Ábrannos la puerta, compañeros

 Ay, ábrannos la puerta,
ábranla rápido, compañeros,
que afuera andan el miedo, el frío, el hambre,
y hay rocío, hay oscuridad y bruma…
¡Somos un ejército entero,
todo un ejército numeroso,
que les pide comprensión, compañeros! 

Y la puerta sigue cerrada… 

Nuestras recias manos negras
de talle grosero,
nuestras manos de dibujos rudos y ansiosos
ya se cansaron de tanto golpear en vano…

Ay, compañeros,
abandonen por un momento la mansedumbre
estancada del comodismo gregario,
¡Y vengan!
Si no es así,
los invitamos a tirar,
sin siquiera moverse,
la llave mágica que tanto codiciamos…
La aceptaremos igual
Si nos humillan entregándola con desdén.

Lo que importa
es que no nos dejen morir
miserables y congelados
afuera, en la noche fría poblada de xipócués… 

“Lo que importa
Es que nos abran la puerta.”

Noémi de Sousa


"Aquella casa de madera, con una gran varanda tipo colonial, era un punto de partida, un lugar de encuentro... Aquella casa me marcó para el resto de mi vida. Mi padre era un intelectual y mi madre era casi analfabeta, pero tenía toda la riqueza de una cultura... En aquella casa podías encontrar a intelectuales o al pueblo.... aquellas mujeres que sabían que allí vivía Milidansa (el nombre de mi madre), que a su vez era hija de Belenguana, de Maputo, y en la casa de la hija de Belenguana habían de ser acogidas. Comencé a escribir poesía como un hecho no planificado. Sucedió porque, al fin y al cabo, en nuestra sociedad todo reposaba sobre la mujer. La mujer era la esclava del esclavo y vivía de ese modo en la sociedad. Con todo, ella ejercía influencia en la sociedad, porque ella era la que criaba a los niños, era el centro de la familia y, sobre todo, era sobrecargada de trabajo. Yo sentí mucho eso. Vivía en mi casa con muchos hermanos, primos y otros familiares, mucha gente en casa y todo giraba alrededor de mi madre, viuda. Perdí a mi padre a los 8 años y era la más chica de seis hermanos. Y ella era el padre y la madre de la familia. Y no era la única..."

Noémi de Sousa


Deja pasar a mi pueblo

Noche lánguida de Mozambique
los sonidos lejanos de marimba llegan a mí
–preciosos y constantes–
venidos ni yo sé de dónde.

En mi casa de madera y zinc,
pongo la radio y me dejo llevar…
muchas voces de América me sacuden el alma y lo nervios,
y Robenson y Marian cantan para mí
spirituals negros de Harlem.

Let my people go
–oh deja pasar a mi pueblo,deja pasar a mi pueblo–,
dicen.

Y yo abro los ojos y ya no puedo dormir.
Dentro de mí suenan Anderson y Paul
y no son dulces voces de impulso.
Let my people go.

Nerviosamente,
me siento a la mesa y escribo…
(Dentro de mí
ho let my people go.)
deja pasar a mi pueblo.
Y ya no soy más que un instrumento
de mi sangre en turbulencia
con Marian ayudándome
con su voz profunda –mi Hermana.

Escribo…
En mi mesa se ven inclinarse cuerpos familiares.
Mi madre de manos rudas y rostro cansado
y revueltas, dolores, humillaciones,
tatuando de negro el virgen papel blanco.
Y Pablo, que no conozco
pero es de mi misma sangre y de la misma savia amada de Mozambique,
y miserias, ventanas enrejadas, dioses de hechiceras,
algodonales, y mi inaccesible compañero blanco,
y Zé –mi hermano– y Saúl,
y tú, Amigo de dulce mirar azul,
pesando en mi mano y obligándome a escribir
con el odio que me trae la rebelión.
Se ve a todos inclinarse sobre mi hombro,
mientras escribo, noche adelante,
con Marian y Robeson vigilando por el ojo luminoso de la radio,
–let my people go,
oh let my people go.

