A veces

A veces vas a oscuras.
Cundo el sol brilla más,
cuando no cabe duda.

Cuando todo está claro
tiniebla es lo que cruzas,
nada lo que has andado.

Noche lo que amaneces,
silencio lo que hablas,
abismo lo que asciendes.

A veces vas a oscuras.
Cuando el sol brilla más
sobre la tierra dura.

Raúl Gustavo Aguirre


El milagro

Porque si llega, cuando llegue,
llegará como es:
fácil, claro, sencillo,
sin grandes resplandores,
sin que la tierra tiemble,
sin que el cielo se nuble.
Será suave y fraterno
con su mano en tu hombro.

No habrá cambiado casi nada:
sólo tu corazón.

Raúl Gustavo Aguirre


Eres, ahora eres...

Eres, ahora eres, nostalgia de lo ido,
ausencia de la ausencia, olvido del olvido.
Te busco en otros seres: eres, ahora eres,
aquello que no eres.

¿Te he de encontrar un día? No hay día por delante.
Sólo esta noche, con el agravante
de la continuidad en la pregunta.

Estamos atrapados. La eternidad se agota.
La recta infinitud está doblada y rota.
Eres, ahora eres, toda la nada junta.

Raúl Gustavo Aguirre


Nosotros

Y por último, un día nos decidimos a partir.

Tenemos equipajes y algún papel en el bolsillo con anotaciones minúsculas;
un número de teléfono al que no llamaremos jamás, el nombre de unas píldoras para dormir o no dormir, el relámpago muerto de algún poema.

Tenemos equipajes con ropa y máquina de afeitar y algunos de nosotros
botellas de coñac o perfume o aceite para el sol
y libros sagrados y de álgebra y de ciencia ficción, tenemos treinta años y padecemos todos, cada uno según su necesidad, humo y amor y redes y violencias, sed de verdad, insomnio [y desesperación, y hemos sacado algunas conclusiones.

(En la ciudad inmensa cada uno cavó su guarida, acumuló sus propiedades, sus olvidos, su oposición a la muerte.
Cada uno disfrutó de derrumbes y papeles en blanco, lloró de rabia ante las cajas fuertes del tiempo, firmó con mil imágenes de Dios pactos después desconocidos, creyó en todo, abrió sus brazos, tomó vino, contó dinero, acarició, supuso  librarse bien, salvarse, haber hallado cómplices para la gran reunión  [en la sala principal de la cueva para el acuerdo universal del que saldría limpio e inocente.
Pero no hubo al fin más que carozos y cenizas y botellas vacías.

Queda la noche, sin embargo,
la noche abierta a los pequeños ensayos de fuga ya los [pequeños abismos, el fondo de la noche donde tampoco habrá solución porque igualmente se lo habrán montado, se lo habrán repartido  [sin concederle siquiera que tuvo algo que ver,
que él puso algo de su parte también;
algo de buena voluntad, de asombro, de inocencia y no tan sólo su cara de extraño.

En la comisaría lo apalean por gritar en la calle
que el suyo es un horrible país, y en el casino
le prohíben la entrada porque ven en sus ojos
el fuego inconfundible de los videntes.

La mañana está lejos, de cualquier manera:
puede durar un poco más esta frágil tregua nocturna antes del sol y el ruido de las máquinas y la pobreza mental.

Entra en el bar y mira aquella mesa:
ella por fin ha vuelto.
Afuera ha comenzado la lluvia,
y melancólicamente
los dos conversan de su amor de diez años atrás.

Después se encuentra solo en el filo despiadado del amanecer.

En la puerta de un sótano la música de Charlie Parker lo atropella en su fuga hacia las estrellas afiebradas y siente que ya sabe hasta su última mentira.


En su cabeza brilla una bella ecuación
pero a los camaradas no les sirve
para cambiar el mundo.
Los bares del olvido están cerrados para siempre,  no tiene donde estar y la lucidez se paga sabiéndolo.)

Todos perdidos en la noche y roídos por innumerables agravios,
todos equivocados y autores de desastres irreparables,
todos dementes y llagados y llenos de bichos y de confusión,
ustedes, yo, nosotros, mis amigos difíciles, cazadores de lejanos poemas
sobre la gran llanura marcada por el rayo.

Raúl Gustavo Aguirre


Preguntas

Algunos poetas me hacen llegar
sus libros, sus cartas, sus biografías y fotografías,
las nóminas de sus distinciones,
las fotocopias de sus declaraciones
y sus poemas inéditos.
Y yo me digo: ¿qué tengo que ver
con estos poetas tan productivos,
eficaces y dinámicos,
tan descollantes de personalidad,
tan seguros de sí, tan convencidos
de haber encontrado las palabras
y las claves definitivas?
¿Y qué tengo yo que ver con esos
otros, los nostálgicos, los que se
jactan de sus penas y me endosan 
sus importantes fracasos?
¿Y qué con esos otros 
que vociferan sus amores
y se abrazan en público 
con sus mujeres y sus
hombres, con sus ciudades, 
sus consignas, sus banderas y sus dioses?
¿Qué tengo yo que ver con esos poetas, 
yo que soy tartamudo,
yo que estoy aterrado,
yo que perdí las señas
y no tengo camino ni memoria
y apenas sobrevivo?

Raúl Gustavo Aguirre


Y uno les ruega...

Y uno les ruega a las palabras
que no se porten mal, que no levanten
su reja ante nosotros. Uno les ruega
que nada digan si no pueden
más que decir, decir, ruido y miseria
queriendo hablar lo que no importa,
lo que ya se torció, lo que está frío,
y roto, y negramente terminado
tan sólo porque un día Adán habló.
¿Se puede? Uno quisiera entrar, quedarse
en el silencio de antes, para siempre.
Y sangrar sin adornos.

Raúl Gustavo Aguirre


Yo

Yo reúno tus rostros tus gestos tus palabras
vivo de tus imágenes como el agua del cielo
yo te devuelvo al sol a las glicinas
al reino tuyo a tu calor
yo te desato de la noche que te olvida
te devuelvo a los días más bellos de la tierra
esta tierra que quiere ser parecida a ti

y que te necesita para maravillarme. 

Raúl Gustavo Aguirre











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