Poeta

"¡Oh! tú, el abandonado entre puñales,
entre densos fantasmas, en perdidos
mares de sombra, selva de gemidos
y ausentes golondrinas y rosales.

¡Oh! tú, el cielo, el confiado entre fanales
hosco de noche y muertos sumergido...
Confiado entre lebreles contenidos
solo ante los dioses inmortales.

Don todo, sosegado en la agonía,
fuerte en el llanto, casto en la alegría
resurrecta de oscuros manantiales.

Ahí un rodar de lágrimas te guía
y una palabra pura frente al día
alza sus infantiles catedrales."  

Serafín Quitéño


Sonetos de la palabra (la que no viste)

               
He aquí la palabra que no viste
Y que no viste tú, por tan desnuda.
En claro anillo de silencio anuda
Lo que eres hoy y lo que antaño fuiste. 

Si necesitas muda, ella te muda
Y de traje de sombra te desviste.
El poco de ángel que en el hombre existe
Es porque ella lo labra y lo desnuda.

Ella abre puertas, ojos, miradores,
Desnuda espacios, larvas, ruiseñores,
¡ninguna vestidura le resiste!

Une, aclara, congrega resplandores
Y por sus puentes de ángeles menores
Al fin, EL HOMBRE PARA EL HOMBRE, existe.

Serafín Quitéño


Sonetos de la palabra (la que viste)
               
"La palabra que viste es siempre muda,
La palabra que viste es siempre triste.
No une, no libera, no persiste...
¡La palabra que viste no te ayuda!

Si pretende asistirte, no te asiste.
Si brazo, si defensa, no te escuda.
La palabra que viste es la más ruda
Entre todas las cárceles que viste.

Por ella, —muro, ergástula, cadena—
La isla del corazón es más condena,
Y la noche del hombre más sañuda.

¡Ah! Reposada soledad serena,
dame por fin, a ver, la última pena...
¡Yo quiero la palabra que desnuda!"

Serafín Quitéño



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