarañas
una cárcel sin reos en donde sólo quedan las pautas del dolor iluminadas
muerto eras como un hombre dormido
que soñara con una casa abandonada en la que un pájaro
volara en solitario buscando la salida      golpeándose las alas
muerto eras más mío       más de todos y nadie
y te besé la frente descansada no sé en qué escena o en qué pájaro
tomé tus manos levemente cerradas
las pasé por mi rostro      por mi pelo y mis hombros
como si aún supieran
como si no fueran esos seres caídos      dejándose llevar
muerto eras mío    mío
y cerré con llave la puerta de ese cuarto para que nadie entrara
para besar tus manos detenidas y mansas
para tocar tus ojos clausurados y vueltos a otro mundo
a otro mar        a otras piedras      a otro fuego      a otro viento
para pasar mis dedos por tu pelo revuelto
por tu cabeza llena de sueños y alegrías     de verdad y mentiras
para tocar tu rostro      tus pómulos
tu boca con no sé cuántas palabras pendientes en la lengua
tus hombros inclinados
tus pies aún enfundados en sus zapatos negros
y gritaron mi nombre
y golpearon con puños y advertencias
y finalmente tumbaron la puerta y me encontraron
recogiendo las mismas nueces que pájaros e insectos
recogida contra el muro y la luz
muerto eras como un hombre que soñara
con una casa abandonada en la que una mujer
creyera ser el pájaro de un sueño

Elvia Ardalani
De Miércoles de Ceniza (Miguel Ángel Porrúa, 2007)


Sangrarás

Sangrarás
como en la cruz aquel que habló
del pan y del milagro.
Creyentes o no todos sangramos
la extraña moraleja de la carne
la palabra multiplicada en el vacío
la ceniza hecha cuerpo.
Todos sangramos, todos.
Todos llevamos en los dedos 
astillas incrustadas del último tablón.
¿Quién no ha contemplado
 sus propios pies descalzos y ha llorado?
Sangrarás
del mismo río de sangre de tu madre
y rezarás los versos aprendidos
en plena luz de infancia.
La cruz está clavada en el plexo
central de la palabra.
El milagro no es el mar partido en dos
ni la respuesta al rezo.
El milagro es el rezo apurado
por la arcilla hecha sangre

por el polvo hecho sed.



Elvia Ardalani


Sobre el amor

"Un día se hace la luz sobre un olvido de agua,
se aprende a hablar de nuevo y el lenguaje
nos sabe a girasol sediento de milagros y urracas,
todo es viejo en la tierra y sin embargo
el cuerpo se convierte en misal, en predio abierto
a la verdad del otro,
todo llueve, se inunda, se agradece,
el perdón se suspende de la frente que rueda
maravillada sobre la piel del mar que se recorre.
Un día se hace la luz sobre la inercia
y creemos completamente en la parábola
del humo y de la arena
y nos brota el cuerpo de una costilla imaginaria,
abrimos los aljibes y bebemos
y nos llenamos el cuerpo de ese otro
que nos adornó de savia y de presagios
Un día se hace la luz sobre la tentación del vientre
y creemos en Dios y oramos con los labios
prendidos sobre el cuello que amamos
y somos una balsa que transporta
a los últimos creyentes del diluvio."

Elvia Ardalani


"Son los sueños, amor, intensos pájaros de fe,
trozos de pan que guarda la canasta
para mejores tiempos,
son los sueños, amor,
lúcidos diarios escritos en la noche
fecunda de los párpados,
duerme sobre ellos como sobre un tesoro
o sobre un hijo…"

Elvia Ardalani












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