Y siempre que lleguen a Harlem
las voces de lamentación
y mis cuerpos familiares me visiten
en largas noches de insomnio,
no podré dejarme llevar por la música fútil
de los valses de Strauss.
Escribiré, escribiré,
con Robenson y Mariam gritando conmigo:
Let my people go,
oh deja pasar a mi pueblo.

Noémi de Sousa
Traducción: Manuel Cabrera



Lección

Le enseñaron en la misión,

cuando era chiquito:

“¡Somos todos hijos de Dios; cada Hombre
del otro Hombre es el hermano!” 

Le dijeron eso en la misión,
cuando era chiquito, 

Naturalmente,

no fue un niño para siempre:
creció, aprendió a contar y a leer
y empezó a conocer
mejor a esa mujer vendida;
que es la vida
de todos los desgraciados.

Y entonces, una vez, inocentemente
miró a un Hombre y le dijo “Hermano…”
pero el Hombre pálido lo fulminó duramente
con sus ojos llenos de odio
y le respondió: “Negro”.

Noémi de Sousa


Ruego

¿Quién estranguló la voz cansada
de mi hermana de la selva?

De pronto su llamado a la acción
se perdió en el fluir infinito de la noche y el día.
Ya no llega hasta mí cada mañana,
exhausta tras el largo viaje,
ahogada milla tras milla
en el eterno grito: ¡Macala!

No, ya no viene más, húmeda todavía de rocío,
maniatada con niños y con sumisión…
Un hijo a la espalda, otro en el vientre
¡siempre, siempre, siempre!
Y un rostro todo contenido en una mirada suave,
cada vez que recuerdo esa mirada
siento que mi carne y mi sangre se hinchan trémulas,
latiendo ante afinidades y revelaciones…
Pero ¿quién ha impedido que su inconmensurable mirada
nutriera mi hambre profunda de camaradería
que nunca podrá satisfacer mi pobre mesa?

“Io mame” ¿quién pudo silenciar de un tiro
la noble voz de mi hermana de la selva?
¿Qué mezquino y brutal látigo de rinoceronte
la azotó hasta matarla?

—En mi jardin florece la siringa.
Pero con un presagio maligno en su flor purpúrea,
en su intenso inhumano perfume;
y el verano aguarda que el hijo de mi hermana
descanse en él…
En vano, en vano,
un chirico canta y canta posado entre los juncos,
por el niñito de mi hermana perdida,
víctima de los nebulosos amaneceres de la selva.
Ay, yo sé, yo sé: al final había un resplandor
de despedida en esos dulces ojos,
y su voz llegó como un murmullo ronco,
trágico y desesperado….

Oh África, patria mía, respóndeme:
¿Qué le hicieron a mi hermana de la selva,
que ya no viene más a la ciudad con sus eternos retoños
(uno a la espalda, otro en el vientre)
y su eterno pregón de carbonera?
¡Oh África, patria mía,
tú al menos no renegarás de mi heroica hermana,
ella vivirá en el altivo memorial de tus brazos!

Carolina Noémia Abranches de Sousa Soares


Si me quisieras conocer

Si me quisieras conocer,
estudia con ojos de ver
ese trozo de palo-negro
que un desconocido hermano maconde
con manos inspiradas
talló y trabajó
en tierras distantes allá en el Norte.

Ah! Esa soy yo:
órbitas vacías en la desesperación
de perseguir la vida
boca rasgada y herida de angustia
manos enormes, agrietadas,
irguiéndose como quien implora y amenaza,
cuerpo tatuado de heridas visibles e invisibles
por los duros azotes de la esclavitud...
torturada y magnífica
altiva y mística,
africana de la cabeza a los pies.
Ah! Esa soy yo
Si quisieras comprenderme
ven e inclínate sobre mi alma de africana,
en los gemidos de los negros,
en los batuques frenéticos de los muchopes,
en la rebeldía de los machanganas,
en la extraña melodía que vuela
de una canción nacida de la noche.

Y no me preguntes nada más
si es que me quieres conocer…
no soy más que un caracol de carne
donde la insurrección de África congeló
su grito lleno de esperanza.

Noémi de Sousa










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